Definición y áreas de interés        Proyecto Salón Hogar

 

Economía    

>>> Glosario de Economía

>>> Diccionario de Banca y Valores  

Siguiente >>>

 

Al igual que sucede con casi todas las disciplinas científicas, no existe una única definición de Economía que satisfaga a todos los economistas y que pueda sintetizar perfectamente el variado campo de interés de esta ciencia. Surgida como una reflexión particular dentro de los campos de la filosofía política, moral y social, la ciencia económica ha atravesado por una serie de etapas que muestran los diferentes problemas considerados como centrales en cada época.

La ciencia económica, como disciplina que estudia la conducta de seres humanos en relación mutua, debe considerarse como una ciencia social. Por lo mismo, ella está ligada -más o menos estrechamente, según el enfoque que se siga y el problema concreto que se esté estudiando- a otras disciplinas del campo humano y social: al Derecho, por cuanto la actividad económica sólo puede existir dentro de un marco normativo determinado, que hace posible y condiciona los intercambios entre los seres humanos; a la Psicología, por cuanto implica el estudio de las escogencias que hacen los hombres y las reacciones típicas de los mismos cuando procuran maximizar su utilidad en condiciones de incertidumbre; a la Lógica, las Matemáticas y la Estadística, por cuanto busca presentar sus conclusiones de modo formal, adoptando el lenguaje riguroso y los procedimientos racionales de estas disciplinas; a la Política, la Sociología y la Historia, por cuanto la comprensión acabada de los fenómenos y procesos económicos debe integrar el conocimiento de la sociedad dentro de la cual éstos se desenvuelven, muchas veces en una perspectiva temporal de larga duración.

Historia de la Ciencia económica

A raíz de las aportaciones de la escuela neoclásica (s. XIX), el significante Economía sustituye al de Economía política con el propósito de encuadrar esta disciplina en el campo de las ciencias empíricas (según la clasificación de Di Fenizio, 1961). Actualmente los términos Economía, Economía Política y Ciencia Económica se utilizan indistintamente, aunque no existe unanimidad con respecto a su sinonimía; hay partidarios de identificar Economía Política con el estudio de las relaciones entre grupos o clases sociales y se restringe Economía al de las fuerzas que rigen el intercambio de equilibrio entre sujetos.

A lo largo de la Historia Económica se ha abordado el problema de la definición de la Economía desde diferentes puntos de vista: los economistas clásicos la designaban como una ciencia orientada al estudio de la formación y distribución de la riqueza: así, Stuart Mill (s. XIX) la definió como la "ciencia que estudia la riqueza y las leyes de su producción y de su distribución". Posteriormente se reclamó un mayor alcance para esta disciplina, de forma que para Alfred Marshall (s. XIX - XX) es el "estudio de la Humanidad en las ocupaciones ordinarias de la vida, y que examina aquella parte de la acción individual y social que pueda tener más estrecha vinculación con la obtención y el uso de los artículos materiales necesarios para el bienestar". En otro sentido, ya en el siglo XX Robbins afirma que "la economía comprende la conducta humana como relación entre fines y medios escasos con usos alternativos". La actividad económica es aquella actividad dirigida a la satisfacción de las necesidades humanas empleando medios escasos con arreglo al principio de máximo aprovechamiento de los recursos.

Con la pretensión de integrar estas discrepancias en un término comprensivo, es habitual referirse a esta ciencia como el estudio de las formas en que las sociedades deciden la administración de unos recursos escasos, susceptibles de usos alternativos, con el fin de satisfacer el conjunto de las necesidades humanas cuyo caracter es ilimitado. Ello responde a la constatación de que en toda sociedad se plantean tres problemas fundamentales, que son: qué -y cuánto- producir (decisión de producción), cómo hacerlo (decisión de asignación de recursos) y para quién (decisión de distribución); el modo en que se articulan las decisiones en torno a dichos problemas es lo que se conoce como Sistema Económico.

Según la mencionada clasificación de Di Fenizio, la economía, como disciplina perteneciente al grupo de las ciencias psico-sociales o del hombre, es un saber empírico de tipo no experimental, rasgos éstos que la hacen partícipe de la distinción entre las vertientes positiva y normativa del conocimiento. En este sentido, mientras que la economía positiva se corresponde con la descripción, desentrañamiento y predicción de los hechos de naturaleza económica que acaecen en el mundo (campo del "ser"), la economía normativa versa sobre las recomendaciones éticas que orientan el quehacer científico hacia el logro de lo deseable (campo del "deber ser"). Y por otra parte, a pesar de ser cierto que la presencia de esta disyuntiva es característica de todas las ciencias sociales, la observación del ejercicio de la práctica científica por los economistas constata que las preocupaciones éticas no han dejado nunca de subyacer en sus planteamientos.

