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Sistema Digestivo

El gran procesador de alimentos

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Efectivamente, el sistema digestivo puede compararse con un enorme procesador de alimentos, ya que en nuestro cuerpo cumple una serie de funciones muy parecidas a las que realiza este electrodoméstico.

Para funcionar correctamente y tener energía suficiente para desarrollar todos los procesos vitales, el organismo requiere de un suministro adecuado de ciertas sustancias esenciales. Estos elementos vienen contenidos en los alimentos que ingerimos a diario, y que son sintetizados por el sistema digestivo. En el largo trayecto que recorren los alimentos desde que ingresan a nuestra boca y son triturados por los dientes, hasta que el cuerpo desecha o elimina lo que no le sirve, ocurren innumerables procesos que dan como resultado los nutrientes que nos mantienen vivos y sanos.

El proceso digestivo comprende una etapa de preparación del alimento, que tiene lugar en la boca; otra de tratamiento del alimento mediante una serie de acciones físicas y químicas, que se efectúan en el estómago y primera parte del intestino; una tercera en que los componentes útiles y asimilables se separan de los residuos e ingresan en la sangre; y por último, la cuarta fase, en la que esos desechos son excretados fuera del cuerpo.

El proceso digestivo

El tracto o tubo digestivo es un conducto muscular constituido por la boca, faringe, esófago, estómago, intestino delgado, intestino grueso y ano. Su función es descomponer la comida en sustancias que puedan ser absorbidas en la corriente sanguínea para su distribución a las células, y eliminar los productos de desecho.

El alimento que se ingiere por la boca necesita ser reducido a partículas pequeñas para que los jugos digestivos actúen con mayor efectividad. Esta función de desmenuzar la comida es realizada por los dientes, unas piezas duras que van ancladas en los bordes de las encías, y que según la tarea que les corresponda realizar se dividen en: incisivos, para cortar; caninos, para desgarrar; y molares y premolares, para moler. El resultado de la masticación es una masa homogénea denominada bolo alimenticio, que ya ha comenzado su proceso de fermentación. Dicha mezcla atraviesa un grueso tubo -demorando entre cinco y diez segundos-, que es el esófago, e ingresa al estómago, donde es agitada y mezclada con el jugo gástrico que secretan unas glándulas situadas en la pared estomacal, y cuya finalidad es romper las grandes moléculas de proteínas y convertirlas en otras más sencillas.

El paso al estómago
sandiaEn el estómago el alimento permanece entre tres y seis horas. Luego, pasa al intestino, donde se le agregan otros jugos desintegradores procedentes del páncreas y la pared intestinal. A estas alturas del proceso digestivo estamos frente a una masa compleja en la que los elementos iniciales se han convertido en otros más simples. Por ejemplo, las proteínas se han simplificado en aminoácidos, el almidón en glucosa y las grasas en ácidos grasos y glicerina. Estos compuestos más sencillos ya son capaces de atravesar la pared intestinal e incorporarse a la sangre mediante las vellosidades intestinales. Después, disueltos en la sangre o flotando en ella, son conducidos hasta las células, que los asimilan.
Los desechos que se producen como resultado del proceso digestivo, avanzan lentamente hasta llegar al final del intestino, donde, a través del ano, se vierten hacia el exterior convertidos en heces.
Todo el proceso de digestión dura entre 16 y 24 horas, lo que quiere decir que para que esta operación se realice en forma óptima, la selección de los alimentos que se comen debe ser igualmente óptima.
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Puerta de entrada
La masticación es el primer proceso que experimentan los alimentos cuando ingresan al tracto digestivo.

