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CARLOS EL LOCO
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  El ascenso a los tronos inglés y francés de dos reyes menores de edad, Ricardo II y Carlos VI, había enfriado la Guerra de los Cien Años, mientras los nobles de ambos países se habían preocupado de sacar el máximo partido del vacío de poder. Ricardo II tenía ya diecinueve años, y desde su intervención la revuelta tylerista había empezado a ocuparse personalmente de gobernar el país. Por el contrario, Carlos VI, a sus dieciocho años, seguía dominado por sus tíos, que procuraban entretenerlo con distracciones cortesanas para mantenerlo alejado de la política. Y todo ello a pesar de que su padre, Carlos V, tal vez previendo lo que iba a ocurrir, había dispuesto que su heredero asumiera el gobierno a la temprana edad de catorce años.

La revuelta Tylerista había dado cierta ventaja a Francia. En 1386 estuvo a punto de invadir Inglaterra. Barcos franceses fueron reunidos en los puertos del canal de la Mancha, pero los duques de Berry y Borgoña paralizaron el proyecto a última hora. Decidieron que recrudecer la guerra no beneficiaría en nada la plácida vida que estaban llevando. El Inglaterra, Ricardo II era también partidario de la paz, aunque al parecer por razones más altruistas que las de los duques franceses. Su principal adversario en este punto era su tío, Tomás de Woodstock, el duque de Gloucester, respaldado por una buena parte de los nobles, que formaron un Partido belicista. Por su parte, el rey buscó el apoyo de algunos amigos, no muy bien elegidos, a decir verdad, con los que formó el Partido realista. Entre ambos extremos había un Partido constitucional.

El rey Carlos II de Navarra (Carlos el Malo) tenía ya cincuenta y cinco años, y hacía ya tiempo que había abandonado la alta política. Ahora casaba a su hija Juana con el duque Juan IV de Bretaña.

Leonor Teles, la viuda del rey Fernando I de Portugal, ingresó en el monasterio de Tordesillas. El nuevo rey, Juan I, firmó una alianza con Inglaterra. Juan de Gante desembarcó en La Coruña, en Galicia, conquistó Santiago de Compostela y estableció su corte (en calidad de rey de Castilla) en Orense. En colaboración con Juan I, avanzó hasta tierras leonesas.

En 1387 Tomás de Woodstock, el duque de Gloucester, presentó una querella contra el rey y sus favoritos, que fue apoyada por el Parlamento. La política interior inglesa se volvía cada vez más tensa y turbulenta.

En Hungría se produjo un alzamiento de un sector de la nobleza partidaria del rey Carlos III de Nápoles, al que Isabel de Bosnia había hecho asesinar. Isabel y su hija María fueron encarceladas, y María tuvo que presenciar la ejecución de su madre. Sin embargo, Segismundo de Luxemburgo, el marido de María, pudo tomar el control de la situación y salvar la vida a su esposa. Luego se hizo coronar como rey de Hungría y asumió el gobierno. Mientras tanto, el rey de Polonia Ladislao II Jagellon conseguía mediante la diplomacia que los principados de Moldavia y Valaquia le rindieran vasallaje, para protegerse tanto de los turcos como de los húngaros.

Los otomanos se dedicaban al rapto de niños en los balcanes, que eran forzados a convertirse al islam y luego se les vaciaba el cerebro para convertirlos en jenízaros. Por esta época el número de jenízaros rondaba los ocho mil hombres. El sultán Murat I conquistó Tesalónica, pero fue derrotado en Plocnik por los reyes Lázaro Hrebeljanovic de Servia y Tvrko I de Bosnia.

El emperador Hongwu dominaba ya todo el Imperio Chino. Sin embargo, todavía quedaba mucho trabajo por hacer para reconstruir una administración capaz de gestionar eficientemente el estado. De momento, el gobierno quedó en manos de los militares.

Ese año murió con diecisiete años el rey Olaf II de Dinamarca y IV de Noruega. Su madre, Margarita, se convirtió en reina de ambos estados.

También fue el año de la muerte de los reyes de Navarra y Aragón, Carlos II el Malo y Pedro IV el Ceremonioso.

Carlos II de Navarra fue sucedido por su hijo Carlos III el Noble, que estaba casado con Leonor de Trastámara, hermana del rey Juan I de Castilla. Tenía entonces veintiséis años, y se encontraba en la corte castellana, donde había participado en la campaña contra Portugal y contra Juan de Gante.

