1898 Los Documentos de Puerto Rico

 

O b r a    d i s e ñ a d a   y   c r e a d a   p o r   H é c t o r  A.  G a r c í a

 

El Regimiento Fijo de Puerto Rico 1741-1815

 

Por el Coronel Héctor Andrés Negroni

 

Extracto de su libro (pp 129-134) Historia Militar de Puerto Rico. Ediciones Siruela, Madrid, España, 1992.

 

(Las notas bibligráficas en el texto siguen el siguiente formato: el primer número corresponde al número del libro en la bibliografa, el segundo número (romano) indica el volumen, mientras que el último número corresponde a la(s) página(s) donde se encuetra la materia).

 

El Fijo (1741-1815)

Desde 1739 se habían estado haciendo gestiones para reglamentar la guarnición de Puerto Rico, que hasta esa fecha consistía en "dos compañías de infantería" con supuestos efectivos de cerca de 400 hombres.

Como hemos visto, la distancia que separaba a Puerto Rico de España y la aparente indiferencia del gobierno de la Península habían causado grandes problemas para mantener en Puerto Rico una fuerza regular efectiva.

El 28 de febrero de 1741 se publicó una Real Orden en España en la cual se le comunicaba al Gobernador y Capitán General Matías deAbadía que Su Majestad había mandado a publicar un Reglamento para la Guarnición de la Plaza de Puerto Rico, castillos, y fuertes de su jurisdicción con fecha de 12 de febrero del mismo año. Según lo dispuesto por este Reglamento, la guarnición de Puerto Rico quedaría compuesta por un batallón de infantería de cuatro compañías con 84 plazas cada una y una compañía de artilleros con 64 plazas para una guarnición total de 400 hombres (21:IV:138-140).

Inicialmente se le dio el nombre de "Batallón de Veteranos" al recién creado batallón pero al año siguiente se comenzó a conocer como el "Batallón Fijo" o simplemente "El Fijo".

Una de las características más importantes de esta unidad era el hecho, que permitía el alistamiento de "hijos del país" en sus filas. De acuerdo al artículo12 del citado Reglamento:

"Considerando la dificultad que ay en los Reclutas, y en consequencia de la gran confianza que tengo en el zelo, valor, y destreza de los naturales de la Isla, y Ciudad de Puerto Rico: Permito, que en cada Compañía de Infantería del Batallón, y en la de Artilleros, aya la mitad de Soldados, hijos de la misma Isla, que sean descendientes de Españoles, con la calidad de que sean solteros, no exerzan ningún Oficio, debiendo aloxarse, como todos los demás, en Quarteles, y hacer el servicio de la propia forma, que los Soldados nacidos en España" (57:247-248).

Además del Fijo, Puerto Rico contaba con tropas peninsulares que venían destacadas a Puerto Rico según las condiciones lo ameritaban. A estas tropas, que variaban desde piquetes y compañías hasta regimientos completos, se las conocía como "tropas de refuerzo". Además del Fijo y las tropas de refuerzo peninsulares se contaba con el apoyo militar de las numerosas compañías de Milicia Irregular Urbana creada por el gobierno en 1692 para resolver, en parte, la crisis militar-económica por la cual atravesaba Puerto Rico en esos tiempos.

Desgraciadamente no podemos decir que la creación del Fijo resolvió los problemas de guarnición, pues su inefectividad militar quedó expuesta varias veces. Durante el período de gobernación del Gobernador Colomo (1744-1760) se pasó revista varias veces a este cuerpo quedando el gobernador sorprendido por las "pésimas condiciones defensivas" de la plaza, añadiendo en su informe que dos tercios del batallón Fijo no tenían necesidad de cuarteles por estar los soldados casados con mulatas, descuidando el necesario entrenamiento militar y holgando mientras cobraban sus sueldos (11:223).

El Gobernador declaró también que había pocas piezas de armamento existente y, de éstas, pocas funcionaban. Además, el vestuario de cada uno era el suyo propio y de diferente color y calidad(102:176).

