Este tipo de arquitectura surge por la creencia del hombre en 
				la existencia de otra vida después de la muerte, y en la 
				necesidad de dejar una memoria permanente en este mundo. El arte 
				funerario, de forma general, no es siempre arquitectura, puesto 
				que es puramente simbólico y por lo tanto "situable" en el 
				tratamiento escultural; sin embargo, sí que ha producido 
				tipologías de edificios específicos que han tenido un rico 
				desarrollo a lo largo de los siglos: desde los menhires o los 
				dólmenes, construcciones megalíticas con 
				fines mortuorios, hasta las tumbas monumentales que se 
				produjeron en el antiguo Egipto, creando tipologías tan 
				específicas como las pirámides, o en la Grecia helenística, con 
				la aparición de un nuevo y específico edificio, el mausoleo, 
				cuyo mejor ejemplo es el de Halicarnaso. La antigua Roma 
				continuó con la costumbre de construir mausoleos, como la tumba 
				de Adriano, sin embargo la Edad Media rompió con esta tendencia. 
				Su visión teocéntrica del mundo llevó al enterramiento en el 
				interior de los templos y al desarrollo escultural de los mismos. 
				El Renacimiento y su culto a la fama y a la memoria del difunto 
				determina la aparición de panteones, normalmente asociados y 
				como una parte más de las iglesias. El más destacado de los 
				panteones renacentistas es la Capilla Medici de 
				Miguel Ángel. Este tipo de panteones o 
				mausoleos se construyeron también en Asia, cuyo mejor ejemplo es 
				el Taj Mahal, o en India, con Uttar Pradesh.  
				
					
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						Taj Mahal. Agra (India).  | 
					
				
				Fundamentalmente durante el Renacimiento y el Barroco, el 
				culto a la muerte desarrolló otro tipo de arquitectura, las 
				denominadas arquitecturas efímeras, los catafalcos o túmulos 
				levantados en las iglesias para celebrar solemnes exequias por 
				los difuntos.  
				Aunque modernamente se ha abandonado esta costumbre, se puede 
				afirmar que las actuales tumbas representan en parte la 
				vitalidad perdida de esta arquitectura funeraria. Sin embargo, 
				en la actualidad se han realizado importantes muestras de 
				mausoleos destinados a la memoria de un hombre público, el 
				monumento a Víctor Emmanuel II en Roma, el mausoleo de Lenin en 
				Moscú, o con un mayor carácter escultural, como El monumento 
				a los caídos de Walter Gropius en 
				Weimar.
				
				El desarrollo de la arquitectura institucional o 
				gubernamental es tan extenso como el de la arquitectura 
				religiosa, con la diferencia de que las funciones a las que 
				deben adaptarse los edificios son similares en todas las 
				sociedades: legislar, administrar e impartir justicia son las 
				funciones básicas que debe cubrir el Estado.  
				Pese a estas funciones básicas y generales propias de todas 
				las sociedades, la arquitectura institucional y las tipologías 
				de edificios producida por la misma difiere de acuerdo con la 
				relación que se establece entre el gobernante y el gobernado. 
				Cuando las funciones gubernamentales están centralizadas en 
				manos de un único individuo, puede existir simplemente la 
				residencia del propio gobernante como edificio institucional; 
				pero igualmente las funciones pueden estar divididas, y se 
				ubican en diferentes edificios con actividades especializadas. 
				No existen, sin embargo, unas tipologías claramente definidas en 
				la arquitectura institucional, sino que los edificios se van 
				adaptado a las necesidades que exige la práctica del gobierno: 
				lugares o espacios reservados a zonas de deliberación, pasando 
				por despachos y oficinas administrativas.  
				Las distintas tipologías de edificios van surgiendo como 
				respuesta a los diferentes sistemas de organización, monarquía, 
				teocracia, democracia, etc. Los gobiernos que ejercen el poder 
				con gran autoridad y superioridad utilizan la arquitectura para 
				manifestar esta prepotencia, producen, por tanto, edificios de 
				una monumentalidad desproporcionada con los servicios a la 
				comunidad. Ejemplos de esta situación hay a lo largo de toda la 
				historia, desde los palacios de los faraones egipcios. En muchas 
				ocasiones estos gobernantes toman atributos propios de la 
				arquitectura religiosa en su simbolismo.  
				Frente a esto, los gobiernos democráticos tienen la 
				responsabilidad de expresar en su arquitectura el sentimiento de 
				la propia comunidad. En este sentido el proceso democrático de 
				las ciudades-estados griegas y de las ciudades libres medievales, 
				produjo una arquitectura a escala doméstica integrada en la 
				trama urbana, creando un todo con la propia ciudad.  
				El crecimiento general de la burocracia y el aumento de la 
				complejidad de las funciones del gobierno en el siglo XIX, y 
				sobre todo en el siglo XX, ha creado una gran variedad de 
				edificios para usos específicos como capitolios, edificios del 
				parlamento, cortes, casa de moneda y timbre, oficinas de correos, 
				embajadas, archivos, secretarias, ministerios, etc.; cada uno 
				demanda una solución arquitectónica especializada, por lo que se 
				puede afirmar que la burocracia ha creado la arquitectura 
				gubernamental más importante de la historia.
				
