La Leyenda de la Guásima

Juan Eusebio Bonilla Salcedo era un ciudadano yaucano muy valiente, que criticaba públicamente las actuaciones de la guardia civil española, Decía que ésta actuaba abusivamente amparándose en su autoridad y uniforme.

Ocurrió que el Guardia civil José Ferreira se vistió de paisano durante varios días. Hizo circular el rumor de que se había licenciado y valiéndose de un mediador desafió a Bonilla a pelear. Bonilla aceptó el reto y quedó concertada la pelea para la madrugada del 30 de junio de 1890 en un sector del barrio Susúa.

Mientras Ferreira y Bonilla peleaban, fueron rodeados por un grupo de guardias civiles convenientemente apostados de antemano, quienes le demandaron que se entregaran como presos por ser los desafíos punibles por ley. Al ver Bonilla que su rival se dejaba atar, permitió también ser atado sin oponer resistencia alguna.Luego le amarraron a un árbol de guásima y soltaron a Ferreira.

Cuentan testigos oculares que la violencia y crueldad que realizaron con Bonilla era espeluznante. Después de golpearlo sin misericordia, lo remataron de un tiro en el cráneo, lo impregnaron en gas y le prendieron fuego. Así aparecio al día siguiente el cadáver de Bonilla. La guásima a la cual fue atado Bonilla, como mudo testigo mostraba las huellas del forcejeo que por soltarse hiciera el infeliz. Se trató de iniciar un proceso que no prosperó.

Cuenta la leyenda que, desde entonces, en las noches se escuchaban ruidos, gemidos, y lamentos provenientes del árbol de guásima, testigo de la tragedia de Juan Eusebio Bonilla Salcedo.

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