De este modo, si para los fisiócratas y Adam Smith ambas posturas habían de venir unidas en un todo enmarcado en la doctrina de la ley natural, con Malthus y Ricardo comienza este proceso de separación que posteriormente economistas como Steuart, Bentham, Stuart Mill, Senior o McCulloch explican claramente, al asignar un rasgo científico a la economía, de carácter positivo y libre de juicios de valor, y reservan la cualidad de arte para todo aquello que, en relación a la misma, tuviese que ver con la formulación de fines o recomendaciones. Siguiendo a Fernández Díaz, Parejo Gámir y Rodríguez Sáiz (1989) "el verdadero origen de la controversia se da en la economía Neoclásica", pues pueden diferenciarse tres corrientes:

a) la de Marshall y Edgeworth, que propugna la separación de lo científico-positivo frente a lo ético-normativo;
b) la de Walras, que defiende la no existencia de tal separación y
c) las tesis de la "Economía del Bienestar", que pretenden objetivizar tanto lo positivo como lo normativo.

En el siglo XX la posición de Robbins (1932) llevaba a este autor a optar por el establecimiento de una ciencia "éticamente neutral", en la que el economista no se planteara la consecución de los fines que le vienen dados, sino la elección de los medios de que dispone para conseguirlos. Más adelante, en la década de los sesenta, la oposición de Friedman frente a Myrdal revitaliza la controversia: si para el primero la economía es y debe ser positiva, su adversario lo rebate con el argumento de que los juicios de valor son inherentes y no pueden abstraerse de la ciencia. Sin embargo, Friedman no descarta que entre ambas posturas haya una relación estrecha, ya que aunque admite que la economía positiva debe permanecer separada de los juicios de valor, observa que lo contrario no es posible, puesto que cualquier posición política habrá de estar basada en la economía positiva.

En cuanto a los juicios de valor, la omnipresencia de éstos se explica por el hecho de que las ciencias sociales no admiten el procedimiento de experimentación en el laboratorio, razón por la que se abren las puertas a un mayor predominio de los aspectos ideológicos. Hutchinson distingue tres tipos de juicios de valor:

a) los precientíficos: presentes en todas las ciencias e inevitables, son aquellos que condicionan la elección de los ámbitos de estudio y los criterios inductivo o deductivo);

b) los poscientíficos: aquellos que se incorporan a la teoría después de formulada ésta y que se manifiestan en las aplicaciones prácticas de la misma, que deben ser, si es posible, objetivados, y

c) los de carácter ideológico: éstos intervienen tanto en lo positivo como en lo normativo a la hora de la elección de una u otra teoría para la explicación de un fenómeno, en el proceso de contrastación de las hipótesis y también en el manejo de los datos empíricos escogidos para realizar dicha contrastación.

Sistema económico

Lindbeck considera que un sistema económico es el conjunto de instituciones y mecanismos necesarios para la adopción de las decisiones de inversión, producción y consumo en una economía social. En definitiva, se trata de la forma de encajar los problemas del qué, como y para quién producir: qué bienes y en qué cuantía, con qué técnicas y combinaciones de factores productivos y con destino a qué agentes económicos. Así, un sistema económico se puede descomponer en cuatro aspectos primordiales:

a) La estructura de la información: responde al modo en que se genera, se transmite y utiliza la información por los agentes económicos, ya que se entiende por información el corpus de conocimientos relevante para la adopción de decisiones. En esta parcela cobra importancia la dispersión de la información entre los diferentes sujetos participantes: a mayor dispersión de la información entre los agentes habrá más cantidad de información disponible que redundará en una mayor eficacia del sistema.

b) La estructura de la toma de decisiones: es el modo en que el poder, para la toma de decisiones, se encuentra repartido. Según Galbraith dicho poder está asociado a la posesión de factores productivos escasos (tradicionalmente, los terratenientes eran quienes tomaban las decisiones productivas, después los empresarios, etc).

c) La estructura del sistema de incentivos: los incentivos son el conjunto de recompensas y penalizaciones que perciben los agentes del sistema como consecuencia de sus actuaciones económicas. El análisis del sistema de incentivos es crucial para entender el modo en que un sistema económico está estructurado, puesto que las actuaciones de los individuos dependen en gran medida del carácter y vigorosidad (pecuniario, psicológico, legal) de tales incentivos.
En particular, es de gran importancia el carácter de racionalidad de los incentivos: un sistema se define como sistema racional de incentivos, si en él se establece una relación directa y adecuada entre la recompensa o penalización que el individuo experimenta a raíz de su comportamiento y el beneficio o perjuicio que se produce en la sociedad como consecuencia del mismo.

d) La estructura de la coordinación de decisiones: para que un sistema económico sea viable es preciso que exista una cierta coordinación o cooperación entre los agentes, que haga compatibles las actuaciones de los mismos. Las formas de coordinación de decisiones han sido la costumbre (sistema que se basa en las formas experimentadas por la tradición, característico de las culturas primitivas), la autoridad (existencia de un órgano planificador que transmite las decisiones en forma de órdenes jerarquizadas, propio de las economías comunistas de planificación centralizada) y el mercado.