					
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						Edificio de la Aduana de Dublín.  | 
					
				
				
				Las instituciones públicas destinadas al bienestar ciudadano 
				son las que, en la actualidad, proporcionan los recursos para la 
				educación, la salud y la seguridad. Tradicionalmente muchas de 
				estas actividades han sido asumidas por la iglesia o por el 
				estado, pero requieren soluciones arquitectónicas que, por su 
				propia especificidad, se alejan de la arquitectura religiosa o 
				de la institucional comentadas.
				La tipología de edificios que han requerido estas necesidades 
				sociales, no puede analizarse a lo largo de la historia debido a 
				que la aceptación de la responsabilidad del bienestar de la 
				comunidad ha diferido en grado en cada sistema social. Los 
				edificios destinados a este bienestar social, escuelas, 
				hospitales, etc., rara vez eran considerados necesarios en la 
				antigüedad, en la mayoría de la arquitectura asiática y en la 
				Edad Media temprana; por ejemplo las necesidades de atención a 
				la salud en Grecia se centraron en los recintos destinados al 
				dios Asclepius, considerado un dios curativo, o en las culturas 
				asiáticas, en los templos y recintos budistas. Por su parte, el 
				imperio romano desarrolló una grandiosa arquitectura destinada a 
				ofrecer servicios públicos, abastecimiento de agua, 
				alcantarillado, etc. de la cual son una magnífica muestra los 
				acueductos supervivientes. En la Edad Media surgieron tipologías 
				concretas de edificios destinados a estos servicios.  
				
					
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						Acueducto de Segovia.  | 
					
				
				En cuanto a los servicios educativos se puede hablar del 
				nacimiento de las universidades y de la aparición de edificios 
				destinados a estos fines; Oxford, Cambridge, París, o las 
				magníficas de Salamanca y Alcalá de Henares, son algunos de los 
				primeros ejemplos. También surgen en este momento los primeros 
				hospitales, en principio adjuntos a los monasterios, conventos o 
				iglesias, y más tarde como edificios independientes, entre los 
				que destacan los hospitales creados a lo largo del Camino de 
				Santiago, o con una estructura ciudadana el Hospital de los 
				Inocentes de Florencia. Las cárceles surgieron también en este 
				momento, aunque originalmente para este fin se utilizaban 
				estructuras militares, como por ejemplo la Torre de Londres o el 
				Bargello en Florencia, pero lentamente se fueron construyendo 
				edificios específicos, que son ya comunes a finales del siglo 
				XVIII y principios del XIX, entre ellas destaca la Prisión 
				George Dance´s Newgate de Londres.  
				El siglo XIX marca el punto en el que los servicios de la 
				salud y de la educación se empiezan a generalizar y se 
				convierten en un derecho público, lo que determina la aparición 
				de una creciente y constante necesidad de soluciones 
				arquitectónicas especializadas. Se estandarizan tipologías de 
				hospitales, de cárceles o incluso de escuelas, destinadas a la 
				enseñanza, desde la guardería hasta la Universidad. Desde el 
				siglo XIX existe una creciente demanda y una continua 
				investigación arquitectónica y es, sin duda, el siglo XX el que 
				ha ofrecido los mejores ejemplos.
				
				Pocas actividades recreativas requieren la utilización de 
				tipologías de edificios propias hasta que no se organizan como 
				eventos públicos. A partir de este momento se tiene que prever 
				la participación activa o pasiva de individuos, como ocurre con 
				la mayor parte de los acontecimientos deportivos, funciones 
				musicales, obras dramáticas, o en actividades privadas pero que 
				se realizan en edificios públicos como baños, museos, 
				bibliotecas.  
				A través de la Historia, la necesidad de entretenimiento es 
				una constante en el hombre; el tipo de entretenimiento puede 
				cambiar dependiendo de la cultura de la clase social, del grupo 
				religioso etc., pero, al igual que ocurre con la arquitectura 
				doméstica, la necesidad de una arquitectura destinada a las 
				actividades de ocio y recreación con carácter público es 
				constante. Esta arquitectura debe responder a diferentes 
				necesidades, si la participación del individuo es pasiva, debe 
				poder ver y oír cómodamente, si su participación es activa, debe 
				encontrar los espacios requeridos para desarrollar la actividad 
				elegida.  
				En la mayoría de las culturas la institucionalización de las 
				actividades de entretenimiento tiene su origen en los ritos 
				religiosos, desde los cuales gana independencia.
				Existen actividades recreativas que han creado unas 
				tipologías arquitectónicas específicas. Tal vez una de las más 
				destacadas y constante sea el teatro. El teatro como actividad y 
				como tipología arquitectónica tiene su origen en Grecia, con los 
				ritos del dios Dionisos. En un primer momento los teatros fueron 
				instalaciones temporales y al aire libre, donde se utilizaban 
				las cuestas y las curvas naturales de las laderas para atraer al 
				espectador y evitar la necesidad de subestructuras. Lentamente 
				estas estructuras se hicieron permanentes. 
				   