Encontramos que para el 1759 todavía existían las cinco compañías del Fijo, pero para esta época apoyadas por 66 compañías de Milicia Irregular Urbana, con un efectivo de 5,611 hombres, de acuerdo al Gobernador Bravo de Ribero (21:VI:377-384).

El 24 de febrero de 1761 llegaron de España dos compañías de los regimientos de Aragón y de España. Este refuerzo fue, al igual que los anteriores, adscrito al Fijo (18:xxix). Cinco años más tarde, el 8 de abril de 1756, llegó a Puerto Rico el célebre Mariscal O'Reilly sobre quien ya hablamos con relación a la reforma que instituyó en las milicias. Como comisario regio "encargado de informar extensamente sobre las condiciones defensivas de la plaza y las necesidades de los vecinos", O'Reilly emprendió sus obligaciones con vigor. Ya que está fuera de lugar en este estudio comentar sobre las reformas político-económico-sociales de O'Reilly nos ceñiremos a repasar su reforma militar. De más está decir que no puede haber reformas militares sin reformas ancilares en todos los ámbitos de nuestra vida insular.

El cuadro patético que encuentra O'Reilly a su llegada no lo amedrentó en lo más mínimo y su voluminosa correspondencia da testigo de sus esfuerzos. Encontramos comentarios sobre la falta de vestimenta, "cada uno compraba lo que quería"; la falta de entrenamiento, "dabanlos oficiales por disculpa de su omisión, que esperando de día en día quien les enseñase el nuevo no habían practicado el antiguo"; y la falta de disciplina, "los sargentos atendían únicamente al cuidado de sus familias y hasta los oficiales entregados a su comodidad e intereses ponían todo su conato en hacer valer sus empleos". Comentando el estado defensivo general nos dice O'Reilly que:

"Esta disciplina y calidad de tropa, mal correspondía al crecido haber que recibía y al importantísimo objeto confiado a su valor y a su celo. Era la única defensa que tenía S.M. para la conservación de la más preciosa Isla de América en cuya fortificación, tropa y demás obligaciones lleva ya gastados muchos millones" (43:IV:93-94).

O'Reilly eliminó todos los inválidos, inútiles e indeseables del Fijo y el batallón quedó reducido a 274 hombres, ¡casi la mitad! Decretó también un vestuario que consistía de un uniforme de bramante con vuelta azul, botones dorados y sombrero de galón. Mandó a recoger también todo el armamento disperso y acuarteló la tropa eliminando así el "arranchamiento".

Otro de los resultados importantes de esta visita fue el Reglamento o Instrucción que le envió el Rey al Gobernador de Puerto Rico. Una simple mirada a la Instrucción nos muestra la importancia militar que la isla tenía para la Madre Patria. La preponderancia de artículos militares sobre los de carácter político es obvia. Este Reglamento contiene 23 artículos para la tropa veterana, seis artículos sobre artillería, siete artículos sobre fortificaciones, diez artículos sobre la milicia, siete artículos sobre la conducta de la guerra en Puerto Rico, y solamente 11 artículos que tratan sobre el gobierno político... es decir, de 64 artículos solamente el 15 % son de gobierno político. Quién puede dudar que el militarismo en Puerto Rico era el aspecto más importante de nuestra historia (102:182).

Como resultado también de la visita alejandrina se publicó una Real Orden el 20 de septiembre de 1765 por la cual se aumentaba la guarnición de la plaza a dos batallones de infantería y una compañía de artilleros. Con tal propósito se destinó a Puerto Rico el Regimiento de León, que llegó a nuestras playas al año siguiente (72:57).