Digestión bucal

La boca se encuentra rodeada por unos pliegues de la piel, llamados labios. Dentro de la boca se encuentran los dientes cuya función es cortar, trozar y triturar los alimentos (digestión mecánica). En la boca encontramos también la lengua -con gran cantidad de papilas gustativas-, cuya función es la de mezclar los alimentos y facilitar su tránsito hacia el esófago. En la cavidad bucal desembocan las glándulas salivales, que secretan la saliva, cuyas funciones son:

  • Actuar como lubricante.
  • Destruir parte de las bacterias ingeridas con los alimentos.
  • Comenzar la digestión química de los glúcidos mediante una enzima -proteína que acelera un cambio químico- llamada amilasa o ptialina, la cual cataliza el almidón (hidrato de carbono presente en los vegetales) y lo transforma en maltosa, un tipo de azúcar que se produce como consecuencia de esta degradación.

La saliva está formada, en un 95 por ciento por agua, y el 5 por ciento restante por sustancias disueltas en agua, tales como iones sodio, potasio, cloruro, bicarbonato y fosfatos. Posee además una sustancia formada por suero llamada mucus y dos enzimas que son la amilasa salival y la lisozima.

Este movimiento secuencial de contracción y relajación permite el transporte de los alimentos a través de todo el tracto digestivo. Los músculos se relajan por delante del bolo alimenticio y se contraen por detrás de manera de estrujarlo y hacerlo avanzar.

Faringe y esófago

La faringe es un tubo musculoso situado en el cuello y revestido de membrana mucosa; conecta la nariz y la boca con la tráquea y el esófago. Por la faringe pasan tanto el aire como los alimentos. En el hombre mide unos trece centímetros, ubicándose delante de la columna vertebral.

Como arranca de la parte posterior de la cavidad nasal, su extremo más alto se llama nasofaringe. La inferior, u orofaringe, ocupa la zona posterior de la boca. Termina en la epiglotis, un pliegue cartilaginoso que impide la entrada de alimentos en la tráquea, pero no obstaculiza su paso al esófago. Para que las vías respiratorias permanezcan cerradas durante la deglución (o acción de tragar), la epiglotis obstruye la glotis para impedir que el alimento se introduzca en el sistema respiratorio.

El esófago

Este conducto muscular se sitúa entre el extremo inferior de la laringofaringe y el superior del estómago. Tiene una longitud que oscila entre los 23 y los 25 centímetros, siendo su principal función la de transportar el alimento hacia el estómago. Está formado por varias capas que desde el exterior hacia el interior son la adventicia, la muscular (con fibras longitudinales y circulares), la submucosa (con tejido conectivo, vasos sanguíneos y glándulas mucosas) y la mucosa, que también contiene este tipo de glándulas. El alimento avanza por el esófago hacia el estómago mediante un movimiento muscular involuntario denominado peristaltismo, originado en la capa muscular. El peristaltismo -controlado por el sistema nervioso- supone una serie de contracciones y relajaciones del esófago, que en forma de ondas se desplazan hacia abajo y propulsan el bolo alimenticio hacia el estómago. Este proceso se ve facilitado por el moco secretado por las glándulas mucosas.

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Movimiento sin retorno
Gracias al peristaltismo, el alimento siempre avanza hacia abajo, por eso puede ir por los pliegues de los intestinos aún cuando estés en posición invertida o flotando en el espacio, libre de gravedad.

El estómago

El estómago es un saco hueco y elástico con forma de J, siendo la parte más ancha del tubo digestivo. Su superficie externa es lisa, mientras que la interna presenta numerosos pliegues que favorecen la mezcla de los alimentos con los jugos digestivos.

En este lugar las sustancias alimenticias permanecen almacenadas durante un tiempo antes de pasar al intestino en un estado de digestión avanzado.

Se encuentra compuesto por una región cardíaca, que limita con el esófago mediante un esfínter llamado cardias; una región media, llamada cuerpo o antro, y una región pilórica que comunica con el intestino a través del esfínter pilórico.

El estómago es musculoso, por lo que gracias a sus contracciones se completa la acción digestiva mecánica. Además, en él se realiza también parte de la digestión química, gracias a la acción del jugo gástrico secretado por las glándulas que existen en sus paredes.

