L  a  G r a n  E n c i c l o p e d i a   I l u s t r a d a  d e l   P r o y e c t o  S a l ó n  H o g a r

               



Los estudiantes actores de la obra de teatro "El Indio Yacari" posando junto a Héctor A. Garcia, creador del cuento que dio pie a la misma.

 


Guayama - El pasado jueves 28 de enero de 2016, nuestro director ejecutivo Héctor Armando García, recibió un reconocimiento por parte del Museo de Historia y Arte del Municipio de Guayama por su cuento de época “El Indio Yacari”. Este cuento fue dramatizado como obra de teatro por estudiantes de diferentes escuelas del municipio de Guayama y presentado en al Teatro Eleuterio Derkes, de dicho pueblo. – Fue para mí un gran honor que mi cuento estuviera junto a los de Miguel Meléndez Muñoz y el historiador y cuentista Manuel Alonso.- Nos dijo el educador e historiador Héctor A. García.

Este cuento forma parte de la novela escrita por el mismo, titulada “El Corso de Guayama” que cuenta la vida de un huérfano nacido en la isla de Córcega en el Mar Mediterráneo y criado en el pueblo de Guayama. El personaje no es otro que su propio abuelo Juan Bautista García (cuyo apellido de nacimiento fuera Romanacce) y quien fuera uno de los primeros artistas muralistas de Puerto Rico quien hiciera las pinturas y obras de arte de cúpulas y murales de la Iglesia San Francisco del Viejo San Juan (1926), del Convento de Las Carmelitas (1929) al lado de La Fortaleza, la Iglesia del Espíritu Santo de Hato Rey y que hiciera los mismos trabajos de arte en alrededor de otras 20 iglesias franciscanas en todo Puerto Rico. Este es el equivalente a las obras de arte de Miguel Ángel en la cúpula de la Capilla Sixtina del Vaticano, pero en Puerto Rico.

 

Mural y cúpula de la Iglesia San Francisco, del viejo San Juan, obra de Juan Bautista García

 

Juan Bautista García fue escenógrafo del canal 2 Telemundo en sus inicios y fue muy buen amigo del productor de televisión Don Tommy Muñiz quien hiciera un programa de televisión llamado “Los García” en honor a Juan Bautista García, (que era vecino de Mercedes la hermana de Don Tommy) una vez este muriera para 1974.

Familia "Los García" inicios de los 60's, Juan Bautista García, extremo izquierda sentado.

 

Otros cuentos de Héctor Armando, que han sido utilizados por la escuelas públicas de Puerto Rico lo son “Aguacero de Mayo” y “Encomienda Póstuma” que son partes de su novela “El Corso de Guayama” esta es una novela histórica basada en hechos reales de inicios del siglo 20. Héctor Armando García, viene trabajando como historiador, novelista, cuentista, ensayista y creador de tesis, desde el año 1980.

 

 

 

Héctor A. García, trabajando en el Archivo Histórico de Puerto Rico para 1989, página 37 del libro de

 Estudios Sociales de 6to. grado "Nuestro Mundo Ayer y Hoy.

 


 

Entre sus obras se encuentran, (la novela y libro de superación personal) “Las Joyas del Faraón” (la tesis) “Historia de la Salsa” y las sobre 30,000 páginas de contenidos enciclopédicos y unas 2,300 páginas en las materias de Español, Matemáticas, Inglés, Ciencias, Estudios Sociales e Historia Universal y de Puerto Rico, en su obra maestra “Proyecto Salón Hogar”. La cual desde La Fortaleza, el Departamento de Educación y el Departamento de La Familia (quienes revisaron su contenido), le han apoyado y respaldado en varias ocasiones. Proyecto Salón Hogar, recibe sobre 120,000 visitantes diarios en búsqueda de información para tareas escolares de K al 12 y es utilizada por profesores y estudiantes de maestría y doctorado de nuestras universidades como el modelo y prototipo de lo que debe ser una escuela virtual en línea. Héctor A. García además de distinguirse como escritor, también ha sido contratado por la Caribbean University y el Departamento de Educación, para adiestrar maestros en el área de la Tecnología Educativa.

 

Los estudiantes y actores de la obra

 

Enhorabuena para Héctor Armando…

 

A continuación, el cuento llevado a obra de teatro, “El Indio Yacari”

 


 

El Indio Yacari

 

Por: Héctor A. García

 

Yacari acudió al llamado de don José Vida, el ex-alcalde de Guayama, para que atendiera a su hija la que parecía comenzar a volverse loca. Ya se había intentado todo con los doctores del pueblo y otros traídos de Coamo y de Ponce, pero nada habían logrado, al contrario se ponía cada vez peor. Los doctores le dijeron a don José, que aquello parecía más bien una posesión del diablo que una enfermedad. Luego de los doctores, llegó el sacerdote de la Iglesia y por más que intentó exorcizar a Margarita nada pudo hacer.

 

 -Don José lo que entiendo vista la evidencia, es que hay que hacer un acto de remisión con ella ya que al parecer su conciencia la esta torturando, pero hasta que no sepamos de que es lo que se trata, lo mejor que podemos hacer es orar.

 

Don José, no quedo conforme ni con los doctores ni el cura, entonces comenzó a indagar otras alternativas, tal vez  menos convencionales.

 

Por un momento se pensó en el brujo Yambó, conocido como el Gran Babalao al que le decían el Gran Cempié, pero se descartó ya que comentaban que hasta el brujo mayor también se estaba volviendo loco, desde una visita que recibiera de un  misterioso hombre una noche de luna llena en la playa de Branderí.

 

Le hablaron a Don José, de un hombre noble de piel oscura cobriza que caminaba por el pueblo y los barrios y se dedicaba a hacerle el bien a los necesitados. Entonces éste, le envió a buscar.

 

 

 

¿Dígame Don José como puedo ayudarle?  Le preguntó el Indio

 

Allí en la puerta de su casa estaba ese místico hombre el que decían que tenía el don de curar con el poder de su palabra, sus manos y la mirada.

 

-Por favor tenga la bondad de entrar.- le dijo don José.

 

-¿Señor, su nombre es?- 

 

-Yacari, ese es mi nombre soy el hijo de Tainari y Yamaní del Carite- dándole sus referencias poco comunes y de origen indio.

 

 -Bueno señor Yacari, tengo entendido que usted es un alma caritativa que se presta para servir y ayudar al prójimo de muchísimas maneras.-

 

Yacari lo miraba y escuchaba mientras masticaba tabaco.

 

Mi hija hace de unos días para acá, que ha venido experimentando unas horribles pesadillas y en ellas, se veía perseguida por un aparente niño el que la seguía hasta el borde de un precipicio del que ella se lanzaba. Pues resulta que hemos intentado todo pero nada se ha podido hacer, ella se pone cada día peor. Como usted entenderá yo soy un hombre cristiano y devoto católico y lo último que pensé fue poner a mi hija en las manos de un brujo y curandero, pero dadas mis cirscunstancias me veo obligado a acudír a usted.

 

Yacari, era un indio fuerte de alrededor de cincuenta años y había sido tomado injustamente como esclavo cuando niño, luego liberado para 1864 cuando tendría unos doce años por un Corso que lo compró, solo para darle inmediatamente su libertad. Aquel Indio creció con la familia de ese Corso y fué tratado como un hijo mas en dicho hogar, se crio junto a otros seis hijos de Don Francesco Caratinni y nunca sintió el prejuicio, por el contrario el color cobrizo diferente de su piel hizo que Don Francesco lo tratara con una compasión y privilegios que aún ni siquiera tenían sus hijos. Fue tratado así simplemente porque Don Francesco entendía necesario experimentar el amor de Cristo de forma real y verdadera en su prójimo y quería tener un hijo aindiezado, negro o criollo para dejar establecido en su espíritu, que él mismo, estaba libre de prejuicios.