En el 1768 se ordenó el reemplazo del Regimiento de León por el Regimiento de Toledo. Éste a su vez fue reemplazado por el Regimiento de la Victoria en 1770. En el 1774 se decidió aumentar la guarnición así como cubrir todas las plazas vacantes. Con tal fin vino a Puerto Rico el Regimiento de la Corona. En el 1776 llegaron a San Juan seis compañías del Regimiento de Bruselas, y en el 1780 llegaron 500 veteranos como refuerzo para la guarnición ya que se temían hostilidades con Inglaterra (18:xxix). Para el 1782 la guarnición de esta isla, de acuerdo a Abbad, consistía regularmente de "dos regimientos de infantería española y una brigada de artilleros", añadiendo que las milicias alcanzaban 3,000 hombres de infantería y 500 de caballería. Menciona también que las milicias fácilmente podrían aumentarse a 10,000 (1:105).

Para el 1783 había en San Juan 892 infantes del Regimiento de la Victoria, 778 infantes del Regimiento de Bruselas y un cuerpo de artillería con 74 artilleros y 10 minadores para un total de 1,764 efectivos militares regulares (18:xxix).

El Regimiento de Nápoles llegó a Puerto Rico en el 1784 y tres años más tarde pasó a formar parte del Fijo por un año.

El 18 de agosto de 1789 se publicó una Real Orden por medio de la cual el Fijo recibió un Reglamento y se aumentó su fuerza hasta formar un regimiento de dos batallones con cinco compañías cada uno (11:237). El aumento de fuerzas obedeció al hecho de que un año antes se había ordenado el traslado del regimiento de Nápoles a La Habana mermándose así los efectivos del Fijo (57:249). También como medida de apoyo se ordenó el destino a Puerto Rico del Regimiento de Cantabria con 1,366 veteranos en 1790.

En el 1792 varias tropas del Fijo de Puerto Rico fueron enviadas a pelear en la isla de La Española y al terminar su actuación en el 1793 regresaron a Puerto Rico acompañadas del Fijo de Santo Domingo, que quedó agregado al nuestro como un tercer batallón.

El 8 de septiembre de 1792 tuvo lugar una reunión de la Junta de Generales en la cual se acordaron nuevos planes defensivos para Puerto Rico. Según el plan de defensa, la guarnición de Puerto Rico en tiempo de paz consistiría de 2,702hombres, 125 piezas de artillería y 24 lanchas cañoneras (la fuerza sutil). En tiempo de guerra la guarnición aumentaría a 3,224 hombres por refuerzo y reclutamiento.

En el 1795 tuvo lugar una reorganización del Fijo fijándose la guarnición en 2,063 hombres de infantería más una brigada de artillería de 420 hombres (190 de los cuales eran nativos).

Para la fecha de la invasión inglesa de 1797, Puerto Rico puso bajo armas un total de 16,000 hombres de infantería y 500 de caballería, contando las milicias. De este número, las únicas fuerzas regulares que participaron en la acción fueron los miembros del Fijo (62:95).

El 3 de septiembre de 1799 llegó de refuerzo para el Fijo de Puerto Rico el 3er batallón del Regimiento de Africa con 505 hombres (25:III:124). Este refuerzo estuvo en Puerto Rico poco tiempo pues el 1 de octubre de 1801 salió de la isla (25:III:130).

El 20 de mayo de 1803 la brigada de artillería quedó compuesta por dos compañías de veteranos y dos compañías de artilleros segundos (25:III:135).

En cumplimiento de una Real Orden en 1804 el Fijo quedó reorganizado en un regimiento de tres batallones con un total de 1,396 plazas. Este número era 714 hombres menos que el complemento oficial autorizado de 2,110 plazas (25:III:133).

Además de haber participado en Santo Domingo en 1792 y en la defensa de Puerto Rico en 1797, el Fijo se cubrió de gloria nuevamente en Santo Domingo durante el período de 1809 hasta 1812, así como en las guerras de independencia de Venezuela, donde estuvo destacado en campaña hasta su extinción en el 1815. En ese año el Rey FernandoVII se enteró de las protestas puertorriqueñas en contra del empleo del Fijo en Venezuela y decretó la disolución de este venerable y valiente cuerpo.