La economía de mercado está regida por la propiedad privada de los medios de producción y el sistema de mercados y precios, a través de los siguientes principios:

a) la soberanía del consumidor: los consumidores son capaces y libres de decidir sus deseos de consumo y de revelar sus preferencias, mediante el sistema de precios, pues se paga más por aquellos bienes y servicios que se desea en mayor grado;
b) el principio de la escasez: los agentes exigirán precios más elevados por la prestación de los factores productivos más escasos, y
c) el principio de la maximización de beneficios: el que las empresas tengan como objetivo la maximización de beneficios contribuye a que se produzcan los bienes más útiles - esto es, los que son más valorados por el consumidor y que, debido a ello, alcanzan alto precio en el mercado - a los menores costes posibles - y si éstos miden el sacrificio social de producir los bienes, tanto más beneficioso será para la sociedad producirlos siguiendo este criterio.

Los sistemas económicos se pueden, tradicionalmente, clasificar atendiendo a la propiedad de los medios de producción (si ésta es pública o privada) y al modo de coordinación de las decisiones (mercado o autoridad). Así, aparecen cuatro tipos de sistemas:

a) Capitalismo puro: en este sistema la propiedad es privada y la asignación y distribución se realizan por el mercado (salvo los bienes públicos suministrados por el estado). Es la forma de organización de las economías de mercado occidentales.
b) Socialismo planificado: el estado posee los medios productivos y toma directamente las decisiones de asignación y distribución. Es la forma de organización adoptada por los países de régimen marxista-leninista.
c) Economía de dirección central capitalista: la propiedad privada convive con un grado de coordinación pública considerable. Suele ponerse como ejemplo el modelo seguido en el proceso de expansión de la economía japonesa.
d) Socialismo de mercado: el estado posee los factores productivos, pero utiliza el mercado para las decisiones de asignación y distribución. Este método, prácticamente extinguido en la actualidad, fue el que se empleó en países como la antigua Yugoslavia y Hungría.

A pesar de la utilidad de estas clasificaciones, es cierto que esta compartimentación es a todas luces insuficiente. A estos efectos, Lindbeck propone un método de clasificación multidimensional que consiste en plantear unas variables, cuyo grado de cumplimiento en una economía determinada permita conocer el "perfil caracteriológico" de la misma. Cada una de dichas variables o dimensiones plantea dos polos opuestos, entre los que debe situarse a la economía en cuestión y se parte de la consideración de que las respuestas a cada uno de los apartados propuestos son independientes entre sí. Estas variables son:

1. Centralización frente a descentralización: un sistema será tanto más centralizado cuanto más reducido sea el número de centros con capacidad de decisiones económicas, y viceversa.

2. Planificación frente a mercado: responde al modo de coordinación de decisiones que hemos visto anteriormente.

3. Propiedad pública frente a privada: la propiedad no puede entenderse en sentido absoluto, es decir, el número de bienes y su peso específico poseídos por el estado y los particulares, sino que habría que hablar de grados de propiedad y, sobre todo, de si la definición de los derechos de propiedad por el ordenamiento jurídico está orientada o no a la eficiencia del sistema. A título de ejemplo, se cita la necesidad de que el derecho de expropiación esté supeditado realmente al interés general de los ciudadanos.

4. Órdenes frente a incentivos: se pone en cuestión el hecho de si los agentes económicos actúan respondiendo a órdenes o se mueven por un sistema de incentivos racional. El sistema de incentivos tiene por objeto estimular el esfuerzo y dedicación de los individuos en sus tareas, inducir a la formación y cualificación del capital humano y permitir que cada individuo realice aquellas tareas para las que está mejor capacitado o interesado. La racionalidad del sistema de incentivos permite la maximización del bienestar en todo sistema económico, al equiparar la recompensa (o penalización) personal con la satisfacción (o perjuicio) pública.

