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LA SUCESIÓN DE CARLOS IV
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  En enero de 1328 murió el rey Carlos IV de Francia, que dejó una hija y una viuda embarazada (su tercera esposa, Juana de Evreux, con la que se había casado recientemente). Si el hijo póstumo resultaba ser varón, se convertiría en el sucesor de Carlos IV, pero si resultaba ser una mujer, se planteaba el mayor problema sucesorio con el que jamás se había encontrado la dinastía capeta. El diagrama siguiente muestra los principales descendientes del rey Luis VIII de Francia que estaban vivos a la muerte de Carlos IV (se indica su edad entre paréntesis), junto con sus ascendientes.

Ese mismo año murieron el duque Carlos de Calabria, hijo de Roberto el prudente, y su esposa María, hija de Carlos de Valois, a la cual no hemos incluido en el árbol genealógico. Dejaron una hija de dos años, Juana. También murió Clemencia, la hermana del rey Carlos I Roberto de Hungría y viuda de Luis X de Francia.

Si la reina Juana daba a luz una niña, la norma aplicada tradicionalmente estipulaba que la heredera sería su hermanastra primogénita, pero la ley sálica alteraba esta norma en el caso de la sucesión al trono francés, y excluiría a ambas hermanastras, al igual que a las otras nietas de Felipe IV. En el siguiente puesto en el derecho de sucesión estaba el único nieto de Felipe IV, que era nada menos que el rey Eduardo III de Inglaterra. Esta posibilidad resultaba inaceptable para los franceses, pues el nacionalismo que Felipe IV se había cuidado de asentar hacía impensable que Francia pudiera acabar gobernada por un rey inglés.

Los Estados Generales se reunieron y no tardaron en encontrar la forma de descartar a Eduardo III como posible sucesor. Era nieto de Felipe IV, sí, pero por parte de madre. La ley sálica promulgada por Felipe V establecía que las mujeres no podían heredar el trono francés, pero no decía nada sobre si podían o no transmitir la herencia a sus hijos. Éste era el momento oportuno para cubrir ese vacío legal, y, naturalmente, se decidió que no, es decir, que sólo podían ser reyes de Francia quienes descendieran exclusivamente por vía masculina de un rey de Francia. Esto le daba el trono (siempre suponiendo que el hijo póstumo de Carlos IV fuese niña) al conde Felipe de Valois, nieto por vía masculina del rey Felipe III. Inmediatamente fue proclamado regente.

El 1 de abril terminó la incertidumbre, pues la reina Juana dio a luz una niña y Felipe de Valois se convirtió así en el rey Felipe VI de Francia. Aunque era tan capeto como cualquiera de sus antecesores, se trataba del primer rey de Francia (desde la instauración de la dinastía Capeta) que no era hijo de rey, por lo que la tradición establece que Carlos IV es el último de los Capetos directos, y que Felipe VI inaugura la dinastía de Valois de reyes franceses. No obstante, hay que tener presente que una sucesión de estas características no se considera habitualmente un cambio dinástico.

Pero no todo estaba arreglado. Carlos IV, además de rey de Francia, era rey de Navarra, pero Felipe VI no era descendiente de ningún rey de Navarra. En efecto, el trono navarro había pasado a los capetos por el matrimonio de Felipe IV con la reina Juana de Navarra, y, por consiguiente, los navarros se negaron a aceptar a Felipe VI como rey. Reunidas las Cortes en Pamplona, proclamaron reina a la que hubiera sido ya reina en su día si no se hubiera aplicado la ley sálica. Ésta era Juana, la hija de Luis X el Obstinado. (Al fin y al cabo, la ley sálica era una ley francesa, no navarra, y si Felipe IV había pasado a ser rey de Navarra era precisamente porque no se había aplicado la ley sálica al trono navarro). Se abrió una negociación y Felipe VI aceptó ceder el reino de Navarra a cambio de quedarse con los condados de Champaña y Brie (que Felipe IV había recibido conjuntamente con Navarra al casarse con la abuela de Juana), si bien le cedía a su vez el ducado de Angulema y otros territorios. Recordemos que Juana estaba casada con el conde Felipe de Evreux, nieto de Felipe III de Francia, que se convirtió así en el rey Felipe III de Navarra. Para ello tuvo que renunciar a sus eventuales derechos sucesorios a la corona de Francia.

