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    				O b r a    d i 
					s e ñ a d a   y   c r e a d a   
					p o r   H é c t o r  A.  G a r c í a 
[ver]  
					
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    Historia de Puerto Rico
			
      
      Colonización
			
				
			
       
      
    
	
	
    
Tomar 
	examenes de repaso
			
     
			
    
	
	
Carta 
      
      
 
	del descubrimiento de Colón 
      
       
	
    
	
	
Escenario 
	histórico del descubrimiento
	
	
			
     
			
    
		Galeria de imagenes Descubrimiento América
        
    
		Sinopsis del Descubrimiento
 
			
     
      
      
      
      Colonización de Puerto Rico
			
       
			
      Trabajo revisado por: 
		Profesora Maria del Pilar Lozada 
		                                                                                                                 
      
        
          
          
            
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				 Habiendo 
				las naves de Cristóbal Colón, en su segundo viaje a América 
				tomado rumbo hacia el sur este, y descubiriendio la que fue la 
				isla de, Borinquen,  un 19 de 
				noviembre de 1493, el comandante Colón,  tomó posesión de 
				la isla, para Castilla y la bautizó con el nombre de San 
				Juan Bautista. Tras una tentativa infructuosa de 
				Vicente Yáñez Pinzón, en 1505, la colonización de la isla fue 
				acometida por un antiguo compañero de Colón, Juan Ponce de León, 
				que se hallaba bajo el patrocinio del gobernador de las Indias, 
				Nicolás de Ovando. Ponce de León consiguió permiso para 
				explorarla e inició dicha colonización en 1508, fondeando en un 
				buen puerto natural al que denominó  Puerto Rico. 
				El nombre de San Juan, como fue bautizado por 
				Colón, pasó a ser designado con el tiempo el lugar donde había 
				desembarcado Ponce de León. Con el paso del tiempo la 
				denominación, Puerto Rico se aplicó a la 
				totalidad del territorio y asi se llamo la isla en su totalidad,  | 
             
           
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			Juan Ponce de León
			
			
			
			[Biografía]
			
			
			En 1509 se fundó la 
			Villa de Caparra, en las proximidades de las hoy ciudades de Bayamón y 
			Guaynabo, y la villa de Sotomayor, en el litoral occidental. En 
			1510, Cristóbal de Sotomayor, compañero de Ponce de León, fundó 
			Tavara, aldea abandonada poco después a causa de los mosquitos, y un 
			año después estableció el poblado que lleva su apellido, en el lugar 
			donde hoy se asienta la población de Aguada. En 1512 se fundó en la 
			desembocadura del Río Grande de Añasco la población de San Germán, 
			que, debido al ataque de los indios caribes, se trasladó en 1574 a 
			las Lomas de Santa Marta.  
      
		
      
		Como los indios, al principio, no ofrecieron gran resistencia 
		en el  proceso de conquista, ya que tomaron a los conquistadores 
		por dioses <<que cumplían su promesa de regresar>>. Un cacique indio 
		llamado Urayoán creó las condiciones de una rebelión y comenzó a 
		desvanecer la superstición de su pueblo: la leyenda cuenta como Diego de 
		Salcedo, sumergido en el agua por los indígenas, se ahogó. Fue llevado a 
		la aldea y observado por los taínos para ver si volvía a la vida... la 
		ley de los dioses quedó rota al comprobar cómo el conquistador no 
		resucitaba. La inmediata rebelión indígena, que fue aplastada tras 
		cuatro años de lucha, finalizó con la derrota de las huestes de 
		Agueybana, el último cacique isleño. La resistencia continuaría en el 
		interior montañoso, aunque, debido a la represión de la rebelión, se 
		aceleró el despoblamiento indígena de Borinquén, ya que muchos taínos se 
		refugiaron en las islas situadas al este de la principal.
			