				
					
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						Teatro romano, escena. Mérida. Badajoz  | 
					
				
 
				El teatro se monumentalizó y se modificó con los romanos; la 
				utilización de arcos y bóvedas permitió la construcción de 
				gradas inclinadas para los espectadores en terrenos llanos. En 
				la Edad Media, fueron los templos y ciertas estructuras 
				temporales los que se utilizaron para la representación de obras 
				teatrales. En el Renacimiento la tipología de edificio revivió 
				con la misma tipología que el romano, el mejor ejemplo es el 
				Teatro Olímpico de Andrea Palladio en 
				Vicenza.
				El siglo XVII desarrolló nuevas formas de actividad escénica, 
				la ópera, el ballet, el teatro. Por tanto, la tipología de 
				edificio se renueva y se adapta para satisfacer la necesidad de 
				distinción de las clases económicamente superiores, así se 
				construyen teatros como el Farnese en Parma, o el 
				Residenztheater en Munich.
				La tipología del edificio se fija en una estructura de plano 
				inclinado hueco, donde se acomoda la grada rectangular o en 
				herradura, con una cubierta permanente que permite una 
				iluminación artificial.
				De características muy parecidas al teatro es el Auditorio 
				que se suele distinguir del primero por una ausencia de los 
				elementos propios de la escena y por tener un mayor tamaño y 
				capacidad. Los auditorios se suelen destinar a conciertos de 
				todo tipo y a grandes concentraciones de personas para escuchar 
				a uno o varios individuos. Como una derivación propia de la 
				tipología del teatro, en los años centrales del siglo XX 
				tuvieron un gran auge los cines, que suelen presentar una zona 
				de gradas y una zona de escena, pero sin la misma.  
				En cuanto a los recursos deportivos, la práctica del deporte, 
				y sobre todo la idea de la competición pública de esta práctica 
				y el convertirla en una diversión pública, es propia del mundo 
				clásico. En Creta y en Grecia el deporte fue una actividad 
				sumamente valorada, aunque las instalaciones propias para su 
				cultivo, como arenas deportivas, circuitos o piscinas son más 
				características del mundo romano, que creó tipologías de 
				edificios específicas destinadas a esta actividad, como el circo 
				destinado a las carreras de carros, el estadio o el anfiteatro.
				La tradición clásica del deporte quedó interrumpida en la 
				Edad Media y, aunque se retomó la práctica deportiva como tal en 
				el Renacimiento, no fue hasta el siglo XIX cuando se volvió a 
				convertir en un espectáculo y un entretenimiento público. En la 
				actualidad los diseños de estadios y pistas de arena difieren 
				relativamente poco de lo que fueron el Coliseo romano y el Circo 
				Máximo, aunque se ha reforzado la construcción de grandes 
				tribunas. Destacan el estadio de Florencia, el de Helsinki, o el 
				de la Universidad Autónoma de México. Los deportes que no tenían 
				ningún precedente en la antigüedad clásica, como el baseball, 
				han creado estructuras arquitectónicas que son variaciones del 
				estadio.  
				Los edificios públicos de Museos y Bibliotecas tienen su 
				origen igualmente en la antigüedad clásica, aunque también 
				aparecen sin ninguna conexión en la antigua China y Japón. Los 
				ejemplos más tempranos se encuentran en la acrópolis del Pérgamo 
				helenístico y del Éfeso romano. 
				   