Pedro IV de Aragón fue sucedido por su hijo Juan I. Su madrastra, Sibila de Fortiá, había huido de Barcelona poco después de que su esposo enfermara y se previera su muerte, pero Juan I la hizo capturar y le abrió un proceso. A cambio de renunciar a todos los territorios que le había concedido Pedro IV, se le concedió la libertad y se retiró a un convento. El cardenal Pedro Martínez de Luna no tardó en presentarse en Barcelona y no tuvo dificultad en conseguir que la Corona de Aragón reconociera a Clemente VII como Papa. El dominico fray Vicente Ferrer, que ya era maestro en teología, y había estado enseñando en la catedral de Valencia, se convirtió en consejero y acompañante del cardenal, así como en confesor de la reina Violante.

La muerte de estos dos monarcas fueron el golpe definitivo que llevó a Juan de Gante a renunciar a sus aspiraciones a la corona castellana. Su invasión encontró una resistencia popular muy fuerte, su ejército había sido atacado por la peste y ahora habían muerto sus dos principales aliados en la península ibérica después del rey Juan I de Portugal.

Juan de Gante afianzó la alianza angloportuguesa casando a su hija Felipa con Juan I de Portugal, pero en febrero de 1388 firmó el tratado de Bayona con el rey Juan I de Castilla, por el que se concertó el matrimonio de Enrique, el heredero de Juan I, con Catalina, hija de Juan de Gante. Los contrayentes (que tenían entonces nueve y catorce años, respectivamente) recibieron el título honorífico de príncipes de Asturias, y desde entonces los herederos al trono castellano llevaron este título.

La política matrimonial de los Trastámara estaba dando muy buenos resultados: Juan I había estado casado con Leonor de Aragón, hermana de Pedro IV el Ceremonioso (y madre de sus hijos, Enrique y Fernando), su hermana Leonor estaba casada con el rey Carlos III de Navarra, y ahora su hijo Enrique estaba casado con la hija de Juan de Gante. Únicamente el cambio de dinastía en Portugal había frustrado las relaciones con este reino, cuyo nacionalismo se volvió agriamente anticastellano y proinglés. Por el contrario, las relaciones entre los reinos Castilla, Aragón y Navarra pasaban por su mejor momento. El rey Carlos III de Navarra firmó un tratado de paz con Juan I de Aragón.

A nivel personal las cosas no iban tan bien, pero eso no influía en la política. Carlos III tenía una amante, María Miguel de Esparza, y la reina Leonor pidió permiso a su marido para regresar a Castilla alegando mala salud y nostalgia. Por el contrario, Violante de Bar, la esposa de Juan I de Aragón, era la dueña de la corte barcelonesa. Intervenía frecuentemente en los asuntos de estado e influyó en su marido, al que transmitió el gusto por el refinamiento, las artes y la ciencia (fue conocido como Juan I el Amador de la Gentileza). Sin embargo, la situación económica del reino no era acorde a los dispendios de la reina, lo que dio pie a una protesta de las Cortes.

Ranieri Acciaiuoli terminó la conquista del ducado de Atenas y se lanzó por el de Neopatria.

María de Blois, la madre del duque Luis II de Anjou, que tenía ahora once años, logró asentar el dominio de Provenza, y empezó a preparar un ataque contra el reino de Nápoles.

El empeerador Venceslao IV concedió en usufructo a su primo Josse el ducado de Luxemburgo, mientras su hermano, el rey Segismundo de Hungría, hacía lo propio con el margraviato de Brandeburgo.

Ese año murió el duque Wenzel de Sajonia, y fue sucedido por Rodolfo III.

El 2 de noviembre, un mes antes de cumplir los veinte años, el rey Carlos VI de Francia comunicó su intención de asumir el gobierno de Francia. El duque Felipe II de Borgoña trató de disuadirlo, pero Carlos el Bienamado contaba con el respaldo popular y su decisión era firme.

Los suizos derrotaron nuevamente a los Habsburgo, esta vez en la batalla de Näfels.

La reina Margarita de Dinamarca y Noruega había logrado acabar con los partidarios del rey Alberto III de Suecia. El monarca fue derrotado en Falkoeping, donde cayó prisionero, y en 1389 Margarita fue proclamada reina de Suecia. La reina aunó a los tres reinos escandinavos en la lucha contra la hegemonía alemana en el Báltico. Con la muerte de su hijo Olaf, Margarita había quedado sin descendencia. Eligió como sucesor a un sobrino nieto llamado Erik de Pomerania, y empezó la delicada tarea de lograr que fuera aceptado en cada uno de los reinos. Noruega fue la primera en reconocerlo.