 

Aquel amor y ejemplo derramado por Don Francesco, hizo que Yacari recibiera  esos mismos dones de bondad y decidiera darlos hacia adelante a su prójimo. Don Francesco se regresó ya anciano a su país para 1896, ya cuando Yacari era un hombre de más de cuarenta años. No solo aprendió caridad y compasión Yacari de Don José, también aprendió disciplinas misteriosas que aquel practicaba como Masón y que eran oriundas de la Doctrina Secreta, de la Cabala y del antiguo Egipto y las mezclo con las propias cristianas, indígenas y africanas que el ya conocía. Aquel era un Indio sabio y culto.

 

Don José, no hay el más mínimo problema en curar a su hija, eso lo hago en un momento.

 

Solo que yo no cobro dinero por mis dones, pero exijo obras de caridad como pago por mis servicios, si usted está conforme con mis honorarios antes de que termine el día ya su hija está curada.

 

Don José miro a Yacari incrédulo y le preguntó ¿Oiga, seguro de que usted cura a mi hija? mientras botaba una bocanada de humo de su cigarro.

 

 

Definitivamente, solo exijo obras de caridad a cambio.

 

¿Y cómo yo podría pagar por sus servicios?

 

Si usted está dispuesto a adoptar a tres criaturas huérfanas que no tienen un hogar y que deambulan por este pueblo yo le devuelvo la salud a su hija inmediatamente. Yacari, no tenía que cobrar o exigirle al ex alcalde nada ya que su misión divina se lo prohibía, pero aprovechó la ocasión para asegurarle techo a tres pobres niños y que el sabía que este hombre económicamente podría hacer.

 

-Délo por hecho.- y se cerró el trato con las indicaciones de que estos eran tres niños de apellido Cora, naturales del pueblo de Arroyo.

 

El curandero solicitó un vaso de agua y se dirigió al cuarto.

 

Yacari, se encerró con la hija de don José unos minutos y luego solicito que trajeran a un niño de ocho años ante su presencia para culminar con la sanación. En menos de media hora ya el niño estaba allí, este era el niño Juan Bautista García, quien un poco sorprendido entró por la puerta de aquella casa y pasó hasta el cuarto en que estaba Yacari y la enferma.

 

Antes de quince minutos la enferma salía del cuarto limpiándose las lagrimas de su rostro y con Juan Bautista cogido de manos. Ella era la maestra de Juan y la que casualmente había calumniado a la madre de este, la que murió de pena y vergüenza victima de la lengua de Margarita.

 

Una abuelita (sentada) le cuenta a su nieta la historia del Indio Yacari

En la foto de izq. a derecha: la  nietecita, la abuela, el ex-alcalde y padre de Margarita, Margarita, el niño Juan y el Indio Yacari.

 

Don José, sorprendido besó a su hija y le preguntó como se encontraba, a lo que ella respondió, que se sentía muy bien y ahora con una responsabilidad particular de cuidar lo que dijeran sus labios, pues de ellos procedían tanto su bendición como maldición.

 

-Hoy aprendí padre, que puedo ser portadora de muchas bendiciones o maldiciones, y que tengo que hacer una sabia decisión antes de hablar, que mi destino se hará conforme a lo que yo diga y haga.-

 

Don José llorando abrazó a su hija y le dijo - siempre te lo dije hija mía, siempre te lo dije...

 

Yacari, llamo a Don José aparte y le contó esta historia:

 

Había una vez una mujer que calumnió grandemente a una amiga suya, y todo por la envidia que le tuvo al ver que las miradas de los caballeros se posaban en aquella otra y no en ella.-

 

Causado el daño que quiso hacer con sus palabras, destrozó la reputación y moral de la que había sido su mejor amiga.

 

Pero con el tiempo se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a esa amiga, y visitó a una bruja y curandera muy sabia a quien le dijo:


-Quisiera arreglar todo el daño que le hice a mi amiga, ¿cómo puedo hacerlo?, a lo que la bruja respondió:


-Coge un saco y llénalo de plumas y suéltalas allí por donde quiera que vayas y luego regresa aquí-.

 

Ella muy contenta por aquello tan fácil, cogió el saco y lo llenó de plumas y en un día ya las había esparcido todas por el pueblo.

 

Luego volvió donde la bruja sabia y le dijo:


-Ya terminé-, entonces la bruja le contestó:
 

Esa era la parte fácil... ahora tienes que regresar a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste, sal  y búscalas sin que quede ni una sola afuera.

 

Entonces ella se sintió muy triste pues sabía lo que eso significaba, y no pudo volver a encontrar casi ninguna. Al regresar con el saco vacío, la bruja sabia le dijo:


De la misma manera en que no pudiste juntar de nuevo las plumas que se fueron con el viento, así mismo todo el mal que sembraste, viajó de boca en boca por todas partes y dejaste el daño hecho, ya no puedes recuperar tus palabras y estas seguirán viajando por muchas partes.

Lo único que puedes hacer es suplicar el perdón a tu amiga, y aunque lo obtengas podrás tener ahora paz, pero no hay manera de arreglar ese daño que hiciste, pero podrás con la enseñanza recibida evitar los demás.

 

--Don José,--le decía Yacari-- su hija le pidió perdón a Juan por el daño que le hizo a su madre y del cual usted tuvo conocimiento y permitió, ahora van de camino al cementerio a dejarle unas flores en su tumba y a ella comprometerse en tratar a ese niño como si fuera su propio hijo. Ahora su hija tendrá paz y ya usted podrá vivír y morir tranquilo si cumple la promesa a la que se comprometió.

 

Fin del cuento.

 

Aquí, otro cuento perteneciente a la novela, El Corso de Guayama…

 

 


 

 

Aguacero de Mayo

 

Por: Héctor A. García

El Indio Yacari se hizo muy buen amigo mío, o bueno no sé si fue que yo me hice buen amigo de él, lo cierto es que me agradaba su compañía y con el aprendí muchísimo de lo que sé hoy en día. Cierta mañana mientras caminábamos hacia la playa de Branderi me contó esta historia.


Juan, había una vez un curioso hombre que  tocaba todas las puertas de las casas para hablar con la gente y conocerlas, entonces en una de esas casas al abrirse una puerta vio, no el interior de la casa, si no, la entrada a un lugar que podía decirse que era el paraíso. Él miraba hacia adentro desde afuera y lo que veía era algo así como una pradera y hermosos árboles, entonces curioso decidió entrar y al cruzar el umbral, la puerta se cerró tras si.

 

Había llegado a un sitio llamado el lugar de los deseos. Allí simplemente te sientas bajo uno de esos hermosos árboles, deseas cualquier cosa e inmediatamente se cumple lo que pides, no hay espacio entre lo que deseas  y su cumplimiento.

 

El hombre estaba cansado luego de tocar muchas puertas y al llegar a un lugar tan acogedor, decidió dormir un rato bajo un árbol llamado, el arbol de los deseos. Al despertar, tenía mucha hambre, entonces dice: ¡Dios mio que hambre tengo! si apareciera algo de comer". Entonces al momento apareció la comida frente a sus pies ya servida, una comida deliciosa. Sorprendido, pero del hambre  no prestó atención de dónde había venido ese plato de comida, se aprestó a comerselo. Mmmmmmmm, se ve delicioso.

 

Entonces empezó a comer y encontró la comida riquisima. Una vez termino, miró a su alrededor y estiro su manos en señal de satisfacción. Estaba satisfecho. Y pensando otra vez se dijo: tengo sed, si apareciera de tomar algo. Así que de inmediato apareció una jarra de agua fresca.