Mientras tanto el rey Luis IV de Alemania entró en Roma y se hizo coronar por el cardenal Sciarra Colonna, luego depuso al Papa Juan XXII acusándolo de hereje (al parecer, había afirmado que las almas de los justos no serían admitidas en el Paraíso hasta el día del juicio final) y nombró en su lugar a un franciscano espiritual llamado Pietro Rainalducci, que adoptó el nombre de Nicolás V. Marsilio de Padua fue designado vicario general de Roma y Jean de Jandun fue nombrado obispo de Ferrara, pero murió antes de tomar posesión del cargo. Guillermo de Ockham había terminado abrazando la doctrina de los espirituales, por lo que huyó de Aviñón en compañía de Miguel de Cesena, el general de la orden franciscana. Ambos se refugiaron en Pisa, donde recibieron en amparo de Luis IV.

Por su parte, Juan XXII, viendo que el rey Roberto el Prudente no era capaz de defender sus intereses en Italia, buscó el apoyo del rey de Bohemia Juan I de Luxemburgo, lo que supuso la ruptura de las relaciones entre Roberto y el Papa.

La burguesía flamenca volvió a rebelarse contra su conde, esta vez Luis I, el marido de Margarita, la hija del rey Felipe V de Francia. Luis I pidió ayuda a Felipe VI, que acudió inmediatamente al frente de un gran ejército reforzado por tropas del rey de Bohemia. Los piqueros flamencos esperaron a los caballeros franceses junto a la ciudad de Kassel, a unos cincuenta kilómetros al oeste de Courtrai, y el encuentro se produjo el 23 de agosto. Los piqueros no eligieron tan bien el terreno como en la batalla de Courtrai, y los caballeros tampoco actuaron tan imprudentemente como entonces. El ejército francés era lo suficientemente numeroso como para rodear a los flamencos, que carecían de cualquier apoyo. A los caballeros les costó romper el muro de picas, pero poco a poco fueron desestabilizándolo hasta que llegó el momento idóneo para lanzarse a la carga, y entonces mataron a casi la totalidad de sus oponentes.

El emperador bizantino Andrónico II fue finalmente derrotado y destronado por su nieto, que se convirtió así en Andrónico III Paleólogo. El anciano (de setenta y dos años) vivió algunos años más en un monasterio. Andrónico III instaló en el poder a su primo Juan Cantacuceno, que le había ayudado en la guerra contra su abuelo, pero que se negó a aceptar el rango de emperador asociado. El rey Miguel III de Bulgaria, que había empezado apoyando a Andrónico III, se había pasado al bando de Andrónico II, pero en cuanto aquél ganó la guerra se apresuró a establecer con él una alianza contra Servia.

Gracias a una rebelión que había estallado el año anterior el principado de Tver contra el enviado del kan, el príncipe Iván I de Moscú obtuvo de los mongoles el título de Gran Príncipe, junto con el privilegio de recaudar el impuesto que los principados rusos debían pagar periódicamente a la Horda de Oro. Por eso Iván I pasó a ser conocido como Ivan I Kalitá (Bolsa de Oro). Recaudando algo más de lo exigido por los mongoles, Iván I logró reunir dinero para comprar territorios a los principados vecinos, y así empezó a crecer el principado moscovita.

En 1329 Felipe III y su esposa Juana prestaron juramento en Pamplona como reyes de Navarra. El hecho de que el reino de Navarra se hubiera transmitido a través de una mujer evidenciaba que la ley sálica era sólo un invento francés sin validez fuera de Francia, y esto llevaba a Eduardo III de Inglaterra a preguntarse por qué debía él acatar la ley sálica y renunciar a su derecho al trono de Francia. Sin embargo, la influencia de su madre hizo que, finalmente Eduardo III rindiera vasallaje a Felipe VI de Francia en calidad de duque de la Guyena. Por otra parte, Felipe VI casó a su hermana Blanca con Carlos de Luxemburgo, hijo del rey Juan I de Bohemia.

El duque Juan III de Bretaña se casó con Juana, hija del conde Eduardo de Saboya, el cual murió poco después y fue sucedido por su hermano Aimón.