		
Tras 
		ser presionado, Ponce de León se vio obligado a entregar sus poderes en 
		1511, al ser destituido y entronizado Diego Colón <<El hijo de Cristobal 
		Colón>>en el gobierno de las Antillas. A 
		partir de esta fecha, la isla estuvo regida por tenientes gobernadores 
		enviados desde La Española. En cada una de las incipientes villas la 
		vida municipal era regida por un cabildo, del que dependían diversas 
		aldeas y caseríos. En 1514 se repartieron 14.600 indios entre los 
		conquistadores, que los dedicaron principalmente a la minería. La 
		economía se estructuró sobre la base de la producción aurífera y del 
		cultivo agrícola (tabaco, yuca, caña de azúcar), y en 1519 se hacía el 
		primer repartimiento de indios. Desde 1492 hasta 1780, más de la mitad 
		de carga que se embarcó entre el nuevo mundo y Sevilla, España, fue el 
		tabaco puertorriqueño.[ver] 
		La población indígena mermó considerablemente debido a las nuevas 
		enfermedades (sarampión, viruela, gripe) traídas por los europeos, a las 
		guerras, al duro trabajo (sobre todo minero), a la emigración y al 
		mestizaje. La mortandad de los indígenas trajo consigo la importación de 
		esclavos negros procedentes del golfo de Guinea, en África, que 
		comenzaron a llegar a partir de 1518. La acción de los huracanes se hizo 
		sentir violentamente en diversos años: 1526, 1530 y 1537.
			
			
			
			Al  desaparecer los Indios Tainos 
			y por haber conseguido unos derechos de no esclavitud, entonces se 
			inicio el mercado de esclavos negros.
      
		Otras colonizaciones como la del Perú, en 1529, dio inicio un 
		rápido proceso de despoblamiento de la isla, y así, en 1534 llegaron 
		emisarios de Pizarro para comprar caballos y muchos de los colonos se 
		marcharon con ellos a Perú. En la cuarta década del siglo XVI los 
		yacimientos de oro ya estaban prácticamente agotados, y en 1570 se 
		declaró oficialmente el agotamiento de las minas de oro en Puerto Rico. 
		A la explotación del oro siguió la de la caña de azúcar y el cultivo del 
		jengibre, y en 1636 se daría inicio al cultivo del cacao. Antes de la 
		popularización del azúcar, en Europa se endulzaban los platos con miel 
		de abeja o, en el caso de los más acomodados, con clavos y canela. El 
		azúcar fue introducido en Europa por los árabes, a través del comercio 
		mediterráneo. En la década de 1520 hubo un primer intento de desarrollar 
		en Puerto Rico la industria azucarera, y Tomás de Castellón intentó 
		desarrollar un ingenio de azúcar en el antiguo partido de San Germán, en 
		el área actual de Añasco. En 1582 había 11 ingenios que producían 15.000 
		arrobas anuales. El cultivo del jengibre, raíz altamente cotizada en 
		Europa tanto para el condimento de las comidas como para la infusión, 
		comenzó en 1582, y en 1593 fueron embarcados 2.089 quintales de jengibre 
		desde Puerto Rico hacia Sevilla. Este producto acabaría siendo 
		desplazado en el siglo XVIII por el café. Debido a que el interés 
		metropolitano se había desplazado hacia los grandes virreinatos 
		continentales, no existía en las Antillas una organización comercial que 
		permitiese el fácil acarreo de productos hacia mercado europeo.
      
		Recibía la Corona de España ya en 1536 todos los derechos 
		adjudicados a la familia de Cristóbal Colón, y en un arbitraje se le 
		retiro todos  los honores conseguidos en las Capitulaciones de 
		Santa Fe a la familia del descubridor de América. Se intentó regir la 
		isla a través de los respectivos alcaldes ordinarios de la capital y San 
		Germán, aunque la iniciativa duró poco. En 1544, la monarquía decidió 
		gobernar la isla por medio de jueces letrados que al principio fueron 
		nombrados por la Audiencia de Santo Domingo y más tarde por la metrópoli; 
		en 1582 se produjo la creación como institución de la Capitanía General 
		de Puerto Rico y en 1586 España estableció, para la isla, una ayuda 
		económica llamada el situado mexicano.
			 
			
			Población Indígena. 
			