 

Mientras tomaba el agua sintió una suave y fresca brisa bajo la sombra del árbol y comenzó a preguntarse: ¿Bueno, qué estará pasando aquí?  ¿Esto es un  sueño o es que aquí hay fantasmas porque no los veo?  Entonces aparecieron fantasmas de toda índole que lo rodeaban y este les dijo: váyanse de aquí- y ellos se fueron.

 

El hombre se dio cuenta que todo aquello que el pedía o pensaba se hacia realidad.

 

Entonces deseó ser rico para no tener que trabajar y así vivir como un holgazán toda su vida y tan solo de pensarlo y decirlo en voz alta, apareció tanto dinero a sus pies que no sabia que hacer con el. Ya con todo ese incontable dinero comenzó a temblar de la emoción y le pasó el siguiente pensamiento por su mente; bueno, pues ya no tengo que pasar trabajo para tener lo que deseo, ahora no voy a tener una razón para superarme, tanto dinero me convertira en un vago, así no vale la pena vivir. La vida no vale la pena y no tiene sentido si en ella no hay un motivo para lograr nuestras metas. Y dicho esto, murió al momento.

 

Esta es una antigua enseñanza, de gran significado. Por un lado hay gente que es bendecida y Dios les ayuda a que logren cosas en la vida sin gran dificultad. Por otro lado, tu mente es como un árbol dador de deseos; pienses lo que pienses, tarde o temprano lo podrás ver cumplido si asi te lo propones y tienes fe en ti mismo y en Dios. La gente pensara que lo que ocurre en tu vida es algo magico. Pero cuidado con lo que metes en tu mente, pues si por un lado te puede traer bien, tambien te puede traer mal.

 

Cada uno en la vida es como un mago. Cada cual está hilando y tejiendo un mundo mágico en torno de sí mismo y dependiendo de sus pensamientos, palabras y sus acciones así serán sus resultados.

 

Querido Juanito, aprende que eres el responsable de tu dicha o desdicha, aunque siempre habrá gente que te quiera hacer daño e impedir que logres alcanzar tus sueños, es mas lo que tiene que ver contigo mismo que lo que tiene que ver con otros. Se precavido siempre Juan, toma provisiones y no dejes que la mentira esté por encima de tu verdad y de la propia verdad. Aprende a organizar tus acciones, de ello dependen los resultados de tu vida. Si actuas correctamente, Dios te va a ayudar y los que te quieran hacer daño, terminaran en verguenza.

 

En este momento de terminar el relato, me despedí de Yacari y nos separamos, yo seguí camino a Las Mareas a encontrarme con mis amigos, Eduardo Curet, Vicente Pillot y Nestor Cora, frente al cementerio de pueblo donde descansaba mi madre, pues ibamos a hacer un encargo a Don Genaro Cautiño. Luego de persignarme y pedirle la bendición a mi madre que allí reposaba, me fuí de camino con mis amigos para la playa de Las Mareas. Aquella era un calurosa tarde del 1ro. de mayo del 1914.

 

La Sequía                              

Desde noviembre del 1913 no llovía en Guayama, los calores eran de madre. El último día que llovió casualmente fue la noche en que Don Vicente Palés Anés, el padre de mi amigo Luis Palés Matos, murió en el teatro Bernardini mientras recitaba un poema. De alla para acá como que ya se había llorado bastante y habia hasta una sequia de lágrimas pues don Vicente era muy querido en el pueblo, todavia recuerdo que recitaba el poema El Cementerio, de Santos Chocano, al momento de caer en el escenario que yo ayude a montar. Hubo quien pensara que aquello era un trabajo que se le hizo por parte de rivales de la Logia y que todo se habia calculado para que ocurriera así.

 

Juan Bautista, sentado al centro junto a la familia Fernández Cintrón, donde vivio periódicamente una vez murió su madre. Al lado derecho de Juan, Jorge Bird Fernández quien de adulto fuera un hombre acaudalado en Puerto Rico y presidente del Club de Leones.

 

Ya estábamos en mayo del 1914 y habían pasado casi seis meses desde ese día, sin caer una gota de lluvia. Para estos días casualmente yo me había fugado de la casa de Doña Luisa Cintrón, aunque ella era muy buena conmigo y me enseño muchas cosas. Pero a cada rato, venia Elvira Porrata, la esposa de mi padre a buscarme y yo me escabullía pues no quería irme a vivir con él. Mi compromiso a mi madre no lo iba a romper por nada y cada vez que se aparecía a buscarme esa señora o el, yo me escondia en el cogollo de un palo de mangó que habia en casa de Doña Margot, y allí apretaba fuertemente entre mis manos  el escapulario que llevaba al cuello y que me regaló ella, antes de morir. Mi padre era Jean Charles Romanacce Lecci'a, un Corso que habia llegado a Puerto Rico para 1896 y que abandonó a mi madre en 1904, por Elvira Porrata Doria, una mujer adinerada y dueña de propiedades y terrenos en la Central Machete. Doña Luisa Cintrón vda. de Fernández, me habia recogido a vivir con ella, mi padrino era Don Jose Vives y mi madrina Emilia Porrata Santaella, madre de Francisco Fernández Porrata, el difunto esposo de Doña Luisa, y quienes velaban por mi bienestar, aunque yo  en realidad me las sabia arreglar muy bien por mi mismo. Así que un buen día cogí dos o tres cosas y me fui de casa de Doña Luisa, y Don Jesús, el dueño del colmado de la Calle Nueva me ocupaba para hacer mandados y me dejaba quedarme a dormir allí,   En mi epoca desde que uno se sabia las calles inmediatas del pueblo, lo tenian  haciendo mandados. Eso sí, tenia que ir a la escuela y aprender letras, era la exigencia de Don Jesús, si queria quedarme con el.

 

Acta de bautismo de Juan, donde José Vives y Emilia Porrata Santaella, aparecen como sus padrinos y guardianes.

 

Ya de camino a Las Mareas con mis amigos Néstor Cora y Vicente Pillot, además de una carretilla que le cogí prestada a Don Jesús, nos poniamos de acuerdo sobre la cantidad de Jueyes, Cocolías y Almejas que ibamos a traerle a don Genaro.

 

El dia estaba bien claro y soleado, no habia una nube en el cielo y el sol apretaba.

 

--¿Dianche que calor hace verdá, Juan?-- Le pregunto Néstor

 

-Diablos si, me voy a derretír si esto sigue así-  le contestó Juan, carretilla en mano.

 .

-La cosa ej que no me luce que vaya a llovel pol buen tiempo- decía Vicente, sentado en la carretilla, que iba de pasajero.

 

Mientras caminaban hacia la playa de Las Mareas con la carretilla a cuestas, veían los pastizales coger fuego, lo que aumentaba el calor de los caminos principales.

 

Estos dos amigos de Juan eran casi como hermanos de él. Néstor Cora era un mulatito de Arroyo, que se había venido a vivír a Guayama adoptado por el ex-alcalde José Vidal, junto a sus dos hermanos y Vicente Pillot que era mas negro que un tizón y que habia sido nieto de un negro esclavo llegado de islas francesas, Juan por su lado era un muchacho jincho, hijo de una criolla y un corso francés y  entre los tres hacían la mezcla de los tres colores de gente de Guayama, todos andaban por los 10 y 11 años. Ellos venían con la encomienda de llevarse una buena pesca de crustáceos y almejas que les encargo Don Genaro Cautiño, que le gustaba estar bien alimentado de mariscos.   Una de sus criadas le hacia un caldo de mariscos que el decía que lo ponía mas fuerte que un Toro. Los muchachos reían las ocurrencias de Don Genaro que decían que era más enamorao que Don Juan Tenorio. Don Genaro les ofrecio .50¢ centavos a los tres por un saco combinado de dichos mariscos y estaban dispuestos a caminar por encima de brasas de fuego, si fuera necesario para ganarse su dinerito.