También murió Matilde, la condesa de Artois, por lo que su hija, la condesa Juana I de Borgoña y viuda de Felipe V de Francia, heredó ahora el condado de Artois. En Escocia murió el rey Roberto I, que fue sucedido por su hijo David II Bruce.

El emperador Luis IV aprovechó el ascendente de su título imperial para poner orden en las desavenencias de su familia, los Wittelsbach. Para ello convocó a sus parientes a una reunión familiar en Pavía. En ella cedió el Palatinado a su sobrino Rodolfo II.

Azzone Visconti, el hijo de Galeazzo I logró que Luis IV lo nombrara vicario imperial de lombardía, y poco después recuperó el señorío de Milán.

El rey Alfonso XI de León y Castilla tomó como amante a Leonor de Guzmán o, mejor dicho, ella lo tomó a él, pues desde entonces el rey vivió sometido a ella. Él tenía dieciocho años, y ella algo más de veinte y acababa de enviudar. Alfonso XI tenía una hermana mayor, llamada también Leonor, que se casó con el rey Alfonso IV de Aragón. En Cerdeña, Sàsser volvió a sublevarse contra el dominio catalán, y los genoveses, que hasta entonces habían aplaudido los éxitos de los catalanes sobre los pisanos, intervinieron en defensa de sus intereses en Sàsser y en todo el norte de Cerdeña. Se inició así una cruenta guerra entre Génova y la Corona de Aragón, que dio lugar a enfrentamientos en Cerdeña, en el norte de África y en las mismas costas catalanas y mallorquinas.

El sultán Muhammad Tugluq dominaba la totalidad de la India, y en 1330 trasladó la capital de Dehli a Deogir, ciudad situada en el centro del país.

Ese año murió el duque Fedrico III de Austria, y fue sucedido por su hermano Alberto II. También murió la condesa Juana I de Borgoña (la viuda de Felipe V de Francia), con lo que los condados de Borgoña y Artois pasaron a su hija Juana II, a través de la cual los títulos pasaron a su marido, el duque Eudes IV de Borgoña. Esto exasperó a Roberto III, el que sería conde de Artois si su tía Matilde y el rey Felipe IV no le hubieran arrebatado el condado. Se había casado con una hermana de Felipe VI y había defendido ardientemente sus pretensiones al trono de Francia, y luego había contribuido notablemente para que fuera aceptado como tal. Ahora esperaba que Felipe VI le correspondiera entregándole Artois, y así se lo dijo abiertamente, pero Felipe VI debió de pensar que el duque Eudes IV era más poderoso que Roberto III y dio la espalda a su cuñado.

El rey Cristóbal II de Dinamarca, que había sido derrocado por Valdemar III, logró recuperar su trono, pero su poder efectivo fue escaso y el país se fragmentó.

Ese año murió el emperador de Trebisonda Alejo II, y sus hijos se disputaron la sucesión, pero todo se resolvió cuando uno de ellos, Andrónico III Commeno, hizo asesinar a sus hermanos.

Por otra parte, Valaquia se organizó bajo la dirección del príncipe Juan Basarab, que derrotó en Posasa al rey Carlos I Roberto de Hungría y convirtió a Valaquia en un principado feudal independiente. El rey Miguel III de Bulgaria se apresuró a formar una alianza con Juan Basarab contra Servia, y finalmente atacó al estado vecino con un ejército que reunía además mongoles, bizantinos y cuantos mercenarios pudo conseguir. Sin embargo, el rey servio Esteban VIII repelió la agresión. Miguel III murió en la batalla de Kjustendil y Andrónico III, que le había apoyado, fue obligado a firmar la paz. Esteban VIII mantuvo formalmente la independencia de Bulgaria, pero impuso como rey a Juan VI Alejandro, hijo de Stracimiro, hermano de Miguel III y de Ana, hermana del propio Esteban VIII, que actuó de regente.

Un clérigo castellano llamado Juan Ruiz, más conocido como el Arcipreste de Hita, de cuya vida apenas se sabe gran cosa, publicó El libro de buen amor, una obra satírica que narra las aventuras amorosas de don Melón de la Huerta que, tras varios fracasos amorosos, es aleccionado por don Amor durante un sueño. Como muchas otras obras medievales, contiene numerosas digresiones, incisos moralizantes, ejemplos, fábulas e historias paralelas. Es una de las últimas obras  escritas en cuaderna vía que se conservan.