			 
			
			Antes 
			según se ha dicho, la población de Puerto Rico, durante la época de 
			la colonización española era de 100,000 á 600,000 almas. Según el 
			historiador Fray Iñigo Abbad, que publicó una historia de la isla en 
			1788, " - estaba ésta tan poblada como una colmena.-" No es probable 
			que Ponce de León ó
			cualquiera de sus companeros hayan hecho un cálculo exacto 
			del número de habitantes de la isla, y como sucede en cuanto á Cuba, 
			esto será siempre motivo de conjetura. 
			
			 
			
			Gracias 
			al hablar de los rasgos característicos de los indios de Puerto 
			Rico, Fray 
			Iñigo Abad, dice que su color era de cobre, como el común de 
			los naturales de América, aunque más caído y oscuro; su estatura 
			baja, pero corpulentos y bien proporcionados; tenían las narices 
			chatas y de ventanas muy rasgadas, los dientes dañados, la frente 
			angosta, la cabeza aplanada por delante y por detrás, porque al 
			nacer se la formaban apretándosela por el cogote y por la frente; su 
			cabello largo, negro y grosero. Eran flojos é indolentes y de una 
			aversión estremada á todo trabajo y todo lo que no era satisfacer el 
			hambre ó divertirse en el baile, caza ó pesca, lo miraban con 
			indiferencia. Tenían caciques que los gobernaban; sus hijos mayores 
			heredaban este empleo, y si á este le faltaba sucesión ,no heredaba 
			el hijo mayor del hermano segundo, sino el de la hermana mayor. 
			
			 
			
			Ante un 
			informe interesante, compilado por F. Bedwell, Cónsul de Gran 
			Bretaña en Puerto Rico, en 1879, dice que "Los mandatos de los 
			caciques se anunciaban como dimanados de un oráculo ó de su Cemí, á 
			quien hacían hablar lo que querían por medio de los agoreros ó 
			médicos que ejercían las funciones de ministros del ídolo, y les 
			llamaban Buhitís.
			 
			
			Rostros indigenas  
			se ocultaban detrás de la estatua del Cemí, declaraban la guerra y 
			la paz, arreglaban las estaciones, concedían al sol, la lluvia y 
			cuanto convenía, según las necesidades lo exigían ó el antojo del 
			Cacique lo dictaba; y cuando los anuncios y promesas salían 
			fallidas, respondían que el Cemí había mudado de dictamen por 
			convenir así, sin que por esto se dudase del poder y crédito de la 
			fingida deidad ni de sus embusteros ministros, tanta era la 
			simplicidad é ignorancia en que vivían estos indios. 
			
			 
			
			Como los 
			cacicazgos estaban divididos en pequeñas provincias, que por lo 
			general sólo comprendían los habitantes de un valle, pero los más 
			dependían del Cacique Agueynaba que mandaba en jefe, siendo los 
			otros, como tenientes suyos, que hacían cumplir en sus respectivos 
			distritos las órdenes de Agueynaba. 
			
			 
			
			Intriga
			el que que todos los hombres y mujeres doncellas andaban 
			enteramente desnudos, aunque pintaban su cuerpo con mucha 
			prolijidad, dibujando en él,  variedad de figuras con aceites, aguas 
			y resinas viscosas que extraían de los árboles. Con este uniforme se 
			presentaban bizarros á las expediciones militares, á los bailes 
			públicos, y demás concursos, pues entre ellos el ir pintados 
			equivalía al estar vestidos; además que la naturaleza y la 
			experiencia misma les habían dictado que las resinas y aceites con 
			que pintaban su cuerpo les preservaba del calor excesivo y de la 
			traspiración superabundante, que en la zona tórrida, disipa las 
			fuerzas, espesa la sangre y abrevia la vida, sirviéndoles igualmente 
			de defensivo contra las injurias del aire, de la humedad, de la 
			plaga de innumerable variedad de mosquitos y de otros insectos, que 
			los molestaban incesantemente sin esta precaución. 
			 