 

Según se acercaban a la playa, Juan les hablaba de su nuevo amigo el Indio Yacari.

 

--¿Saben qué muchachos? -- hablaba Juan--Yacari el Indio me enseño una forma de protegerme contra la maldad de la gente mala.--

 

--Él me dijo que la fuerza de mi pensamiento y el no creer que las cosas malas me van a hacer daño es el mejor escudo. amuleto o talismán que nosotros los hijos de Dios podemos tener.--Tambíen me dijo que los espiritus de la gente que nos quiso, nos van a acompañar hasta la muerte, asi que habia que honrarlos y pedirle a ellos para recibír bendición y protección. Que Dios los ayudaba a ayudarnos, a la verdá es que no entiendo muy bien, pero bueno...

 

Vicente le dijo--Bueno puej mi mai me dice que tengo que rezar to los días el padre nuestro antes de acostalme a dolmíl, para podel dormíl con los angeles.--

 

--Ay madre, puej yo estoy chavao, puej yo caigo como palo cuando me tiro al petate a dolmil y no tengo tiempo ni pa pensal.--Les decia Néstor

 

http://www.proyectosalonhogar.com/Brindo_por_mi_hijo/talisman2.jpg

--Aunque me dijo también que si queria tener un amuleto poderoso, que fuera a la Iglesia y con un algodón mojado con agua bendita, lo pasara por la imagen del Cristo crucificado. Que después a ese algodón lo cubriera con la esperma de una vela encendida dedicada a un ser querido hasta que hiciera una bola. Una vez hecho esto, la pureza del agua bendita y el amor y poder de Cristo iban a poner de manifiesto el espiritu de tu ser querido el que me iba a ayudar.--

 

--Que eso no fallaba, si yo creia con todas las fuerzas de mi alma. Me dijo que cargara el amuleto en una tela de algodón cortada circularmente y que luego la cerrara y amarrara con un gabete de uno de mis zapatos.--

 

--¿Oye Juan y tu crees esos disparates?-- le pregunto curioso Néstor

 

--Tu vaj a volvelte loco si te ponej a creel en esas cosa-- añadia Vicente

 

Bueno yo no se ná, eso fue lo quel me dijo, tambien me dijo que los mas importante en la vida era creer en algo, tener fé, que eso nos hacia fuertes y daba impulsos, no importaba en qué creyeramos, que daba igual. Lo importante es tener fe y creer en algo, pero sobre todo, en uno mismo. - réplico Juan

 

Llegaron a la playa que en realidad era una bahia y allí nadaron un rato y se zambulleron en el agua. Cerca de ellos habia anclado, un acorazado y/o buque militar  norteamericano.

 

Luego de divertirse por un rato, pescaron una barbaridad de cocolias y tuvieron que botar casi la mitad, pues estaban cortos en la pesca de jueyes y el trato era que la mitad de la pesca fuera de jueyes y la otra mitad de cocolías. --Juan vete a buscar laj almejas que nojotros nos encalgamos de sacar los jueyes de las cuevas.--

 

--Bueno...

 

Juan se fue solo por la orilla de la playa hasta llegar cerca de un manglar donde alli en el suelo de la orilla habian cientos de almejas esperando por él. Eran tantas, que se tuvo que marchar solo con la cantidad que podia cargar.

 

Según caminaba por la orilla de regreso a donde estaban sus amigos, escuchó los golpes de unos tambores que entonaban ciertos ritmos afrocaribeños y una gran algarabia. Apenas podía escuchar que estaban cantando algo y decidio acercarse sigilosamente y curiosear.

 

Entonces cautelosamente se acomodó detrás de una palma y veia una cofradía de negros y mulatos tocando tambores y a otros junto a las mujeres bailando Bomba, ellos parecian como si estuvieran poseidos o algo asi, bueno, eso penso él. El negro brujo Yambó era quien dirigia la ceremonia.

 

Y según afilaba el oido, escuchaba esta entonación:

 

 

 

A la Verdegueeeeeee, a la Verdegueeeeeeé

Mi mama no quiere que yo vaya a la Verdegué.


A la Verdegueeeeeee, a la Verdegueeeeeeé
Mi mama no quiere que yo vaya a la Verdegué.

A la Verdegueeeeeee, a la Verdegueeeeeeé
Mi mama no quiere que yo vaya a la Verdegué.
Sali de Machete para el pueblito del Carmen
pero me dijeron que no entrara a la Verdegué, ¿dime porque?

A la Verdegueeeeeee, a la Verdegueeeeeeé
Mi mama no quiere que yo vaya a la Verdegué.
Ni por veinte riales, yo no voy a la Verdegué,
puej ella no quiere que yo entre a la Verdegué, ¿dime porque?

A la Verdegueeeeeee, a la Verdegueeeeeeé
Mi mama no quiere que yo vaya a la Verdegué.
Porque hay una negra que cuando cuela puro café
 pone a tos los hombres arrastrandosele hasta los pies.

 

 

 

 

 

 

A Juan le encantaban esas cofradias de negros y de hecho con ellos tenia un buen trato, allí en la playa se reunian los domingos los humildes trabajadores de la caña a tomar ron cañita y a divertirse y compartir entre ellos pues era lo único que les quedaba despúes de jornadas de seis dias y hasta doce horas de trabajo bajo el sol.

 

Mientras miraba atento aquel jolgorio, pensaba en el calor que hacia y metio su mano dentro de su camisa y frotó el amuleto que llevaba y que no le habia dicho a sus amigos que tenia consigo. Entonces se dijo a si mismo: Este calor esta de madre tengo ganas de tomarme algo, entonces ppttuumm... cayó un coco de la palma que lo guarecia del sol y se rompió, dejando una hendidura que le permitio si no hubiera sido por la celeridad de su reacción, cogerlo a tiempo y tomarle su dulce y refrescante agua. --Ahhhh... Ay concholes que suerte, lo único que falta es un buen aguacero ahora-- No bien dijo esto, escucho un trueno y una inmensa nube negra como a tres o cuatro millas mar adentro adentrarse a la costa, entonces a Juan le vino un presentimiento. --Ay contra, tengo un barrunto, dejame avanzar que si nos coge ese animal <<refiriendose a la nube>> nos va a lleval el diablo de camino pa' tras.--

 

Según se apuraba en llegar, sonaban truenos a la distancia. Entonces vio a sus amigos que habian abierto un coco y le comian la tela y les dijo. --Muchachos ajoren el paso, que viene sendo aguacero.

 

Los muchachos miraron el nubarrón y enfilaron camino de vuelta para el pueblo de Guayama alternandose la carretilla. En eso unos carreteros que llevaban un cargamento de carbón los recogieron y los llevaron hasta la via del tren donde el silbato avisaba que venia en camino.

 

En un truco viejo de carboneros como el tren no venia a gran velocidad pegaron la carreta a una plataforma del mismo y Juan brinco primero, el tren redujo un poco la velocidad tambien para ayudar y pasaron los sacos y la carretilla, luego Vicente y Néstor brincaron y ya estaban en camino de regreso.

 

 

Los carreteros se despidieron de ellos y el conductor de la máquina sono el silbato y acelero el paso. Hacia un calor casi infernal y sumado al calor que despedia la máquina subia aún mas la temperatura.