				
					
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						Galería de los Uffizzi en Florencia (Italia).  | 
					
				
				Durante la Edad Media, los museos fueron inexistentes, no así 
				las bibliotecas, que se recogieron en los monasterios y en ellos 
				se destinó una estancia propia a su custodia. Fue en el 
				Renacimiento y en el Barroco cuando estas actividades cobraron 
				una enorme vigencia. Las grandes colecciones de objetos curiosos, 
				antiguos o de obras de arte son el precedente real de nuestros 
				actuales museos, y ya desde el Renacimiento se construyeron 
				zonas especiales destinadas a la exhibición de los mismos, 
				aunque siempre de carácter privado. El ejemplo más conocido es 
				la Galería de los Uffizzi, destinada a la exhibición de la 
				colección de obras de arte de los Medicis. Igualmente las 
				bibliotecas, que desde siempre habían sido custodiadas en salas 
				especialmente destinadas para alojarlas, adquieren ahora un auge 
				mayor; la más representativa es la Biblioteca Laurenziana 
				proyectada por Miguel Ángel. 
				
				Pero este tipo de actividad no se hizo pública hasta finales 
				del siglo XVIII y principios del XIX y fue en este momento 
				cuando se construyeron edificios específicos destinados a Museos 
				o Bibliotecas. Adquirieron, sobre todo los primeros, un gran 
				protagonismo en la arquitectura del siglo XX. Entre ellos 
				destaca el Museo Guggenheim de Frank Lloyd Wright 
				en Nueva York, aunque la importancia concedida a estos edificios 
				hace que la totalidad de los grandes arquitectos de la segunda 
				mitad del siglo hayan participado en proyectos de este tipo, 
				desde Mies y Kahn 
				hasta Stirling, Venturi,
				Moneo, Piano,
				Meier o Gehry.
				
				   
				
				La arquitectura industrial y comercial responde a la 
				necesidad de intercambio, de transporte, de comunicación, de 
				fabricación, de almacenaje, etc., es decir, a todas las 
				exigencias de la actividad económica del hombre. Hasta la 
				revolución industrial estas actividades no eran especializadas, 
				se resolvían dentro de la arquitectura doméstica. Solamente el 
				lugar del mercado requirió en alguna ocasión una estructura 
				arquitectónica especial. Sin embargo, la revolución industrial y 
				el inicio de la producción en masa determinaron que el número de 
				personas destinadas a una misma actividad en el mismo lugar se 
				incrementara radicalmente, lo que obligó al diseño de lugares de 
				trabajo para gran cantidad de personas. La revolución industrial 
				afectó profundamente a las técnicas y a las tipologías 
				arquitectónicas. A través de la introducción de la máquina y la 
				producción en masa, la vida económica salió del ambiente 
				doméstico, en el que se había movido desde siempre, a un área 
				dominada más por los procesos y los dispositivos que por los 
				individuos, lo que originaba la necesidad de edificios 
				especializados para tales fines, edificios de oficinas, 
				almacenes y mercados, para el intercambio de mercancías; 
				fábricas, minas, laboratorios, plantas de transformación para la 
				producción; caminos, puentes, túneles, estaciones de ferrocarril, 
				aeropuertos, etc., para el transporte; estructuras para la 
				transmisión y recepción del teléfono, la radio, la televisión, 
				el periódico, los libros, etc., para la comunicación; presas, 
				centrales de energía, etc., para la distribución de energía.
				Dentro de este largo listado de tipologías de edificios 
				especializados en actividades económicas, se pueden distinguir 
				dos tipos básicos: aquellos edificios en los que la actividad 
				humana es la principal preocupación, que se han mantenido dentro 
				de tipologías arquitectónicas tradicionales, como por ejemplo 
				los bancos, que originalmente tomaron como modelo los templos 
				romanos, y, por otra parte, aquellos que han prestado una mayor 
				atención a la máquina, que han determinado la aparición de 
				modernas fábricas y edificios especiales.
				
					
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						Fábrica textil de Barcelona del siglo XIX.
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				El arquitecto debe tener en cuenta en su proyecto 
				arquitectónico tres elementos que, generalmente, van a 
				condicionar de forma global todo su trabajo. Éstos son el 
				emplazamiento, la tipología y el coste de un edificio. Es decir, 
				el emplazamiento va a determinar las variaciones que, 
				dependiendo del medio natural, se han de introducir en un 
				edificio para que éste se pueda ajustar a las necesidades 
				físicas invariables de los seres humanos. La tipología determina 
				la estructura, requerida por la sociedad, a la que debe 
				ajustarse el edificio dependiendo del uso al que esté destinado. 
				El coste implica la suma económica a la que debe quedar sujeta 
				la realización global de ese edificio.  
				Así, el acto de realizar un proyecto arquitectónico es un 
				proceso de particularización del mismo y, en última instancia, 
				de coordinación de las demandas de los individuos y las del 
				medio natural, el uso y la capacidad económica. Este proceso 
				tiene un valor cultural y también utilitario, porque al crear un 
				proyecto arquitectónico destinado a la práctica de alguna 
				actividad social, el arquitecto desarrolla una influencia 
				inevitable en la forma en la cual se lleva a cabo esta actividad.