			
			A esta 
			especie de vestido simple, que se adquiría con
			poco trabajo y que se variaba según el antojo de cada uno, 
			tenía sus adornos ó guarniciones, por decirlo así, en donde se le 
			ofrecían ocasiones á la vanidad de manifestar su invención y gusto, 
			no sólo en las diferentes figuras y varios colores de que cada uno 
			se pintaba, sino que también adornaban sus cabezas con plumas de 
			exquisitos colores; se ponían en las megillas planchuelas de oro, 
			colgaban en las orejas, narices y otras partes del cuerpo 
			caracolillos, conchas, piedras y otros diges, sin olvidar jamás el 
			retrato de su Cemí ó deidad. 
			 
			
			Los caciques usaban por insignia y distinctivo de su dignidad, una 
			plancha de oro colgada al pecho, del tamaño de una patena. Las 
			mujeres casadas se ceñían por la cintura de un delantalillio que 
			sólo les llegaba á media pierna, dejando lo demás del cuerpo en su 
			natural desnudez; las Cacicas usaban este delantal largo hasta los 
			tobillos, pero se ponían el corto cuando jugaban al batey ó pelota.
			
			
			 
			
			"En cuanto al matrimonio no se sabe qué formalidades usaban para 
			contraerlo; sólo si que cada uno
			tomaba dos, tres ó más mujeres, según la mayor proporción que 
			tenía de tenerlas, y las dejaban, tomando otras, usando de ellas 
			según su antojo. Los Caciques las tenían en mayor número y había una 
			que era
			preferida, pero todas vivían juntas con él sin manifestar 
			celos ó envidia por la predilección de la otra, aunque en realidad 
			todas venían á ser esclavas del marido.
			 
			
			Ellas debían de componerle el pelo que diferenciaban de mil maneras, 
			pintándolo con prolijidad siempre que había de salir de casa. Tenían 
			á su cargo todas las obligaciones domésticas, y aun las del campo y 
			agricultura; y lo que es más debían enterrarse vivas una ó dos de 
			las más queridas, cuando moría el Cacique, y si no se ofrecían
			voluntarias á enterrarse con el difunto, las obligaban para 
			que le acompañasen en la otra vida. 
			
			 
			
			Los casados no se juntaban á sus mujeres quince ó veinte dias antes 
			de ir á coger oro á los ríos, vanamente persuadidos que de otro modo 
			se les turbaría la vista y no lo encontrarían. No conocían 
			camalmente á las parientas en primer grado, ni se casaban con ellas, 
			porque vivían en la creencia que los incestuosos morían de mala 
			muerte. 
			
			 
			
			"Las casas las construían sobre vigas ó troncos de árboles que 
			fijaban dentro de la tierra, á distancia de dos a tres pasos uno de 
			otro, en figura oval, cuadrilátera ó cuadrilonga, según la 
			disposición del terreno. Sobre dichos troncos formaban el piso, que 
			era de cañas o varas; alrededor de este piso
			hacían los tabiques o paredes de las casas que eran asimiso 
			de cañas, cruzando sobre ellas al través muchas latas que hacían de 
			las hojas de las palmas con que aseguraban la obra. Todas las cañas 
			que formaban el tabique se juntaban arriba en el centro de la casa, 
			afianzándolas unas con otras, quedando el techo en figura de 
			pabellón. No dejaban ventanas, chimenea, ni tenían más luz que la 
			que entraba por la puerta que era angosta. Otras casas construían 
			también sobre troncos de árboles y de los mismos materiales, pero 
			más fuertes y de mejor disposición. Desde la tierra hasta el piso 
			que orinaban sobre los troncos, dejaban sin cercar una parte que 
			servía como de zaguán; en lo alto dejaban ventanas y corredores que 
			hacían de cañas; el techo estaba á dos vertientes, mediante un 
			caballete que ponían sobre horcones, cubierto de hojas de palma. 
			
			 
			
			"Dice Fray Iñigo que en la época en que escribía, las casas que 
			había en el interior de la isla de Puerto Rico eran de esta misma 
			construc- ción é idea, sin más diferencia que el ser por lo común 
			los pisos y costados de tabla; y todas las hacen sobre los troncos 
			expresados. 
			