El duque Alberto III de Austria tuvo que firmar un armisticio con la Confederación Helvética.

En junio, el rey de Servia Lázaro Hrebeljanovic, con el apoyo del príncipe Mircea de Valaquia, se enfrentó nuevamente al sultán otomano Murat I en Kosovo. Tanto Lázaro como Murat I murieron en la batalla, pero los turcos obtuvieron una victoria aplastante. Mircea se refugió en Transilvania. Murat I fue sucedido por su hijo Bayaceto I, que ocupó la mayor parte de Servia. El resto quedó bajo el gobierno de Esteban Lazarevic, el hijo de Lázaro, que pronto tuvo que declararse vasallo de los turcos.

El rey Carlos VI de Francia tenía un hermano de diecisiete años, llamado Luis, que se casó con Valentina, hija de Gian Galeazzo Visconti, el señor de Milán.

Geoffrey Chauces había caído en desgracia unos años atrás, pero ahora, tras haber publicado su Lamento de la bolsa vacía, logró que Ricardo II lo nombrara secretario real.

Ese año murió, probablemente envenenado, el Papa de Roma Urbano VI, y catorce de los cardenales que él había nombrado eligieron como sucesor a un napolitano llamado Pietro Tomacelli, que adoptó el nombre de Bonifacio IX.

En Holanda murió el conde Guillermo V, que permanecía recluido a causa de su locura. Su hermano Alberto se convirtió ofcialmente en el nuevo conde.

También murió Demetrio Donskói, el gran príncipe de Moscú, que fue sucedido por Basilio I.

El rey Carlos III de Navarra había enviado una embajada a su cuñado, el rey Juan I de Castilla, pidiendo que le fuese devuelta su esposa Leonor. En 1390 envió una segunda embajada, pero Leonor se negó a volver con su marido alegando que en Navarra era objeto de malos tratos. Finalmente se acordó que Juana, la mayor de las tres hijas de Carlos III y Leonor, volvería a Navarra para ser educada como futura reina. Entonces murió Juan I, a sus treinta y dos años, y su heredero, ahora Enrique III, tenía únicamente once.

Se abrió entonces uno de los periodos más anárquicos de la historia de Castilla. Alfonso y Fadrique de Trastámara, dos hermanastros bastardos de Juan I, así como su hermana Leonor, trataron de hacerse con el poder, que les fue disputado por los arzobispos de Santiago de Compostela y Toledo, Juan García Manrique y Pedro Tenorio. La falta de acuerdo entre ellos permitió a los representantes de las ciudades imponer un consejo de regencia integrado por catorce ciudadanos, ocho nobles y los dos arzobispos.

Mientras tanto, el cardenal Pedro Martínez de Luna consiguió que el rey Carlos III de Navarra reconociera a Clemente VII como el verdadero Papa.

El escritor Bernat Metge, que había sido nombrado secretario del rey Juan I de Aragón, se había visto envuelto últimamente en varios procesos de los que salió absuelto. Mientras tanto había traducido al catalán la historia de Valter y Griselda, la última narración del Decamerón, pero no sobre el original italiano de Boccaccio, sino sobre una traducción latina de Petrarca.

El hermano de Juan I era conocido como Martín el Humano. Por aquel entonces ya empezaba a hablarse de humanismo, para referirse al interés por las cosas humanas (por contraposición a las divinas), como el arte, la historia, y la cultura en general; y a esto hacía referencia el sobrenombre del infante aragonés. Éste tenía a su vez un hijo de catorce años llamado Martín el Joven, al que casó con la reina María de Sicilia, que tenía ahora veintitrés años.

Ranieri Acciaiuoli arrebató el ducado de Neopatria al conde Luis Federico de Salona. Desde entonces, la Corona de Aragón conservó únicamente unos pequeños territorios en Grecia.

El sultán otomano Bayaceto I derrotó a Karamán Oglu Aladdin Alí, el emir de Karamania, en la batalla de Akcay, en la que éste fue hecho prisionero y después condenado a muerte. Karamania se incorporó así al sultanato otomano.

En Granada murió el rey Muhammad V, que fue sucedido por su hijo Yúsuf II.

En Escocia murió el rey Roberto II, y fue sucedido por su hijo, que se llamaba John, pero que al acceder al trono cambió su nombre por el de Roberto III. Rondaba ya los cincuenta años, y tenía un único hijo, David, de doce. Dos años antes, su padre había nombrado regente a su tercer hijo, llamado también Roberto, y a Roberto III le debió de parecer una decisión acertada, pues lo nombró duque de Albany y dejó el gobierno en sus manos.