 

UUUUuuuuuuuu... Los chicos gritaban emocionados de la alegría en su viaje del tren, ellos estaban emocionados y saludaban a cuanta gente vieran a su paso.

 

En el punto mas cercano al pueblo el tren detuvo su marcha, para dejar un grupo de obreros y los muchachos se bajaron y siguieron desde allí a pie. Vicente. agarraba un extremo del saco de jueyes y cocolias y Nestor el otro extremo. En eso, retumbo un trueno que los dejo casi sordos y...

 

--"AGUACERO DE MAYO, AGUACERO DE MAYO"--  UUUUUUUUUUUUuuuuuuuu... gritando los muchachos eufóricos entraban al pueblo anunciando el fin de la sequia y comenzaba a caer un tremendo aguacero que presagiaba buena suerte a los primeros que se mojaran con sus aguas que eran consideradas benditas, era el 1ro. de mayo de 1914.

 

Además debido a que nuestros agricultores, por experiencia y tradición, en el mes de abril preparan la tierra para que esté en condiciones de recibir las semillas de nuestra alimentación básica con el agua esperada de mayo. Hay siembras que se realizaban a través de ramas y estacas, todas muy bien escogidas para asegurar su buena reproducción, terminaba asi la sequia que habia comenzado en noviembre.

 

Que se recuerde nunca antes habia llovido todos los dias de un mismo mes, aquel fue el primero en mucho tiempo.

 

Despúes de entregarle a don Genaro Cautiño su encargo y cobrar, los muchachos llegaron a sus casas enchumbaos. Juan, por su parte se fué al almacén del colmado de don Jesús, donde se estaba quedando a vivír y luego de secarse y  tirarse en los sacos de harina a descansar, se ponia a pensar con el escapulario de San Francisco de Asis, en sus manos, que le habia dejado su madre antes de morir y así un poco triste al pensar en ella, veía el tiempo pasar...

 

Vicente Pillot (izq.) de 82 años  (amigo de Juan Bautista en su infancia y quien nos contara esta historia) Junto a Héctor A. García, para 1986 en Guayama. En este colmado vivio y trabajó Juan Bautista, cuando se escapaba de su hogar de crianza.

 

 

 


 

Micaela García

 

Muy tarde para arrepentirse

 

 

Por: Héctor A. García

 

Juan trabajaba haciéndole mandados a Don Jesús el dueño del colmado que quedaba subiendo la "curva de la culebra" de la calle nueva, ya entrando al pueblo. Don Jesús era un hombre amable que nunca habia podido tener hijos y veia en Juan la oportunidad de expresar ese afecto natural paternal en este niño. Doña Matilde su esposa, tenia una enfermedad de los huesos que la tenia en cama y era atendida por una criada negra llamada "Fanny" que dominaba muy bien el francés y era de gran ayuda en el colmado, además de que hacia unas galletas y dulces de naranja y batata que hacia que la gente se chupara los dedos y eran el deleite de todos em Guayama.

Una noche en la que se presentaba una obra en el teatro Bernardini, estaba una mujer inusualmente sola en la fila de entrada, guareciéndose bajo una sombrilla y con un libro que parecia estar leyendo, esperando por entrar, era Micaela Garcٌía. Juan como que la había visto en el colmado de Don Jesús al atardecer poco antes de iniciar la obra de teatro y comprar una bolsa de galletas y otras golosinas. "Si era ella, no habia duda, su rostro y porte eran inconfundibles".

 Habiendo ella entrado al teatro, buscó asiento y se sentó a esperar. Estaba muy absorta leyendo su libro, cuando de repente notó que Juan, se acomodaba a su lado, Juan la miraba y sonreia, tal vez viendo en ella un figura idealmente maternal y que le recordaba a su difunta madre. El teatro se venía llenando y fue necesario que Juan se acercara bastante a ella que estaba justo a su lado. La joven miro su bolso y vio que allí estaban sus galletas y golosinas las que se aprestaba disfrutar y puso su bolso entre medio de ella y Juan.

Cuando bajaron la iluminación e inicio la obra, ella sintió como era que el niño a su lado "Juan" levantaba su mano derecha despreocupadamente y la metía en el bolso de galletas que estaba entre medio de ellos y comenzaba a comerlas, una a una. No queriendo hacer una escena, ella trató de ignorarlo.  Un poco molesta la joven comía también de las galletas, mientras que el joven ladrón de galletas, se las estaba acabando. Esas eran las mejores galletas de Guayama, las que hacia la negra Fanny y por lo visto se las iban a comer en sus propias narices.  Ella se empezó a irritar y pensaba para sí misma:

"Si no fuese yo tan buena y educada, ya le hubiera dado un cocotazo en la chola a este granuja y atrevido niño".

Cada vez que ella comía una galleta, él también se comía otra. El diálogo de miradas entre ellos era muy diferente entre sí, Juan sonreía cada vez que ella metia su mano para tomar una galleta y ella rabiaba por dentro hasta que solo quedo una. Cuando esto ocurrió, ambos se miraron y preguntaban sobre quien se atrevería a tomar la última.  Con suavidad y con una sonrisa nerviosa, Juan alargó la mano, tomó la última galleta, la partió en dos y le ofreció la mitad a la joven Micaela, mientras se comía la otra mitad.  Ella tomó la media galleta bruscamente de su mano y pensaba:

"¡Pero qué niño más insolente! ¡Qué mal educado! ¡Ni siquiera me dio las gracias!  Nunca antes había conocido a un niño tan fresco y lo miraba con cara de pocos amigos"

Suspiró con ansias cuando termino la obra de teatro  y molesta se dirigió a la puerta de salida rehusándose a mirar en dirección en donde estaba sentado aquel ladrónzuelo ingrato.  Después de haberse sentado en el coche tirado a caballos que la llevaría de vuelta a su casa, buscó en su bolso para asegurarse de no haber dejado en el teatro su libro. Cuando para sorpresa de ella,  encontró su  paquete de galletas y golosinas intacto.

"Si mis galletas están aquí", ella pensó apesadumbrada, "las otras eran suyas, y las estaba compartiendo conmigo." " Dios mío, no puede ser, quien es ese niño que me ha hecho esto dándome tan gran lección"

Demasiado tarde para pedirle disculpas al joven, se dijo Micaela con mucho pesar. Ella había sido sin darse cuenta; la insolente, la mal educada, la ladrona de las galletas de Doña Fanny que Juan siempre llevaba consigo en sus andares por el pueblo.

 

 


 

Ser original, seré yo mismo...

 

Yacari cuenta su breve historia y Juan les hace un cuento

al Indio y sus amigos

 

Por: Héctor A. García

 

Uno de esos dias en que Yacari me buscaba para que yo le enseñara lo que había aprendido en la escuela, me encontró debajo de un arbol de jobos con Néstor Cora, Eduardo Curet, Vicente Pillot, Rogelio Moret y Ernesto Vigoreaux, mis mejores amigos. Eduardo, Vicente, Rogelio y Ernesto practicaban hablando un tipo de ftances creole que se hablaba entre sus padres y abuelos de origen haitiano francés, y yo les oia con curiosidad.

 

Mientras estaban de charlas hablando en su jerga creole: ¿Que hacen muchachos? nos pregunto Yacari, quien aparecio de repente. Yacari era el Indio sabio y noble que amaba a los niños, por su corazón sano y sincero.

 

-Puej aqui, comiendo jobos.- Le contestaron los muchachos...

 

-Ven, para que nos acompañes a bajar estos jobos, estan bien dulces, mmmmm, que ricos.- Le decia Juan, quien le lanzó uno de aquellos sabrosos jobos que comian del arbol de la casa de Doña Toya, la yerbera.