			 
			
			"Esta idea de fabricar sus casas sobre troncos o postes de madera la 
			dicta la necesidad del país, que es muy húmedo, y sus llanuras y 
			vegas se inundan la mayor parte del año con las lluvias y crecientes 
			de los ríos cuyas consecuencias procuran evitar, construyéndolas 
			sobre postes elevados. Lo único que hay que admirar es que estas 
			frágiles construcciones no sean barridas por el viento. Sin embargo, 
			sus dueños las mueven con la mayor facilidad siempre que lo desean. 
			Bajo de estas casas ponen un poste con ruedas y de esta manera 
			pueden cambiar su colocación. No solamente sucede esto con las 
			chozas de los aldeanos sino con las casas de madera construidas en 
			los suburbios de todas las poblaciones. 
			
			 
			
			"La hamaca y la fruta del calabazo eran los principales artículos 
			que figuraban como muebles y utensilios de cocina entre los 
			indígenas y esto ocurre también hoy entre los gibaros o nativos de 
			raza blanca. 
			
			 
			
			"El fuego lo encendían con tres palos delgados; dos ataban juntos 
			por los extremos, el tercero lo ponían de punta sobre la unión de 
			los otros dos, y batiéndole con las palmas de las manos al modo de 
			un molinillo encendían lumbre con facilidad en cualquiera parte que 
			se hallaban. 
			
			 
			
			"Sus armas eran el arco, flechas y macanas, que hacían de madera muy 
			fuerte, y le daban la figura de una hacha de mano. Eran muy diestros 
			en tirar la flecha, aunque no usaban venenos en ellas como los 
			Caribes. Tenían canoas para la pesca y para sus viajes de mar; 
			algunas de ellas capaces de cuarenta á cincuenta hombres; pero todas 
			las hacían de una pieza del tronco de un árbol, que ahuecaban con 
			fuego y hachas de pedernal enastadas. Arboles de tales dimensiones 
			ya no existen en Puerto Rico porque durante tres siglos y medio de 
			destrucción los efectos se han sentido en toda la isla. En muchas 
			partes de ella los árboles de mayor tamaño han desaparecido 
			completamente, lo cual da por resultado grandes sequías, y sin 
			embargo no hay un solo país donde se encuentre maderas más hermosas 
			y útiles que en Puerto Rico. 
			
			 
			
			''Dice Fray fñigo que las ocupaciones de los indios eran tan pocas 
			como sus necesidades. Pasaban los días echados en la hamaca ó 
			sentados en cuclillas sobre los talones, y sólo se movían con gusto 
			para bailar, jugar ó satisfacer el hambre. Su agricultura se reducía 
			á una corta sementera de maíz, batatas, ñames, y los plátanos, que 
			producía la tierra, y este cuidado estaba al cargo de las mujeres. 
			La caza y pesca pertenecían á los hombres. Comían cuantas sabandijas 
			encontraban, y no sólo el marisco y los
			lagartos, sino que los murciélagos eran tam- bién plato 
			regalado, según Fray Iñigo. 
			
			 
			
			"Su religión consistía en las supersticiones que hacían á su Cemí, 
			que esculpían y pintaban de la figura que imaginaban. Lo colocaban 
			en todas partes y en sus casas tenían un retrete oscuro para 
			adorarle y pedirle auxilio en todas sus necesidades. Fuera de sus 
			pueblos tenían un adoratorio grande en donde tenían el Cemí tutelar. 
			Allí concurrían el Cacique y los sacerdotes, que se ocultaban á las 
			espaldas del ídolo y hablaban por su boca cuanto el Cacique les 
			sugería. 
			
			 
			
			En las funciones que celebraban llevaban de comer al ídolo, y sus 
			ministros se regalaban con las ofrendas. Tenían idea de dos seres 
			invisibles: el uno naturalmente benéfico, sin que fuesen necesarias 
			oraciones ni votos para recibir favores; del otro temían todas sus 
			desgracias, trabajos y calamidades, y eran precisas las súplicas y 
			oblaciones para mitigar sus iras. 
			