También murió Roberto I, el conde palatino del Rin, que fue sucedido por su hijo Roberto II.

El rey Ladislao de Nápoles asumió el gobierno de su país al cumplir los trece años. Tuvo que enfrentarse al duque Luis II de Anjou, que tenía sus mismos años y había desembarcado en Italia con un ejército, reclamando el trono.

En Trebisonda murió el emperador Alejo III, que fue sucedido por su hijo Manuel III Comneno. En 1391 murió el emperador bizantino Juan V, pocos días después de que llegara a la capital la noticia de que los turcos habían conquistado Filadelfia, el último reducto bizantino en Asia Menor. Su nieto Juan VII Paleólogo (hijo de Andrónico IV) se apoderó de Constantinopla con el apoyo del sultán otomano Bayaceto I. Sin embargo, el hermano de Andrónico IV, que estaba prisionero de los turcos, logró evadirse, entró en Constantinopla, expulsó a Juan VII y fue proclamado emperador, con el nombre de Manuel II Paleólogo. Bayaceto I, indignado, puso sitio a Constantinopla, y Manuel II tuvo que pagarle para que se marchara.

También murió el príncipe Pedro I de Moldavia, que fue sucedido por Romano I. En Bosnia murió el rey Tvrtko I, y la región entró en crisis, pues sus sucesores, católicos, se vieron enfrentados a los grandes señores, que eran bogomilos.

En Lorena murió el duque Juan I, que fue sucedido por Carlos I.

Mientras tanto, Timur Lang estaba persiguiendo por las estepas rusas a Tuqtamis, el kan de la Horda de Oro. La intervención de Timur Lang desestabilizó el kanato y permitió que los principados rusos gozaran de una mayor independencia. Fue también el año de la muerte de san Sergio Rádonezhski.


Castilla seguía sumida en la anarquía. Los miembros del consejo de regencia discrepaban continuamente. Entre ellos estaba Alfonso de Aragón, el duque de Gandía y marqués de Villena, que había llegado a ser nombrado tutor del joven Enrique III, pero se desentendió de la política castellana y fue excluido del consejo y desposeído de su título de condestable de Castilla, que poseía desde hacía diez años. Alfonso marchó a la Corona de Aragón y Castilla quedó privada de toda autoridad. Hubo además brotes de peste y los judíos se convirtieron en el chivo expiatorio. Los barrios judíos de numerosas ciudades fueron arrasados, y en la Corona de Aragón, donde la economía no era muy boyante, se copió la idea. El asalto a la judería de Valencia fue especialmente virulento.

El rey Yúsuf II de Granada había encarcelado o hecho ejecutar a varios parientes y cortesanos tratando de evitar un golpe de estado, pero murió tras apenas un año de reinado, parece ser que envenenado. Fue sucedido por su hijo Muhammad VII.

También murió ese año el conde Amadeo VII de Saboya, que fue sucedido por su hijo Amadeo VIII.

En Francia murió el conde de Foix, Gastón III Febo. En un acceso de cólera había matado a su único hijo legítimo, así que legó todos sus dominios a la corona francesa. Es autor de un Tratado de Caza. El rey Carlos VI confió el condado a Mateo, el vizconde de Castellbó, que en 1392 se casó con Juana, hija del rey Juan I de Aragón.

El franciscano catalán Francesc Eiximenis seguía en Valencia, donde escribió el Libre dels àngels, una obra de carácter popular que alcanzó gran difusión y fue traducida al latín, al francés y al castellano.

En abril, Inglaterra y Francia estaban negociando un tratado de paz que quizá hubiera puesto fin a la Guerra de los Cien Años, pero las conversaciones se interrumpieron a causa de una enfermedad de Carlos VI. El monarca sufrió una fiebre elevada que le produjo convulsiones y le dañó el cerebro. Aparentemente recuperado, en junio encabezó una expedición contra el duque Juan IV de Bretaña. Fue un verano muy caluroso y por el camino cayó nuevamente víctima de la fiebre. Se cuenta que el 5 de agosto, mientras reemprendía la campaña, se le apareció un hombre vestido de blanco que cogió la brida del caballo del rey y gritó: "¡Detente, noble rey, no sigas adelante, has sido traicionado!". El rey siguió avanzando, y poco después a uno de sus pajes se le cayó una lanza que golpeó sonoramente un escudo. El rey sacó su espada y acometió a cuantos le rodeaban, hasta que pudo ser reducido. Desde entonces dejó de ser conocido como Carlos VI el Bienamado y recibió el sobrenombre de Carlos VI el Loco. Probablemente, esta historia ha sido dramatizada con posterioridad, pero lo cierto es que desde entonces el rey alternó periodos de lucidez con periodos de locura. Cada uno duraba aproximadamente medio año, aunque con el tiempo los periodos de cordura fueron menguando.

