L  a  G r a n  E n c i c l o p e d i a   I l u s t r a d a  d e l   P r o y e c t o  S a l ó n  H o g a r

 

Nuestros Nidos

 

Nací en un pueblo del suroeste de la Isla, llamada San Germán.  Eso fue en 1951, un año antes de la fundación del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.  Como Papá estudiaba para aquel entonces en Río Piedras, en la Universidad de Puerto Rico, él y Mamá me llevaron con ellos a un pequeño apartamento alquilado, que fue nuestro primer nido.

 

Dos anos mas tarde, con el nacimiento de mis dos hermanas, la familia había aumentado a cinco. Y como ya Papa trabajaba y se encontraba en una mejor situación económica, compro una casa de urbanización allí mismo, en Río Piedras. Hoy día, cuando la gente pasa por sus calles, exclama: “¡Que urbanización mas vieja!”; pero para la época en que nos mudamos a ese segundo nido, aquel vecindario estaba tan nuevecito que ni siquiera había grama ni árboles, sino filas y filas de casas cuadradas, que parecían regalos aun por abrir.

 

Aquella urbanización no era como las de ahora, que tienen casas con un jardín ya diseñado y no hay mas que seguir regando el césped y los arbustos con la manguera, para que continúen creciendo y poniéndose bonitos.  Recuerdo a Mama toda sudorosa, mientras sembraba monitas de grama alrededor de la casa.  Luego, durante la noche, los cabros se la comían, y ¡como se enfurecía ella al descubrir que el trajín ornamental del día anterior había sido en vano!

 

Esos animales los habían traído de los campos muchas de las personas que ahora, al igual que nosotros, residían en la nueva urbanización.  Además de cabros y cabras, por las casa (que todavía no estaban separadas por verjas) vagaban gallos, gallinas seguidas de bullicios pollitos, guineas, los perros y gatos que abundaban todo el vecindario, y hasta algunos caballos y vacas.  Aquello parecia una finca situada en el lugar equivocado, o una zona urbana invadida por los animales escapados de una granja.  Por las noches costaba mucho dormirse, y luego, temprano en la madrugada, empezaban los gallos a quiquiriquear.  Con el paso del tiempo, sin embargo, aquellos animales fueron desapareciendo y quedaron tan solo los domésticos y unas cuantas aves de corral.  También aparecieron las mencionadas verjas y, más tarde, las rejas que, aunque fueron instaladas para proteger las casas, las convirtieron en prisiones.

 

Pero ya para entonces mi familia se había mudado para otra urbanización, y a otra y a otra, hasta llegar a vivir en el nido que hemos ocupado durante la última década.  No es necesario decir que, hoy por hoy, las urbanizaciones son muy distintas de las del pasado.  Ahora apenas se ven gatos ni perros, porque sus amos los tienen en las casas, encerrados.  Y cuando uno camina por las aceras, apenas se escucha aquí y allá el chirriar de un par de periquitos, también encarcelados dentro de sus jaulas.  

 

Muchas de las urbanizaciones modernas están rodeadas por muros muy altos, que dejan ver tan solo los platos de las antenas de televisión ubicados en los techos.  Para que puedan visitarnos, las personas tienen que identificarse en la entrada con el guardia de seguridad y traspasar un portón eléctrico, que cuando se abre parece decir: “Te dejo entrar porque te conozco y sé que no vas a robarme nada”

 

¡Ah!, olvide mencionar otros animales que aun pueden verse en urbanizaciones como la nuestra: las reinitas, los changos, las palomas, las tórtolas, los jilgueros, los pitirres y, aunque cada vez menos, uno que otro colibrí.  Pero todos pertenecen al aire y se pasan en los árboles, excepto cuando bajan a la tierra para merendar algún insecto o alguna semilla.

 

A veces, cuando me asomo al balcón, distingo entre las rejas, en la espesura del árbol que hay al frente de la casa, un nido, y veo como sus ocupantes entran y salen y van y vienen, tan libres como las nubes que se deslizan por el cielo azul.  Entonces suspiro con tristeza y me digo con nostalgia: “¡Quien pudiera volver a vivir en un nido como ese!”

 

                                                          Edgardo Sanabria Santaliz

                                                                   (puertorriqueño)

 

Entiendo el cuento.

 

A. Marca la oración que contiene la idea principal de este cuento.

 

____ “Muchas de las urbanizaciones modernas están rodeadas por muros muy altos”.

 

____ “¡Que urbanización más vieja!”

 

____ “Ahora apenas se ven gatos ni perros porque sus amos los tienen en las casas, encerrados”.

 

____ “¡Quien pudiera volver a vivir un nido como ese!”

 

B. Ordena del 1 al 5 los sucesos.

 

____ La familia se muda a un apartamento de Rio Piedras.

 

____ El narrador desea revivir la libertad de su primera casa.

 

____ La familia crece y se muda a una urbanización nueva.

 

____ El narrador nace en San Germán, en 1951.

 

____ Se construyen muros, se levantan verjas y se colocan rejas en las urbanizaciones de hoy día.

 

C. Contesta:

 

·        ¿Qué crees que significa el título del cuento?

D. Marca la opinión que complete la oración.

Al final del cuento, el narrador...

 

____ se siente alegre de vivir en su casa.

 

____ quieren vivir en un nido.

 

____ se siente triste porque las casas han cambiado

 

____ esta molesto porque ha tenido que mudarse muchas veces.