			 
			
			Lo miraban como enemigo de los hombres y de quien les venían todos 
			los males. Sus ceremonias se
			reducían á diferentes humillaciones y á derramar ciertos 
			polvos sobre la cabeza del ídolo, con otras prácticas supersticiosas 
			que por tradición habían recibido de sus mayores, de quienes tenían 
			estatuas que conservaban en los adoratorios. 
			
			 
			
			"Se han encontrado de tiempo en tiempo imágenes del Cemí en varias 
			partes de la isla, sobre todo en estos últimos años. Estos ídolos, 
			aunque varían en cuanto al carácter y á la clase de piedra de que 
			están hechos, son por lo general de la misma naturaleza. He visto, 
			también, algunos hechos de barro que son. algo más pequeños que los 
			construidos de piedra. Los trabajos hechos en piedra son 
			verdaderamente maravillosos, si se toma en cuenta que no conocían 
			los habitantes el uso del hierro. 
			
			 
			
			"Don José Julián Acosta, de Puerto Rico, que ha vuelto á publicar la 
			obra de Fray íñigo, con numerosas notas, describe varías de estas 
			antigüedades que existen en su poder y manifiesta que, á la época de 
			la conquista, los indígenas de Borinquen se encontraban en el 
			segundo período de la edad de piedra. Dice este señor que la 
			semejanza que se nota entre los imágenes del Cemí demuestran la 
			unidad de las
			creencias religiosas, al mismo tiempo que la existencia de 
			estos ídolos en diferentes partes, tanto en la costa como en el 
			interior, prueba que la isla estaba habitada en todas direcciones. 
			Cree el Sr. Acosta que en las grutas y cuevas que abundan en la 
			isla, y que aun no han sido exploradas, se encuentran esqueletos de 
			los indios. 
			
			 
			
			Creían que los difuntos iban á resuscitar á un país sumamente 
			delicioso en donde se gozaba de una primavera eterna, lleno de 
			florestas pobladas de todo género de caza, regado de ríos abundantes 
			de
			pescado y en donde disfrutaban de todos los bienes de la vida, 
			acompañados de sus mujeres y de sus antepasados. 
			
			 
			
			Cuando enfermaba el Cacique ó algún indio principal, llamaban al 
			médico el cual después de muchas supersticiones ridiculas se purgaba 
			y guardaba la misma dieta que el enfermo; y si no cumplía  
			exactamente con ésta y demás obligaciones y moría el enfermo, los 
			parientes y amigos solían sacarle los ojos, darle de palos y otros 
			castigos. 
			
			 
			
			Cuando veían que los enfermos estaban próximos á morir, los ahogaban 
			aunque fuesen caciques. Después de muertos los abrían y secaban al 
			fuego; luego los enterraban en cuevas ú hoyos muy grandes, 
			enterrando juntamente algunas de sus mujeres vivas, víveres para la 
			jornada y sus armas. Después cubrían el hoyo con palos y ramas, y 
			echaban la tierra encima sin que tocase á los sepultados. 
			
			 
			
			Cualquiera que fuese el suceso que sobrevenía de circunstancias 
			alegres ó melancólicas, se celebraba
			con el areito ó baile, que acompañaba la música, canto y 
			embriaguez. Fray íñigo, escribe que el areito entre estos indios no 
			era precisamente diversión, era ocupación muy seria é importante. Si 
			se declaraba la guerra el areito explicaba los sentimientos que los 
			animaban á la venganza. Si querían mitigar la cólera de su Cemi, 
			celebrar el nacimiente de algún hijo, llorar la muerte de algún 
			Cacique ú amigo, hacían bailes propios de las circunstancias y 
			sentimientos del objeto á que se dirigían. Si había algún enfermo, 
			se hacía un baile como remedio eficaz para recuperar la salud, y si 
			el paciente no podía resistir la fatiga del ejercicio, el médico 
			danzaba por él. 
			