Se sitúa en la zona superior de la cavidad abdominal, ubicado en su mayor parte a la izquierda de la línea media. La gran cúpula del estómago, llamada fundus, descansa bajo la bóveda izquierda del diafragma. El esófago penetra por la zona superior, o curvatura menor, a poca distancia bajo del fundus. La región inmediata por debajo del fundus se denomina cuerpo.

La porción inferior, o pilórica, se incurva hacia abajo, hacia adelante y hacia la derecha, y está formada por el antro y el conducto pilórico. Este último se continúa con la parte superior del intestino delgado, que es el duodeno.

Intestino delgado

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Peso saludable
Cada persona tiene un límite de peso adecuado para su salud. El incremento en el peso corporal va asociado con la cantidad de alimentos ingeridos y el nivel de actividad física realizada.

Situado en la cavidad abdominal, el intestino delgado es un tubo alargado y hueco con paredes más delgadas que las del estómago. Mide entre siete y nueve metros de largo, plegado varias veces. Se divide en tres partes: duodeno, o parte más cercana al estómago; yeyuno, o porción media; e íleon, tramo final.

Al igual que el estómago, el intestino delgado tiene músculos que, al moverse, hacen que los alimentos vayan avanzando. La pared interior del intestino delgado no es lisa, sino que presenta una gran cantidad de vellosidades intestinales, las que están irrigadas internamente por pequeños vasos sanguíneos.

El páncreas produce el jugo pancreático, y el hígado, la bilis. Estos dos jugos son vertidos al intestino delgado. La bilis ayuda a disolver las grasas, lo que facilita su asimilación. Mientras, el jugo pancreático completa la digestión de las proteínas y los azúcares, proceso que comenzó en el estómago, junto al jugo intestinal producido por las paredes del intestino delgado. Una vez digeridos los alimentos, sus componentes deben pasar a la sangre para ser distribuidos a todos los órganos del cuerpo. Cuando las enzimas digestivas han disociado las grandes moléculas de proteínas, polisacáridos, ácidos nucleicos y lípidos en unidades constituyentes, los productos son absorbidos por la pared del intestino, especialmente del delgado. Pequeñas fracciones en forma de dedo, llamadas vellosidades intestinales, cubren toda la superficie de la mucosa intestinal, cada una de las cuales contiene una red de capilares sanguíneos y un capilar linfático en su centro, al cual son transferidos los nutrientes.

La mucosa del intestino delgado también secreta la hormona secretina, que estimula al páncreas para producir las enzimas digestivas.

Actividad en el colon
La función principal del colon es convertir en heces el líquido del intestino delgado, llamado quimo. Los millones de bacterias del colon producen vitaminas K y B, así como los gases de hidrogeno, anhídrido carbónico, sulfuro de hidrógeno y metano. El recubrimiento del colon secreta mucus para lubricar el interior del intestino y facilitar el paso de las heces. Pero además crea anticuerpos que protegen el sistema contra posibles enfermedades, y corresponden a la inmunoglobulina A secretora.

El sodio, el cloruro y el agua son absorbidos a través del recubrimiento del colon y pasan a la circulación, de modo que las heces se hacen más secas.

En el tracto intestinal viven miles de millones de bacterias, que si se mantienen en esta parte del cuerpo son totalmente inofensivas para el individuo. Estos microorganismos se alimentan de la fibra no digerida de la materia fecal y ayudan a reducir así la cantidad de heces que se producen.

Intestino grueso

Una vez que han sido absorbidos los nutrientes, las materias restantes pasan del intestino delgado al grueso, dispuesto en el abdomen en forma de U invertida, de mayor diámetro y paredes mas gruesas que los segmentos anteriores.

El intestino grueso desemboca en el colon. A poca distancia de la terminación del intestino se encuentra un área denominada ciego de cuyo extremo sobresale una porción del tamaño de un dedo meñique, llamada apéndice. Desde la unión de los dos segmentos del intestino, el colon ascendente, como su nombre lo indica, se extiende en dirección vertical por el lado derecho del abdomen hasta llegar a nivel del hígado. En ese lugar cambia de dirección en ángulo recto y se denomina colon transverso, el que cruza la cavidad abdominal por debajo del hígado y estómago. Ya a la izquierda del abdomen, vuelve a doblarse en ángulo recto y a tomar dirección descendente (colon descendente) hasta llegar al recto.