El pintor Giotto fue llamado por el rey de Nápoles, Roberto el Prudente, para pintar una galería de hombres ilustres, hoy desaparecida.

El rey Juan I de Bohemia tuvo más éxito en Italia que Roberto el Prudente. El emperador Luis IV tuvo que abandonar Roma y se trasladó a Munich. Allí le siguió Guillermo de Ockham, donde se dedicó a escribir diversas obras en defensa de sus innovadoras teorías sobre la Iglesia y el Estado. El Papa Nicolás V se vió privado de todo apoyo y acabó trasladándose a Aviñón para someterse a Juan XXII y poner fin al cisma. Marsilio de Padua fue excomulgado.

Roger Mortimer gobernaba Inglaterra con mano dura. Hizo ejecutar a Edmundo de Woodstock, el conde de Kent, hijo del rey Eduardo I, a pesar de que había participado en la rebelión de 1326. El rey Eduardo III tenía ya dieciocho años y un grupo de nobles moderados, entre ellos el conde Enrique I de Lancaster, le aconsejaron que asumiera ya el gobierno del país y que mandara arrestar a Mortimer. Así lo hizo, con su ayuda. Mortimer no tardó en ser arrestado y ejecutado. Isabel de Francia, la madre del rey, fue expulsada de la corte. En 1331 Eduardo III repitió el ritual por el que se reconocía vasallo de Felipe VI de Francia en calidad de duque de la Guyena, con lo que implícitamente renunciaba por segunda vez, ahora en su mayoría de edad, a su teórico derecho a la corona francesa. Similarmente, el rey Alfonso XI de León y Castilla logró que los infantes de la Cerda le rindieran homenaje.

Roberto III de Artois perdió toda esperanza de entenderse con su cuñado, el rey Felipe VI de Francia, y acabó huyendo a Flandes pensando en cómo vengarse.

El conde Pedro I de Ampurias se casón con Juana, hermana del conde Gastón II de Foix.

El rey Juan I de Bohemia, después de haber expulsado de Italia al emperador Luis IV, debió de pensar que contaría con el apoyo de los güelfos para gobernar Italia, pero no fue así: güelfos y gibelinos se unieron contra él y, a partir de ese momento, los italianos no volvieron a recabar ayuda extranjera para resolver sus conflictos.

Los caballeros teutónicos sufrieron una derrota en Plowce frente a la coalición formada por el rey Ladislao I de Polonia y el gran duque Guedimín de Lituania.

El emperador del Japón Daigo II fue derrotado por el ejército del shikken y exiliado en la isla de Oki.

Los turcos otomanos estaban ocupando paulatinamente las posesiones bizantinas en Asia Menor. Ahora tomaban Nicea.

En noviembre, el rey Esteban VIII de Servia murió estrangulado por orden de su hijo, que tenía prisa por convertirse en Esteban IX. Se había educado en Constantinopla, donde su padre había sido exiliado, y ahora tenía la intención de crear un Imperio Serviobizantino que sustituyera al decadente Imperio Bizantino y cortara el paso a los turcos. Empezó consolidando el dominio servio sobre Bulgaria, para lo cual se casó con Elena, hermana del rey Juan VI Alejandro.

Durante el reinado del rey Roberto I de Escocia, muchos nobles escoceses habían sido despojados de sus tierras por su colaboración con los ingleses. En 1332, Eduardo de Baliol, hijo del rey Juan de Baliol, se puso al frente de estos "desheredados" y, con la ayuda del rey Eduardo III de Inglaterra, derrotó a David II y se hizo proclamar rey de Escocia.

El rey Juan I de Bohemia se había establecido en Francia, y ahora su hija Bona (de diecisiete años) contraía matrimonio con Juan (de trece), el heredero del rey Felipe VI, el cual cedió a su hijo los condados de Anjou y Maine. El milanés Azzone Visconti se había declarado vasallo de Juan I, pero finalmente expulsó de la ciudad a las tropas imperiales e inició una serie de campañas por las que en los años siguientes fue obteniendo el control sobre las ciudades vecinas.

A los tres cantones de la Confederación Helvética, Schwyz, Uri y Unterwalden, se unía ahora el de cantón de Lucerna.