			 
			
			Todos sus bailes eran imitación de algún asunto, y aunque la música 
			que arreglaba los movimientos era muy simple, los bailes eran muy 
			vivos y animados. El de la guerra era el más expresivo de todos. En 
			él, se representaban todas las acciones de una campaña completa; la 
			partida de las tropas, su entrada en el país enemigo, las 
			precauciones del acampamento, las emboscadas, el modo de sorprender 
			al enemigo, la furia del combate, la celebridad de la victoria, la 
			conducción de los cautivos, todo se representaba á los espectadores 
			con tanto ardor y entusiasmo, que parecía combatían de veras. 
			Conformaban los gestos, fisonomía y voces á las circunstancias 
			respectivas del asunto, acompañando siempre la música y canto. 
			
			 
			
			 
			
			"Los instrumentos de música que usaban eran tambores de varios 
			tamaños hechos de troncos de árboles, la macara y el güiro ó 
			guicharo, hechos de la fruta del calabazo. Puede decirse que estos 
			son aún los instrumentos musicales de la isla, pues no solamente se 
			usan en los bailes de los gibaros, sino que el güiro ó guicharo (que 
			es la cascara del calabazo y que se toca con un palito), se 
			encuentran en los bailes de la mejor sociedad y acompañan al piano y 
			á otros instrumentos modernos. Hasta las bandas militares españolas 
			adoptaron dichos instrumentos nacionales siempre que tocaban danzas 
			del país. Los cantos de los indias eran muy serios y aún históricos, 
			porque en ellos se relataban los sucesos másimportantes de su vida y 
			de su país; la genealogía de sus jefes, la fecha de su muerte, su 
			éxito en la guerra, las victorias que habían conquistado, las 
			estaciones prósperas y adversas, etc., todo ésto era relatado en sus 
			cantares. 
			
			 
			
			E1 areito ó baile se componía de mucha gente; unas veces bailaban 
			hombres solos; otras, mujeres; solas otras, todos juntos, formados 
			en dos filas, asidos de las manos y una guía que llevaba el compás y 
			la voz, á quien respondían todos repitiendo la historia que cantaba. 
			Mientras unos bailaban, otros daban de beber á los danzantes, dice 
			Fray fñigo, sin parar jamás, hasta que iban cayendo embriagados; 
			algunas veces entraban otros á ocupar el lugar que dejaban; otras, 
			se acababa el areito con una borrachera general. Sin este motivo se 
			entregaban á la bebida de la chicha, que hacían las mujeres de maíz, 
			frutas y otras cosas. También se emborrachaban con humo de tabaco 
			que tomaban por las narices con cañutillos. 
			
			 
			
			Eran muy aficionados al juego del batey ó pelota, para el cual 
			tenían sitios destinados fuera de los pueblos y cuando no los 
			ocupaba alguno de los objetos referidos, solían pasar el tiempo 
			tendidos en sus hamacas fumando y guardando un profundo silencio.
			
			
			 
			
			Algunos tenían el gusto de contratar, y todos sus negocios se 
			reducían á trocar sus diges y bagatelas entre sí, sin detenerse en 
			el exceso del valor que había entre unas y otras, pues todo el 
			precio se lo daba el antojo del que cambiaba. No tenían monedas, 
			pesos, ni medidas. 
			
			 
			
			El delito más feo y el que castigaban sin remisión era el hurto, y 
			así al que tomaba alguna cosa ajena, aun cuando fuese de corta 
			entidad, lo empalaban vivo, dejándole así abandonado en el campo 
			hasta que moría. Ni se reputaba por menos feo y escandaloso entre 
			ellos interceder por el ladrón para que se le remitiese ó conmutase 
			la pena de muerte, aun cuando el mediador fuese padre ó amigo del 
			reo; por esto quizá ocurría pocas veces el hurto." 
			
			 
			
			Después de haber sometido á los indios, Juan Ponce de León procedio 
			á esclavizarlos según el sistema español de repartimientos y 
			encomiendas, como se había hecho en Santo Domingo, en Cuba, y otras
			colonias españolas. Como resultado de su lucha con los 
			españoles, de las enfermedades, de la emigración á otras islas, del 
			trabajo forzado en las minas, y de otros motivos, la población 
			indígena desapareció rápidamente, de suerte que en 1543 el obispo de 
			San Juan informó al Rey de España de que sólo quedaban como 60 
			naturales en la isla.