El colon elimina productos digestivos de desecho, que el cuerpo excreta como heces por el recto y ano. Cuando la comida llega al colon, ya se han absorbido los nutrientes esenciales para las funciones del cuerpo.

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Formación de desechos y defecación

Aunque las materias que llegan al colon han perdido mucha parte de sus componentes, el conjunto todavía es líquido. Cierta cantidad de agua es absorbida en el intestino delgado, aproximadamente la equivalente a la aportada por la bilis y el jugo pancreático. La principal función del colon es absorber agua y reducir los desechos a consistencia semisólida. En el colon se producen también movimientos peristálticos, aunque de frecuencia más lenta. Cada cierto tiempo, los movimientos peristálticos más enérgicos impelen las materias hacia el recto, siendo más frecuentes después de haber comido, debido a un mecanismo reflejo por el cual la contracción del estómago estimula el vaciamiento del colon.

La defecación en parte es voluntaria, debido a la contracción de los músculos de la pared abdominal, del diafragma y a la relajación del esfínter externo del ano, y en parte involuntaria, dependiente de la relajación del esfínter interno del ano y de la contracción del intestino grueso y el recto, que impulsan las heces hacia el ano. La distensión del recto y el estímulo resultante de los nervios de sus paredes es lo que despierta el deseo de defecar.

Recto y ano

El recto forma parte del intestino grueso y está situado a continuación del mismo. Su forma es cilíndrica, excepto en su parte inferior, llamada ampolla. La parte terminal del intestino o recto mide unos 15 centímetros de longitud y debe este nombre a su forma casi recta.

La salida del recto se llama ano. Posee una longitud de trece centímetros y está cerrada por un músculo que lo rodea, el esfínter anal. En su interior presenta dos especies de válvulas (válvulas de Houston), una de las cuales (válvula de Kohlrausch) es bastante visible en el lado derecho. En su parte inferior hay una serie de repliegues curvilíneos, denominadas válvulas semilunares de Morgagni, separadas entre sí por las columnas del mismo nombre.

Por debajo del recto está el canal anal, de unos cuatro centímetros de longitud, revestido de crestas verticales llamadas columnas anales. En las paredes del canal anal hay dos fuertes hojas planas de músculos, llamados esfínteres interno y externo, que actúan como válvulas y que se relajan durante la defecación.

Hígado, páncreas y vesícula biliar

Si bien estos órganos no forman parte del sistema digestivo, sí se encuentran en estrecha relación con ellos.

El hígado es el órgano interno más grande. Tiene forma de cuña y se encuentra dividido en dos lóbulos. Su función es la de producir colesterol y bilis a partir de la descomposición de los productos de la grasa dietética. Usa aminoácidos, produce proteínas y almacena glucógeno, hierro y algunas vitaminas. Además, es el responsable de eliminar de la sangre las sustancias que pueden ser tóxicas para el organismo, transformándolas en elementos más seguros.

El páncreas está situado profundamente por detrás del hígado y del estómago, tiene forma alargada y se dispone transversalmente. Secreta el jugo pancreático, rico en enzimas que descomponen las proteínas, grasas, hidratos de carbono y ácidos nucleicos; así como también produce la insulina, hormona fundamental para la síntesis de la glucosa.

La vesícula biliar es un pequeño depósito en forma de pera que interviene en la digestión de las grasas y transporta al intestino la bilis producida por el hígado.

Sube la bilirrubina
La bilis es un complejo líquido amarillo-verdoso que contiene una mezcla de sales biliares, lípidos, colesterol y pigmentos variados, proteínas y sales minerales. El color amarillo se lo da la bilirrubina, formada principalmente por la descomposición de los glóbulos rojos que han llegado al final de sus cuatro meses de vida.