El Secretario de Gobernación de Puerto Rico, don Pedro Tomás de Córdova, abogó por el restablecimiento del Fijo con estas palabras:

"Otra de las medidas que también estimo política, económica y útil es el restablecimiento del Regimiento Fijo de la Isla, porque de adoptarla se quitará a los puertorriqueños el sentimiento que han formado con la estinción de un cuerpo que se había conducido con la mayor delicadeza, lealtad y bizarría; de un cuerpo que había cooperado a la defensa de la isla cuando la invasión de los ingleses en 1797; que pasó en mucha parte a la reconquista de Santo Domingo; que algunos destacamentos de él se habían portado brillantemente en Costafirme; y por último que toda la fuerza que le componía fue destinada a las órdenes del general D.Pablo Morillo, quedando al fin estinguido con perjuicio de Puerto-Rico del buen nombre del Regimiento y de la isla. No se ha podido desimpresionar a los puertorriqueños que la estinción de este cuerpo veterano no tuvo por causa la desconfianza que suponen; y es preciso conocer su carácter pundonoroso para graduar hasta que estremo se creen lastimados por la estinción del Regimiento. El establecimiento, pues, del Fijo conviene para acallar los clamores de la isla, y porque de su formación han de resultar ahorros al Erario y ventajas a los hijos del país, que hallarán una carrera más que seguir inmediatos a sus familias. Muchas carecen en Puerto-Rico de medios para mantener sus hijos en esta Península, hallándose privadas por esta causa de emplearlos en la carrera de las armas. Si este pensamiento fuese adaptable y mereciese acogida, sería muy fácil su realización con la poca fuerza que queda en la isla del regimiento de Granada, los oficiales del Fijo que deseen volver a sus banderas, y con que de las milicias regladas se sacase un número de plazas proporcionado por compañías, para poner bajo un pie regular al nuevo cuerpo, reemplazándose después de la Península, si se creía conveniente, y a fin de evitar en lo posible se distrajesen los labradores del campo. Instaré sobre esto siempre que pueda, porque palpo los beneficios que han de resultar de llevarse a efecto, y porque la existencia del Fijo no priva de que en la isla haya otro cuerpo peninsular, en caso de estimarse necesario para su defensa, o para auxiliar a cualquier punto inmediato. Hace tres años que se estinguió el Regimiento, y el mismo tiempo hace que no han cesado las quejas, los lamentos, recursos y esposiciones, y no cesarán hasta que se vean reintegrados a la posesión de un cuerpo que siempre vieron como el símbolo de su lealtad" (21:IV:179).

Así escribía Pedro Tomás de Córdova en 1818. Sus gestiones, así como las gestiones de otros muchos, fueron en vano. La desconfianza de la metrópoli quedaba subrayada con este innoble acto.

Bibliografía

1. Abbad y Lasierra, Fray Íñigo: Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Butista de Puerto Rico (1778), Editirial Universitaria, 1959.

11. Cadilla de Martínez, María: Rememorando el pasado histórico, Imprenta Venezuela, San Juan, 1946.

18. Cifré de Loubriel, Estela: Catálogo de extranjeros residentes en Puerto Rico en el siglo XIX, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1962.

21. Coll y Toste, Cayetano: Boletín Histórico de Puerto Rico (14 vols.), Tipografía Cantero, San Juan, 1914-1927.

25. Córdova, Pedro Tomás de: Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de Puerto Rico (6 vols), Oficina de Gobierno, Madrid, 1838.

43. Fernández Méndez, Eugenio (editor): Puerto Rico y su historia (5 vols.), Departamento de Instrucción Pública, San Juan, 1965-1969.

57. Hostos, Adolfo de: Historia de San Juan-ciudad murada, Instituto de Cultura, San Juan, 1966.

62. Ledrú, André Pierre (traducción de Julio L. de Vizcarrondo): Viaje a la Isla de Puerto Rico (1797), Universidad de Puerto Rico, San Juan, 1957.

72. Miyares González, Fernando: Noticias particulares de la isla y plaza de San Juan de Puerto Rico (1775), Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1954.

102. Torrres Ramírez, Bibiano: La isla de Puerto Rico 1765-1800, Instituto de Cultura, San Juan, 1968.

 

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