Historia de Puerto Rico

Borikén o isla de San Juan Bautista

          (Historia precolombina)    Antes de Cristobal Colón

           

Cemí

 Por: Mario R. Cancel & Mayra Rosario Urrutia

H istoricamente los primeros habitantes de Borikén (nombre indigena de la isla), eran conocidos como los arcaicos, estos ya habitaban la isla desde el segundo siglo antes de la era cristiana. Según nuestros historiadores estos provinieron de (Suramerica) a través de las Antillas Menores. Hay otros historiadores que piensan que estos llegaron de la península de la Florida, en  (Norteamerica)  o de la de Yucatán, en (Centroamerica).

E n aquellas comunidades tribales, que no se conocían la agricultura ni el arte de la cerámica, estos indigenas debieron viajar en rústicas balsas de troncos por razones que hoy se desconocen. Todo parece indicar que prefirieron las zonas costeras para establecer sus pequeñas comunidades con sus (bateyes). Los pocos restos arqueológicos que de ellos se han localizado en Puerto Rico, están Utuado, (parque ceremonial Tibes) en Loíza y en Vieques. Estos indigenas dependian para su subsistencia del recogido de frutos silvestres, de la pesca en ríos y mares y de la cacería menor, especialmente, de los pocos mamíferos y de la amplia diversidad de reptiles y aves que habitaban la isla de Borikén.

 

 

C asi toda su cultura y religiosidad son prácticamente desconocidos. Se sabe que tenían algún tipo particular de creencia religiosa. Esto se puede deducir ya que se han encontrado depóstitos funerarios ligados a la tradición arcaica que demuestran que preparaban sus cadáveres y los enterraban en cavernas en posición extendida. Todo ello demuestra la existencia de un ritual mortuorio complejo. Asociados a los restos se han encontrado navajas de pedernal y caracol y morteros de piedra que debieron ser utensilios de uso diario de estas comunidades.

T odo tiende a indicar que que desde el primer o segundo siglo después de la era cristiana, la isla sintió el arribo de una nueva comunidad indígena: los aruacos. Éstos habían partido del norte de la América del Sur presionados por otras comunidades continentales. Dominaban unas técnicas más complejas que los arcaicos como, la navegación en canoas, la agricultura y la elaboración de la cerámica, entre otras. A aquella economía centrada en la agricultura le correspondía un ordenamiento social y cultural distinto del de los arcaicos.

O tras comunidades aruacas en general podían sostener poblaciones más numerosas y estructuras de poder político más complejas. Los aruacos insulares aprendieron a combinar los recursos que les ofrecía una agricultura centrada en tubérculos como la yuca y sus derivados y otros vegetales, con la cacería, la pesca y la recolección de frutos tropicales. Todo tiende a indicar que, desde su asentamiento en la isla, manifestaron unas prácticas culturales y rituales distintivas.

R elativamente en general para los aruacos la mujer significó mucho por su capacidad reproductiva. El hecho de que ella fuese el agente concreto para perpetuar la comunidad, influyó decisivamente en el tipo de tareas que la misma desempeñaba en el orden social y en el diseño del poder comunal. También el juego de pelota conocido como batú o batey posteriormente, el culto al cemí o ídolo de tres puntas para fines agrarios, los enterramientos tanto en cavernas como en descampado con los cadáveres en posición fetal o en cuclillas, fueron elementos comunes a los aruacos insulares desde el 100 d.C. hasta el 1550.
 

A. simismo esto no significa que las comunidades aruacas de todo ese largo período de tiempo fueran totalmente uniformes. Los investigadores han podido distinguir al menos tres distintas fases de desarrollo de los aruacos en Puerto Rico. En primer lugar, la fase de los saladoides, que fueron los que arribaron a la isla en el 100-200 d. C. Se han ubicado restos de los mismos también en Loíza y Vieques. Éstos se distinguieron por su asombroso dominio de la cerámica adornada con diseños geométricos y variados colores. En segundo lugar, la fase ostionoide cuya fecha media es el 500 d. C. y cuyos restos se han descubierto en Cabo Rojo, Luquillo y Hormigueros. Aunque algunos expertos creen que se trata de otra inmigración de América del Sur, otros alegan que no son sino una adaptación de la mezcla biológica y cultural de los arcaicos y los saladoides. En vista de esto se les conoce también como pre-taínos y se les interpreta como la primera comunidad indígena autóctona. Se sabe que tenían mejores técnicas agrarias que sus antecesores y que su cerámica, aunque no era tan refinada como la saladoide, se distinguía por la ausencia de colores y el predominio de los diseños de rostros semihumanos y de animales en las asas de sus vasijas.

G racias a que la fase taína, ya había madurado hacia el año 1000 d. C. es la mejor conocida del pasado indígena insular y de la que guardamos mayor información. Después de todo, ellos fueron testigos y víctimas de la conquista española y sus restos arqueológicos han sido identificados y estudiados desde hace más de 150 años en Puerto Rico. En gran medida los taínos representan una síntesis de nuestro pasado indígena.
Los yacimientos más notables de esta fase se hallan en Villa Taína en Cabo Rojo, Santa Elena en Toa Baja y Capá en Utuado, zona esta última donde se encuentra el centro ceremonial de Caguana. Los taínos en general se caracterizaron por su eficiente agricultura, por lo que podían sostener poblaciones más numerosas, y su capacidad para elaborar todo tipo de objetos en piedra pulida. Son famosos sus codos, sus cinturones, sus cemíes (ídolos), sus dujos (asientos) y sus monolitos de profundo significado mágico.