Un aumento de la bilirrubina en la sangre en vez de su excreción en la bilis, es la causa de la ictericia (pigmentación amarilla de la piel y mucosas, y de la esclerótica de los ojos).

El ser humano produce 1,5 litros de bilis al día. Esta bilis es recogida en los conductos hepáticos y llega a la vesícula biliar, donde espera a que se presente una comida. Se libera gracias a la acción de una hormona llamada colecistoquinina, que a su vez es liberada por el duodeno cuando hay comida en el estómago.

Los alimentos

alimentosEn términos generales, los alimentos proveen al ser humano de los nutrientes necesarios para mantener el equilibrio que el cuerpo necesita para mantenerse sano. Estos alimentos se clasifican en tres grandes grupos, que son los glúcidos o hidratos de carbono, los lípidos o grasas, y las proteínas.

Los primeros aportan gran parte de la energía que el organismo requiere, y de acuerdo a la complejidad de sus moléculas se dividen en polisacáridos, disacáridos y monosacáridos.

Los lípidos también generan energía, pero su acción requiere de más tiempo para producirse.

Las proteínas son fundamentales en todas las etapas de la vida, pero hacen más falta en la niñez y adolescencia, cuando el cuerpo se está desarrollando y necesita crecer.

Se debe considerar que en los alimentos consumimos otro aporte primordial para la vida: las vitaminas y sales minerales.

Las vitaminas son de dos tipos: liposolubles (solubles en lípidos) e hidrosolubles (solubles en agua). Aunque el organismo requiere pequeñas cantidades, si llegan a faltar se producen las enfermedades carenciales.

Las sales minerales más importantes son el sodio, hierro, fósforo, calcio y yodo. Intervienen en la composición de la sangre, la formación de huesos y dientes, y el funcionamiento de la tiroides, entre otros procesos.

Vitaminas esenciales para la vida
Vitamina A
Vitamina B
Vitamina C
Vitamina D
Vitamina E
Vitamina K
Ayuda a mantener el crecimiento del cuerpo y el funcionamiento de los tejidosLas vitaminas de este tipo intervienen en la división celular y el metabolismoInterviene en el desarrollo de los huesos, cartílago y colágenoEs esencial para la formación de los huesosProporciona oxígeno al organismo y retarda el envejecimiento celular, por lo que mantiene joven el cuerpo. Es vital para el metabolismo del hígado.Interviene en la coagulación de la sangre

Trastornos relacionados con el aparato digestivo

Muchos de los síntomas que se atribuyen a enfermedades del estómago pueden estar originados por trastornos psicosomáticos, enfermedades sistémicas generales o enfermedades de órganos vecinos, como el corazón, hígado o riñones. Además de las úlceras y el cáncer, las alteraciones gástricas incluyen: dispepsia (indigestión gástrica), gastritis y estenosis, fuera de las originadas por las cicatrices de las úlceras curadas.

En el caso de trastornos orgánicos (gastritis, úlceras) se establece un tratamiento, dependiendo del tipo de alteración específica. Así, se combina una dieta absoluta y blanda con algunos fármacos que bloquean la acidez. Se ha demostrado la existencia de una bacteria, llamada Helycobacter pilori, que vive en el estómago de algunas personas que presentan úlcera gástrica. Es resistente a la acidez del jugo gástrico y se piensa que es el agente causante del 70% de estas úlceras, debiendo tratarse con antibióticos.

Apendicitis

Es la inflamación del apéndice. Sus principales síntomas son: dolor en el lado derecho del vientre (bajo la línea que une el ombligo con la cadera), acompañado por vómitos, estreñimiento o, rara vez, diarrea.

Peritonitis

Es la inflamación del peritoneo (una membrana que recubre la cavidad abdominal), por acción de bacterias patógenas provenientes de la ruptura del apéndice (apendicitis mal cuidada) o por la perforación del estómago.