 

-¿Oye ven acá Yacari, es verdad que tu eres el único indio taino que queda en Puerto Rico?- le pregunto Vicente.

 

-Pues niños, a decir verdad yo soy nacido en esta isla, hijo de un indio Yaqui de Méjico y una India de origen amazónico nacida en Puerto Rico. Mi madre me contó de niño, que mi padre llegó desde Méjico como esclavo o sirviente de un gran señor que se regresaba a España, luego de la Independencia mejicana. Este gran señor se úbicó por un tiempo en casa de su hermana aquí en Guayama, antes de regresar a su país, a principios del siglo pasado como para el 1835. Sin embargo este hombre murio a los pocos meses y mi padre que tendría unos 15 a 16 años, quedo al cuidado y como sirviente de le hermana del difunto.

 

Esta señora se caso con un hombre que me contaron que era muy malo, por lo que mi padre se les escapó y se fué a vivir allá en aquella montaña, señalando hacia Carite. Allí aunque libre, vivia como si estuviera preso en el bosque pues casi nunca salía de el. mi padre se alimentaba de frutos y vegetales, si acaso, comia ocasionalmente batatas que hacia a la brasa.

 

Sin embargo, un buen día, vio a unos agricultores que comenzaron a preparar y talar el terreno para una finca de café y se presentó con ellos para ofrecerse a trabajar. Ellos lo cogieron a trabajar,pero tenian ciertas preocupación  pues era obvio que el (su padre) venia viviendo escondido. Así las cosas, al cabo de unos días la noticia de que habia un indio trabajando con estos agricultores llegó a oidos de quienes tenian legitimo derecho sobre el y apareció la guardia con aquel hombre que lo atormentaba y se lo llevó.

 

Pues resulta que mi madre era la criada de esta familia y así fue que mi padre la conocio. Mi madre era la hija de una pareja de indios que fueron traidos de Venezuela, y tambien eran criados de la que fuera madre de este señor. Para asegurarse de que mi padre  no se escapara nuevamente, se le permitio casarse con mi madre y poder tener hijos, de ese modo quedarian atados a ese hogar.

 

Sin embargo esta familia cayo en desgracia económica por malas inversiones y mi padre y madre fueron vendidos al agricultor corso, Francesco Caratini, quien tenia una finca en Carite y fue allí en Carite en donde yo nací, esa es mi muy breve historia niños. Bueno ya luego ese generoso hombre, Don Francesco, nos dio a mis padres y a mi, la libertad. A Don Francesco le debo mucho pues fue como un padre para mi a mas de ser mi maestro.

 

Los niños oyendo la breve historia que les contara Yacari, estaban embelesados, mientras comian jobos.

 

-¿Diantre, ser esclavo debe ser malo verdad?- le preguntaba Juan

 

-Si, lo es, es muy humillante-. respondio Yacari, -

 

-¿Les hago una pregunta niños, que es peor, ser el esclavo o el amo del esclavo?-

 

Ellos se miraban a las caras y encogieron sus hombros sin saber que responder, con cara de sorpresa y espanto, por la inesperada pregunta, que ni aún un adulto podría responder responsablemente y libre de confusion.

 

-Pues tan malo es ser el amo de un esclavo, como ser el esclavo, El amo atropella y abusa de su autoridad, convirtiendose en un ser, vil y canalla que nos usa como animales de trabajo. Los caballos son mejor cuidados y protegidos que un esclavo. El esclavo por su parte, pierde su dignidad humana y es humillado al grado que llega el momento en que se siente conforme con su papel de animal de trabajo. Lo único que diferencia a un esclavo de un Buey o Caballo, es que el esclavo habla y sigue instrucciones con comprensión y conciencia-

 

-Estos hombres blancos llegados de europa, preñaban a cuanta negra esclava se le aparecia por el medio y tenian mas hijos con las esclavas que con su propia mujer. En la finca de los Molano, la señora nunca le pario un solo hijo a su marido, sin embarco Manuel Molano, tuvo 16 hijos con sus 4 criadas y la señora los crió como si fueran de ella.-

 

-Madre Santa- decian Nestor y Ernesto, mirandose con los ojos bien abiertos las caras, pues ellos sabian quien eran sus madres, pero no conocian a sus padres.

 

Nestor Cora y Ernesto Vigoreaux, parecian ser de estos mulatos que recibian los apellidos del amo de sus padres o madres. Vicente Pillot, aunque era incomprensiblemente mas negro que un tizón, tenia facciones casi 100% europeas y llevaba el apellido francés de quien fuera el amo de su madre. Eduardo Curet era un negrito de ascendencia francesa-haitiana, Guayama era un pintoresco pueblo con una gran variedad de nacionalidades europeas. Juan, era el único blanquito del grupo, de padre corso “Jean Charles Romanacce” y su madre “Rafaela García Cortés”, nacida puertorriqueña, hija de un español andalúz, llamado “Eugenio José García”.y  María Cortés Mendoza (andaluza de origen moro).

 

-Bueno Juan, cuentame algo nuevo que hayas aprendido en la escuela.- Le dijo Yacari   

 

-Pues, mi maestra Margarita, me leyó una historia y lección muy interesante sacada de un libro de la biblioteca de Don José, su padre, que quiso compartir conmigo.-

 

-Vamos a ver cuentamela a ver si le podemos sacar provecho a esa historia.-

 

Pues resulta que un agricultor fue un día hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo. El roble le dijo al agricultor, que se moría porque no podía ser tan alto como el pino. Entonces dirigiéndose al pino, lo halló secandose de pena porque no podía dar ricos frutos como el arbol de mangó. Y el arbol de mango se moría de dolor, porque no podía florecer como la rosa. La rosa por su lado lloraba porque no podía ser fuerte y sólida como el roble, cada planta o arbol deseaba y envidiaba algo que tenian los otros.

 

Entonces mientras iba caminando, el agricultor encontró una arbolito de acerolas, florecido y más fresco que nunca. Y sorprendido el agricultor le preguntó:


¿Oye, y cómo es que tu creces saludable y tan repleto de flores y acerolas en medio de este jardín de plantas y arboles deprimidos a muerte y llenos de envidia?


Sencillo, porque siempre supe cuando me plantaste, que querías acerolas. En aquel momento me dije: "Intentaré ser el mejor arbol de acerolas del mundo y me luciré ante la vista de mi sembrador y de los demás, dando siempre lo mejor de mi mismo.-

 

Y mientras los demás arboles y plantas murieron frustrados por no ser como otros, el arbol de acerolas vivio feliz, porque lo único que tuvo que hacer fué, ser lo mejor de si mismo.

 

 

La misis me dijo cuando terminó ese cuento lo siguiente; Juanito, tu estás aquí para contribuír con tu fruto al mundo. Simplemente mírate a ti mismo, no hay posibilidad de que seas otra persona. Puedes disfrutarlo y florecer regado con un sano amor por ti mismo, o puedes marchitarte al no valorarte y esforzarte en sacar lo mejor de ti, queriendo ser como los otros, imitandolos, esfuerzate y superate, no imites a nadie, se original, se tu mismo. Recuerda siempre estas palabras; Esfuerzate y se valiente, para que la bendición de Dios pueda estar contigo y permanecer contigo para siempre.

-Me gusto esa historia que aprendistes Juan Bautista García, en verdad que me gusto mucho, esfuerzate en ponerla en practica. aunque se que no vas a tener problemas con ello, pues puedo ver en ti, la chispa de la genialidad.- Asi le decia el indio Yacari a Juan, mientras Nestor, Vicente, Rogelio y Ernesto, sus amigos empezaban a ver a Juan como un pequeño maestro.