A lrededor de su complejo orden social se centraban  los caciques o cacicas. Estos estaban al mando de la tribu, y por lo tanto, disfrutaban de una mejor vivienda, conocida como el caney, y de ciertos privilegios. Los nitaínos, o nobles, eran auxiliares de los caciques. Los behiques, o shamanes, estaban encargados de la magia y las curaciones, y a la masa del poblado que desempeñaba los trabajos más dificultosos, se le conocía como naborias. Esta estratificación sorprendió a los primeros europeos que pusieron pie en las islas entre 1492 y 1493. Su religiosidad natural y su explicación de los misterios vitales, todo ello recogido por el fraile Román Pané en la Española desde 1494, demuestra que aquellos indígenas tenían respuestas para la mayor parte de las preguntas fundamentales de cualquier ser humano.

R edunda la influencia de los taínos en la configuración de la imagen de "lo puertorriqueño" y esto ha sido notable en varios aspectos. En el mundo del lenguaje, especialmente en la nominación de lugares y espacios, es obvia. Más de 500 palabras del español de Puerto Rico tienen origen arauco insular. A pesar de que no es tan notable, su influjo étnico y en el orden de la vida cotidiana del puertorriqueño es patente. En el ámbito alimentario (yuca, yautía, ají) y en el mobiliario (hamaca), también radican claves para estudiar nuestras características culturales.

C omo un asunto no resuelto del pasado indígena sigue siendo la cuestión de la cultura caribe insular. Los investigadores discrepan en cuanto a si los mismos son parientes de los aruacos, o si se trata de una comunidad distinta y agresiva. Las descripciones que se recogen de los caribes representan unas agrupaciones humanas étnica y culturalmente distintas de los taínos, hecho que no niega la posibilidad del parentesco.

I ndican los documentos de los conquistadores, que la convivencia de taínos y caribes antes de la presencia europea acarreó conflictos. Los mismos revelan que, después de la conquista, caribes y taínos se unieron para batallar contra el invasor europeo. Es posible que la presencia caribe comenzara a ser notable en la costa este de Puerto Rico desde el 1450 y que ya para fines del siglo 15 hubieran tocado la isla de Vieques y la región de Naguabo. Su importancia es más que evidente. Al fin y al cabo, este mar agresivo, el Caribe, que tanto trabajo tomó conquistar a los europeos, lleva hasta el presente su nombre.

A si mismo de una manera o de otra, todos estas comunidades están en el cimiento de la memoria colectiva del pueblo puertorriqueño. No podemos hablar de la historia de Puerto Rico sin pensar en aquellos lejanos parientes que estaban aquí desde mucho antes de la llegada de los primeros europeos en 1493.

Más allá de los mares que circundaban a los primeros habitantes de Boriquén; en lo que para ese entonces era un mundo desconocido, un navegante genovés llamado Cristóbal Colón había emprendido una aventura que cambiaría la faz de la tierra. Tras la conquista del reino de Granada y la expulsión de los moros, los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla apoyaron la aventura propuesta por Colón en aras de consolidar su reino y sus riquezas. El almirante partió en 1492 desde el puerto de Palos en una ruta que pensaba lo llevaría a las Indias. Su primer viaje fue uno repleto de dificultades e incredulidad por parte de los tripulantes. Mientras tres frágiles carabelas atravesaban un océano misterioso que parecía inacabable (el Atlántico), un nuevo mundo, al que llamaron las Indias Occidentales, se abría ante la mirada curiosa de los conquistadores. El 12 de octubre de 1492 avistaron a Guanahaní (San Salvador), luego otras islas de la Bahamas. Cuba y la Española también fueron objeto de ese primer encuentro entre dos mundos.

Un año después, en el 1493, Cristóbal Colón emprendía su segundo viaje de exploración. Luego de la gran hazaña de 1492 y superadas las dudas sobre la existencia de nuevas tierras allende el limitado horizonte que conocían los europeos, esta vez estaría al mando de diecisiete embarcaciones y de más de mil hombres ávidos de aventura. El poder de los Reyes Católicos se fortaleció cuando el Papa Alejandro VI emitió una Bula en mayo de 1493 que les otorgaba a Fernando e Isabel y a sus herederos derechos absolutos en las tierras descubiertas y las que estaban por descubrirse.

El encuentro con Dominica y Marigalante y la cadena de islas que hoy forman las Antillas Menores deslumbró a los conquistadores. No fue hasta el 19 de noviembre de 1493 que desembarcaron en una isla llamada Boriquén a la cual se le bautizó con el nombre de San Juan Bautista. Su estadía fue breve, y sería en el 1508, cuando comenzaría el proceso de colonización.

 

ProyectoSalónHogar.com

  Conquista y Colonización