5. Poca o mucha competencia: se entiende por competencia la disputa de dos o más agentes económicos para realizar una prestación determinada: los trabajadores se disputan un puesto de trabajo y los empresarios, un lugar en el mercado. Para que el grado de competencia sea elevado es preciso que un sistema de incentivos sea fuerte. Se admite que es deseable una competencia elevada entre empresas (por razones de eficacia en la realización de las actividades productivas o de servicios) y no existe unanimidad sobre el nivel óptimo de competencia entre individuos. Se argumenta que un exceso de competencia en este sentido introduce cotas de deshumanización que, además de volverse en contra de los individuos, acaban perjudicando la eficacia.

6. Autarquía frente a internacionalización: el grado de dependencia comercial frente al exterior es un rasgo importante para caracterizar un sistema económico.

El método de Lindbeck, para determinar las características de una economía, consiste en ver de qué modo un país se sitúa en cada una de las alternativas propuestas en los apartados citados; para ello, se elabora una tabla en la que en un extremo se colocaría el primer aspecto, nombrado en cada uno de los seis apartados anteriores, y en el otro extremo se ponen los citados en segundo lugar. Posteriormente, se otorga una puntuación al nivel de cumplimiento o predominio de cada aspecto mencionado, se unen verticalmente los puntos que resulten y se obtiene el perfil característico de la economía o sistema económico de un país. Los resultados muestran que cada economía tiende a situarse hacia un lado u otro de la tabla, con lo que la independencia de los apartados establecidos es discutible.

En un sentido amplio, el cometido de todo sistema económico es la satisfacción de los objetivos sociales, mediante el empleo eficaz de los recursos limitados de que dispone. En este proceso, la primera cuestión que se plantea es la decisión relativa a la cuantía y proporciones de los bienes y servicios que es necesario producir (qué y cuánto se ha de producir) y se conoce como determinación de la estructura de la producción, o, en palabras de Knight, elección social. La decisión tomada en este sentido es de gran importancia, puesto que expresa la escala de valores que existe en cada sociedad.

Una vez determinados los objetivos productivos (qué y cuánto ha de producirse) el paso siguiente es resolver el problema de la asignación de los recursos (cómo se ha de producir). La asignación u organización de la producción consiste en la combinación efectiva y eficiente de los factores productivos disponibles (los recursos naturales, el capital y el trabajo). Para ello, se ha de contar con infraestructuras destinadas a la producción directa, establece los mecanismos comerciales, medios de transporte y comunicaciones y recursos financieros para acometer las inversiones de producción.

La combinación de los factores productivos ha de ser eficaz, técnica y económicamente; que en los centros de producción se combinen los factores y técnicas de producción adecuados, cualitativa y cuantitativamente y tener en cuenta su coste relativo (eficacia en la asignación). Los costes están, en buena medida, determinados por la escasez de los factores, las preferencias sociales enunciadas en el apartado anterior, la concentración de la propiedad de determinados factores estratégicos o el nivel de riqueza existente en la economía. Entre los varios criterios de optimización, enunciados por los economistas para la asignación, merece destacarse el de Pareto (Óptimo de Pareto): la asignación productiva es óptima si no es posible reasignar los recursos de forma que se aumente o mejore la provisión de algún bien o servicio, sin que implique reducir o empeorar la provisión de otro de ellos.
La distribución del producto (para quién se ha de producir) puede establecerse como una relación de intercambio entre los agentes económicos y la sociedad: los propietarios de los factores productivos deben ser retribuidos por la prestación de los mismos al proceso de producción social. Básicamente la retribución de los factores tiene lugar en forma de salarios (retribución del trabajo), beneficios e intereses (retribución del capital) y rentas de la propiedad (retribución de los recursos naturales). El sistema será más eficaz si la desigualdad de la retribución es debida a la eficacia con que se desempeñan las tareas productivas.
Aparte de estas funciones, todo sistema económico se plantea la consecución de niveles crecientes de prosperidad y en las economías actuales el desarrollo y crecimiento económicos son un objetivo impuesto desde las instituciones. Para Knight las formas de progreso económico son: el crecimiento de la población y la mejora del nivel de vida (educacional, cultural y material), la acumulación de los medios materiales de producción (por medio de avances tecnológicos o el descubrimiento de nuevos recursos naturales), y las mejoras en los procesos técnicos u organizativos de las empresas.

Otra serie de cuestiones, a las que un sistema económico debe dar respuesta, son: qué recursos se debe destinar a la producción actual (bienes de consumo) frente a la producción futura (bienes de capital); qué recursos emplear para la producción de bienes de uso privado frente a bienes de utilización pública (bienes públicos) o, cómo ha de producirse la distribución del tiempo entre el trabajo y el ocio. La decisión de las cuestiones planteadas se efectúa de distinta manera en los distintos sistemas económicos (economía de mercado, economía planificada, etc.).

 

Siguiente>>>

Fundación Educativa Héctor A. García