Encomienda Postuma

Por: Juan Bautista García García

Estas son las cartas que propiciaron la investigación y la historia

 

 27 y 28 de Agosto de 1912

Era una calurosa noche del mes de Agosto, tan parecida a las que en mis travesuras de niño de mis 8 años había estado acostumbrado a pasar, sin embargo, esta noche en particular me tendría reservada una insólita sorpresa que dejaría una imborrable huella en el curso de mi vida.

Acababa de repartir algunos encargos por los distintos cafetines que me habían asignado en el colmado de don Jesús, en Guayama. Trabajé rápidamente, para así poder llegar lo mas pronto posible a mi casa y atender a mi madre en su lecho de enferma, que esperaba con todos nosotros el desenlace final de aquella terca enfermedad que había buscado asilo en su frágil cuerpo para destruirlo, sin percatarse que le había revelado a su alma el mas sutil de los secretos.

Cuando subía por la escalera rústica de mi casa, me encontré con Doña Fanny (la dulce mulata) que me había enseñado tantas cosas buenas, la que al verme rápido me dijo -Mira Juan, tu mamá esta muy, pero que muy mala y me dijo que quería verte ahora para decirte algo (temiendo indudablemente su muerte) muy importante.

¿Podía acaso yo a mis 8 años de edad enfrentarme a mi angustiada madre y verla morir entre mis brazos?

Fanny sabia que aquello era demasiado fuerte para mi temprana edad, posiblemente era algo tan siniestramente espectacular para mi tierna pubertad, que la adolescencia hizo un guiño de duda ante la sombra expectante de mi capacidad. Pero sin miedo subí hasta su cuarto, allí estaba ella sudorosa y moribunda entre los reflejos de un ondulante quinqué que le daba un tono aún mas sombrío a su rostro. ¡MADRE! -Hijo ven acércate... confundiéndose en el mas tierno de los abrazos y así  se me acerco al oído y dijo casi balbuceando estas susurrantes palabras... -No busques nunca al hombre que fue tu padre, no te ha hecho falta, ni jamás te la hará- ¿Me lo prometes? - Si querida madre, te lo prometo- le conteste llenos mis ojos de cautivas lágrimas que así conseguían su liberación...

A los 8 años, yo era un muchacho duro, criado casi solo pues mi padre abandono a mi madre apenas llegaron de la isla de Córcega. Mi padre era uno de estos aventureros que se tiraron al nuevo mundo a buscar mejor vida y puesto que mi madre era muy hermosa pero muy humilde, prefirió luego buscar suerte en una hacienda con una adinerada dejándonos abandonados a mí y a mi madre.

Yo no sentía un temor natural por las cosas que empezaban a integrar mi vida de un modo tan implacable. Mire las callosidades de mis tiernas manos y comprendí rápidamente lo que mi atormentada madre me pedía con tanta desesperación. Tenia toda la razón, abrazado a ella sentía como dentro de su pecho tan joven (apenas 28 años) la vida iba extinguiéndose lentamente...

Mientras en mi espíritu infantil, renacía una vida nueva una vida en que aquellas callosas manos iban a ser el yunque que ella quería con las cuales yo iba a labrar mi vida y futuro, sin la necesidad así, de romper la promesa para buscar al hombre que había sido mi padre.

Este glorioso éxtasis no podía durar mucho pues un acceso violento de una tos seca, me sustrajo de aquellos raros pensamientos. -¡MADRE!-  madre espera por la virgen- acomode su cabeza sobre las almohadas y por un momento salí del cuarto buscando alguna ayuda. -"Fanny, Fanny"- yo gritaba pero nadie me contesto y decidí enfrentarme solo a aquella situación. Entré de nuevo en la habitación donde había una mesita de noche construída de Laurel sabino y sobre ella marcaba el tiempo indiferente un viejo pero leal reloj despertador que señalaba en aquel momento las 7:15 de la noche, aparentemente todo marchaba dentro del plan de Dios...

El cruel acceso de tos la había extenuado por completo y se había quedado dormida, no consideraba prudente despertarla. Es obvio que la naturaleza tiene su rol asignado en este pequeño drama de la vida, por lo cual decidí esperar un momento. Me senté junto a ella y con mis callosas manos acariciaba su negra y alargada cabellera, mientras el tic, tac... del reloj prolongaba infatigablemente el impaciente tiempo que nunca se detenía y que nos acechaba constantemente. Así seguí yo la noche recostado sobre el hombro de mi madre y note con asombro ya entrada la madrugada que el quinqué tenia poco gas y la vacilante luz que apenas producía la quemada mecha me infundía un raro y desconocido temor. Ahora las sombras cada vez mas opacas que producía aquel quinqué parecían generar imágenes de seres que rodeaban la cama de mi madre y que desde ese mundo le parecían llamar para tranquilizar así su fatigada alma.

Yo nunca iba olvidar aquel amanecer del 28 de agosto de 1912, de repente sentí una alegría muy saludable pues por entre una de las muchas hendijas de la pared de la casa hecha con tejamani, se filtro un tibio y milagroso rayo de luz mañanera, eran las 5:35 de la mañana y ya comenzaba a amanecer. Un fuerte aroma a plantas medicinales comenzaba a impregnar el cuarto de mi madre en ese momento, al lado de nuestra casa don Domingo Gilormini procesaba malagueta para hacer alcoholados y aquel fuerte olor perfumaba a diario el vecindario. Apenas aclaro un poco más, entró otro rayo de luz que se poso sobre el pálido rostro de mi madre entonces ella abrió sus ojos y con ellos fijos en mí casi sin mover sus apretados y resecos labios me hablo nuevamente...

-Yo se hijo mío que has sufrido mucho por mi enfermedad, quiero que sepas que de lo que voy a morír es de la pena de no poderte criar y verte crecer como un buen hombre de provecho. No sabes lo que yo daría por estar ahí a tu lado todos los días llevándote a tu escuela y ocupándome de tus cosas. Quiero hijo mío que el día que decidas tener una familia, quiero que la valores como la cosa más importante de tu vida, nunca abandones a tus hijos, por favor júrame eso hijo mío.-

- Si mamá, cuando yo sea hombre y tenga familia los voy a cuidar bien, te lo juro y te lo prometo por esa virgen mamá-

-Se un buen padre y cuida bien a tus hijos, hazte de una profesión y dale a ellos una buena educación, me prometes eso hijito, cof, cof, cof... Le volvía otra vez un ataque de tos que ya presagiaba su final.

-Prométeme también hijito que no vas a buscar a ese hombre que nos abandono inmisericordemente, tu tienes unos buenos padrinos que se van a ocupar de ti y con los cuales no vas a carecer de nada- Se refería mi madre a Emilia Porrata Santaella y a José Vives, personas acaudaladas y las que irónicamente estaban emparentadas con la mujer con quien se había ido su padre.

No se preocupe madre lo que usted me diga así yo haré. Entonces mi madre tomo una de mis manos, la derecha y llevándola hasta sus senos me indico con su mirada que entre ellos reposaba un escapulario de San Francisco de Asís, lo tome con mucho respeto y bastante temor mientras ella cerraba nuevamente sus serenos ojos para abrirlos ahora ante la augusta presencia de Dios, que por fin ya había dictado su hora de salida. Eran justamente las 7:30 minutos de la mañana lapso de tiempo hecho en mi vida una perdurable eternidad. Con el escapulario en mis manos contemplaba casi hechizado el despojo de una mujer que había entregado su alma a Dios en plena juventud. Yo pensé inocentemente que ella dormía.