Úlcera gastroduodenal

Las úlceras son heridas que se producen en la mucosa del estómago o el duodeno, a raíz de un aumento de las secreciones gástricas estimuladas por tensiones nerviosas, bebidas alcohólicas, ajetreo de la vida moderna y comidas abundantes o condimentadas.

Colon irritable

Es un trastorno de consulta muy frecuente en la actualidad. Consiste en una alteración motora del tubo digestivo como resultado de cuadros tensionales, angustia y estrés.

Se caracteriza por dolor o malestar abdominal que habitualmente se alivia después de las defecaciones, y que es más frecuentemente percibido en la parte inferior izquierda del abdomen, e incluso, en algunos, casos irradiado hacia la espalda. Hay alteraciones en el hábito intestinal, pudiéndose presentar estreñimiento, diarrea o episodios alternados de ambos. Es usual además que se presenten deseos de evacuación intestinal después de comer, aumento en la producción de gases e hinchazón abdominal.

Aunque no se conoce el origen específico de esta alteración en la motilidad digestiva, se relaciona estrechamente con el aumento del estrés.

Principales signos que caracterizan una alteración digestiva

Vómito

Consiste en la expulsión brusca, por la boca, del contenido gástrico y, a veces, también del intestino. Los músculos abdominales se contraen con fuerza, elevando la presión abdominal, que empuja el contenido estomacal, lo impulsa hacia el esófago, y luego es expulsado por la boca.
El vómito prolongado puede provocar deshidratación grave, y otros problemas que requieren de asistencia médica.

Estreñimiento o estitiquez

Retardo de la defecación. La causa de esta demora puede ser patológica, como tumores o inflamaciones de la pared intestinal, aunque dentro de sus orígenes más frecuentes, hoy en día, están el estrés, las dietas incorrectas, la ingestión de medicamentos como antidepresivos, y la vida sedentaria.

Diarrea

Es la defecación frecuente de materias generalmente líquidas. Se debe al paso anormalmente rápido de las heces por el intestino grueso, sin tener el tiempo suficiente para la absorción del agua. Las causas pueden ser bacterias patógenas, sustancias químicas, trastornos nerviosos o una irritación provocada en las paredes intestinales por los alimentos no digeridos.
Una diarrea prolongada puede traer como consecuencia una deshidratación.

Aparato excretor: recolectores en acción

Los alimentos que ingerimos tienen ciertos componentes que para el cuerpo humano resultan definitivamente inasimilables y que, por tanto, deben separarse antes de ser consumidos. El sistema digestivo expulsa los restos de la digestión mediante las heces, y el sistema respiratorio libera lo sobrante de la respiración a través de los pulmones. Sin embargo, existe otro mecanismo de eliminación de desechos, muy complejo, diseñado para “barrer” los productos resultantes de la actividad celular: el aparato excretor.

Este aparato está regido por un par de órganos llamados riñones, que se sitúan en la parte inferior y a ambos costados de la columna vertebral. Tienen forma de poroto, miden diez centímetros de largo, su coloración es roja oscura y pesan 150 gramos cada uno.

Están formados por millones de pequeños tubos uriníferos que forman un sorprendente sistema de filtraje.

Funcionamiento

La arteria renal es la encargada de hacer llegar la sangre al riñón, que se difunde por todos los tubos uriníferos o nefrones (a través de los vasos capilares) y deja en ellos los residuos contenidos en ella.

La sangre concentrada permanece en los glomérulos, y a medida que avanza en el tubo urinífero va recibiendo el aporte de agua y los productos útiles, hasta que al llegar al final del recorrido recupera su composición original y libre de desechos, saliendo luego por medio de la vena renal. Los productos residuales disueltos en agua se vierten en la vejiga urinaria, y de allí son excretados en un líquido llamado orina.

Junto con la función de retirar de la sangre los productos de desecho, los riñones ejercen otros importantes procesos, como regular el volumen, composición y acidez de la sangre y mantener el equilibrio acuoso del cuerpo.

 

 

Fundación Educativa Héctor A. García