Ese año murió Felipe de Tarento, el teórico emperador latino de Constantinopla, que en la práctica gobernaba Albania. Su hijo Roberto heredó el principado de Tarento, mientras que el título imperial lo retuvo su viuda, Catalina de Valois.  Roberto el Prudente, hermano de Felipe, concedió Albania a su otro hermano, el príncipe Juan de Morea.

En Trebisonda murió el emperador Andrónico III y el país cayó en la anarquía. Algo parecido sucedió en Dinamarca tras la muerte de Cristobal II. Ingeborg, la madre y regente del rey Magnus VII de Suecia y Noruega, logró apoderarse de Escania (el sur  de la península escandinava, hasta entonces en poder de Dinamarca).

También murió el burgrave de Nuremberg Federico IV, que fue sucedido por sus hijos Juan II y Conrado III.

En Granada murió asesinado el rey Nazarí Muhammad IV, y fue sucedido por su hermano Yúsuf I.

El infante Juan Manuel terminó el Libro de los estados, en el que, también imitando a Ramon Llull y a otros autores judíos, trata el problema del conflicto de las religiones. La trama argumental se basa en la leyenda de Buda, que hacía ya tiempo que se había difundido por Europa.

Ramon Muntaner terminó su Crónica. Abarca desde el nacimiento de Jaime I el Conquistador hasta la coronación de Alfonso IV y trata sobre todos los reyes de la casa de Aragón que reinaron en ese periodo, incluyendo los de Mallorca y Sicilia. Los personajes están algo idealizados y la parte inicial sobre Jaime I es pura fantasía, pero la mayor parte de la obra describe sucesos vividos por él mismo y es muy fidedigna. Especialmente brillante es la descripción de la campaña de los almogávares en Oriente. Está escrita en un buen catalán coloquial, con intención moralizante e instructiva, y desborda un odio acérrimo hacia los reyes de Francia y todo lo francés. Ese mismo año fue nombrado consejero del rey Jaime III de Mallorca, pero parece ser que no se llevó bien con él, y en 1333 fue nombrado gobernador de Ibiza.

Los benimerines tomaron Gibraltar, dirigidos por el rey Abú-l-Hasan Ali, aliado con el rey de Granada.

El rey de Nápoles Roberto el Prudente nombró duque de Durazzo (Albania) a su hermano Juan, el conde de Gravina. El rey tenía ya cincuenta y cinco años y sus únicas herederas eran dos nietas: Juana, de siete años, y María, de cinco. El rey Carlos I Roberto de Hungría se las arregló para que todo quedara en familia al concertar el matrimonio de Juana con su hijo Andrés, de seis años.

En Lieja se encontró el Pro Archia, un discurso de Cicerón que hasta entonces se daba por perdido. Lo encontró un florentino de veintinueve años que estaba recorriendo varias capitales europeas para cumplir ciertos encargos de su señor, el cardenal Giovanni Colonna. El joven se llamaba Francesco Petrarca. Era aficionado a la poesía. Contaba que, seis años antes, frente a la iglesia de Santa Clara, en Aviñón, había visto a una mujer llamada Laura (de la que no se sabe nada, ni siquiera si existió o si ése era realmente su nombre), de la que se enamoró y a la que dedicaba la mayor parte de los poemas que escribía de tanto en tanto.

Ese año murió el rey Ladislao I de Polonia, y fue sucedido por su hijo Casimiro III.

En Japón, el emperador Daigo II pudo abandonar su destierro ayudado por Ashikaga Takauji, del clan de los Minamoto. Formó un ejército y entró en Kyoto. Los señores se alzaron contra el gobierno militar y su capital, Kamakura, fue tomada e incendiada. De este modo, Daido II restauró el poder imperial.

En 1334 estalló una guerra entre Navarra y Castilla por disputas fronterizas.

Ese año murió el Papa Juan XXII y fue sucedido por un cisterciense (francés, por supuesto) llamado Jacques Fournier, que adoptó el nombre de Benedicto XII.

También murió el burgrave Conrado III de Nuremberg, y el título siguió en manos de su hermano Juan II.

En la India, el sultán Muhammad Tugluq no era capaz de mantener unido su Imperio, principalmente por las malas vías de comunicación. Madura, la región más septentrional, logró su independencia.

El fin de Eduardo II
Índice La guerra de los cien años

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