-¡Juan, Juan!- me llamaba Doña Fanny, que subía las escaleras rápidamente, la cual sabía que yo madrugaba siempre para volver a los cafetines del pueblo antes de ir a la escuela. -Mande usté- le grite yo. Hijo vete cuanto antes pues  me enteré que Jean Charles tu padre viene a buscarte y tu madre me hizo jurarle que no te entregara a él. -Rafaela, Rafaela fue al cuarto a decirle a mi madre cuando -Ohhhh, virgen santísima si ya tu madre se fué a morar con el señor, bendita sea su alma-  y Fanny comenzó a llorar desconsoladamente y a gritar tanto que levanto a todos los vecinos cercanos. Cuando yo supe que no volvería a hablar mas con mi madre se me hizo un nudo en la garganta que no me dejo hablar por varios días.

Una vez Fanny, volvió en sí, me tomo de un brazo y me llevo con ella a casa Doña Luisa Cintrón viuda de Fernández quien le habia solicitado a mi madre, mi custodia y cuido, y allí me quedé absorto y fuera de mi mismo casi sin conciencia de lo que pasaba como por un mes. Solo miraba y miraba sin parar el bendito escapulario que me dio mi madre aquella cruel mañana del 28 de agosto de 1912. En aquel escapulario la única herencia que me quedo de mi madre, se encerraba el sutil compromiso que iba a guiar a mi vida continuamente y me ayudaría a realizar la encomienda póstuma de mi madre.

Mi padre vivía muy bien según luego yo supe y le vi varias veces en el pueblo de Guayama pero yo me le escondía, pues no quería que él me viera. Se habia casado con una joven adinerada  llamada Elvira Porrata Doria, heredera de una gran fortuna.

Al mi madre morir quede huérfano tambien de padre por compromiso, bajo el cuidado de mis padrinos y la familia  Fernández Cintrón. Yo en mas de una ocasión les escuche decir que seria bueno que yo me fuera con mi padre. Un día planearon llevarme con él, pero yo que me la escabullía y ocultaba debajo de la casa donde en donde tenia una pequeña guarida y escondite, cuando les oia venir a buscarme, me ocultaba y evitaba ese encuentro.

Me escapé de la casa de los Fernández Cintrón un día para no volver, me fui a caminar y a aventurar por los pueblos cercanos, pero siempre trabajando. A mis 16 años ya hecho todo un hombre independiente un día me monte en una Carreta halada por una yunta de Bueyes que iba para Cayey y seguí así hasta llegar a San Juan, El viaje fue de todo un día de camino, conmigo se fueron mi amigos Eduardo Curet, Víctor Pillot,  y Néstor Cora Vega para acompañarme, pero solo llegaron hasta Cayey, ya de allí se regresaron a Guayama.

Fui cautelosamente y sin arrogancia al encuentro con mi madurez, era una persona decidida y comprometida con mi futuro, era un hombre muy trabajador y esa era mi mejor carta de presentación. Al llegar a San Juan conseguí empleo y alojamiento en la YMCA una institución norteamericana orientada a la preparación fisíca de sus socios, allí viví los proximos 6 años. No vacile en casarme bien joven a mis 22 años con la buena mujer que Dios puso en mi camino y con la cual he formado un hogar que ya cumplió su bodas de rubí y en donde son muy felices 8 hijos y 2 hijas, además de 3 huérfanos a los que he criado como hijos míos. Tenemos un hogar en donde todo esta en perfecto orden y conforme a la voluntad de Dios. Aún hoy no le he revelado el secreto a mi mujer e hijos de quien fue mi padre, quien según supe tuvo otro hijo, Alejandro y una hija Jacqueline. A Alejandro un día le vi en su casa de Santurce donde vivía, tuvimos un muy breve encuentro con muy pocas palabras, el parecia estar viviendo en un grave estado de depresión y aparentemente victima del alcohol, luego de aquel encuentro a petición de este, nunca me volvi a relacionar más con el. 

Pero el tiempo ese cruel encubridor personaje que no me abandona ni un solo momento le iba a tocar revelar ese misterio. Como cosa natural y desde niño me convertí en artista, mis manos tenían habilidad para dibujar y hacer muchas cosas creativas que ni yo mismo me habría imaginado, gracias a ellas he vivido. Y así un día estaba dándole los toques finales a los decorados de las imagenes interiores de la Iglesia San Francisco del Viejo San Juan, cuando el padre Gregorio se acerco a los andamios y me llamo: - Don Juan baje un momento que tengo que decirle algo muy importante- Azorado baje rápidamente y hablándole entre Inglés y español ya que el cura era de Penssilvania, le pregunte que había pasado. Bueno Don Juan, escuchando los juegos de béisbol, el narrador Buck Canel, mencionó que una persona de origen Corso, le deseaba  enviar un mensaje al pueblo de Guayama y en especial a Juan Bautista Romanacce, el cual creían que llamaban Juan Bautista García y que ya debía andar por cerca de los 50 años ¿No cree Don Juan que eso tenga que ver con usted?

En ese momento vino a mi mente aquel 28 de Agosto de 1912, y metiendo mí mano en la cartera busque aquel viejo escapulario, sagrada herencia que aún guardo y llevo conmigo como mi más preciado y venerado tesoro. En eso recordé las suplicas de mi madre -No busques nunca al hombre que fue tu padre, no te ha hecho falta, ni jamás te la hará- ¿Me lo prometes? - Si querida madre, te lo prometo-  Y durante 38 años nada ha interrumpido esa promesa...

Pensé en llamar a mi esposa y preguntarle, pero algo que no entendía me contuvo, aquellas expresiones me dejaron perplejo y confundido, había algo en mi alma que me presionaba de un modo extraño. Yo comprendo que el alma tiene sus vándalos que no son otra cosa que los malos pensamientos que llegan así de improviso para devastar nuestras virtudes. Pero tanto mi madre y yo, ella desde el cielo y yo acá en la tierra estábamos preparados para esta singular emergencia.

Sin embargo, como los juegos de béisbol son oídos por prácticamente toda persona que tiene un radio aquí en el Puerto Rico de los años 50, ya todos se estarían preguntando si de quien hablaban era de Don Juan Bautista García el artista y pintor de Guayama.

Entonces baje rápidamente del andamio en donde estaba trabajando y me acerque a la imagen de San Francisco una hermosa guvia española y frente a el ore intensamente... Abrí mis ojos y levantando mi rostro miré al magnifico santo y note con asombro que una extraña sonrisa se dibujaba en sus labios. -¿Se siente bien Don Juan?- me pregunto por sorpresa el padre Gregorio, sacándome del dulce éxtasis en el que me encontraba.

-Si padre me siento bien... Padre me quiere hacer un pequeño favor- suplique

-Si dígame Don Juan, hoy es su día y se que me necesita y Dios y yo estamos dispuestos enteramente para usted-

-Como en otras ocasiones, tengo deseos de escuchar música religiosa para continuar con mi trabajo-

-No se preocupe usted, continue haciendo su buen trabajo de arte poniéndome bella la capilla y yo me encargo de ponerle la música celestial-

Pronto subí rápidamente al andamio y me dispuse a terminar con mi labor de dibujar sobre la pared contigua a la capilla el rostro de la Virgen Maria siendo visitada por el ángel Gabriel, y si darme cuenta mis manos dibujaban el rostro... si de la mujer mas hermosa que hayan visto mis ojos ¡Si era ella!  Era mi madre, la que mis manos bendecidas habían retratado con su larga cabellera suelta y llena  de una arrobadora belleza, allí estaba ella frente al altar sonriéndome y dejándome saber con su mirada que por siempre estaría conmigo, GRACIAS DIOS MIO.