Inmediatamente acudieron a la corte los duques Felipe II de Borgoña y Juan de Berry, dispuestos a recuperar el poder que habían perdido cuando Carlos VI asumió el gobierno. A ellos se sumaba ahora Luis, el hermano del rey, que se otorgó en nombre de su hermano el ducado de Orleans. Con él da comienzo la segunda casa de Orleans. Luis y Felipe II no tardaron en rivalizar por el dominio del Estado.

Martín el Joven, el marido de la reina María de Sicilia, marchó a la isla con su padre, Martín el Humano. La nobleza siciliana, que nunca había aceptado la autoridad de la reina María, se rebeló ahora ante las pretensiones de Martín el Joven de asumir el gobierno.

El rey Ladislao II de Polonia tenía un primo, llamado Vytautas, que se había opuesto desde un principio a la unión de Lituania con Polonia. Para acallar sus reservas, Ladislao II lo asoció al gobierno de Lituania.

El ducado de Baviera-Landshut se dividió en tres: Baviera-Ingolstadt, Baviera-Munich y Baviera Landshut. Los tres ducados pronto llegaron a contar con ocho duques, a los que había que sumar el duque de Baviera-Straubing.

El poeta Eustache Deschamps escribió (en prosa) L'art de ditier (El arte poético).

En Japón terminó la guerra de las dos cortes, cuando el shogun Ashikaga Yoshimitsu (el tercer shogun de la familia Ashikaga) conquistó la isla de Kyushu y obligó a abdicar al emperador Go-Kameyama. El país estaba destrozado. El shogun reorganizó el país, que fue dividido en tres regiones, cada una de las cuales estaba gobernada por un kanrei (gran delegado).

En Corea se produjo un cambio dinástico. La dinastía Koryo, que gobernaba el país desde hacía casi quinientos años, fue sustituida por la dinastía Li. Los nuevos soberanos realizaron reformas económicas y trasladaron la capital a Seúl. El budismo perdió sus privilegios, mientras que el confucianismo aumentaba su influencia.

La alta nobleza castellana trató de acabar con la anarquía en el reino tomando el poder militarmente, pero frente a ella reaccionó la baja nobleza que en 1393 logró que las cortes proclamaran mayor de edad a Enrique III a la edad de catorce años. La naturaleza enfermiza del joven rey le valió el sobrenombre de Enrique el Doliente. No fue, pese a ello, un monarca débil. Aliado con la baja nobleza, empezó a tomar medidas para dominar a la alta nobleza, especialmente a los Trastámaras, y para reducir las competencias de las cortes. Ese año su hermano Fernando, que tenía entonces trece años, se casó con Leonor de Alburquerque, "la ricahembra".

Este fue el año más exitoso para el cardenal Pedro Martínez de Luna, que logró que Brabante, Escocia, Inglaterra e Irlanda reconocieran como Papa a Clemente VII, así como que el rey Carlos VI ratificara la obediencia de Francia a la corte de Aviñón decretada por su padre. A pesar de que Inglaterra acababa de cambiar de Papa, el cardenal aragonés no logró que Portugal hiciera lo mismo, pues los portugueses prefirieron tener un Papa distinto al de sus aliados ingleses antes que tener el mismo que sus enemigos castellanos.

El rey de Aragón Juan I, el Amador de la Gentileza, era aficionado a la astrología, a la nigromancia, a la medicina, la música, la poesía y la cultura en general. Protegía a numerosos intelectuales, como Bernat Metge o Francesc Eiximenis, y ahora instauró en Barcelona unos juegos florales similares a los de Tolosa. Nombró mantenedores a Jaume March y Lluis d'Averçó.

Los turcos otomanos seguían haciendo progresos en Bulgaria, donde acababa de caer Tarnovo.

El duque Felipe II de Borgoña casó a su hija Catalina con el duque Leopoldo IV de Austria y comprometió a su hija María, de cinco años, con el conde Amadeo VIII de Saboya.

Ese año murió el rey León VI de Armenia, exiliado en Francia. Su título lo heredó el rey Jacobo I de Chipre, aunque desde entonces fue uno más de tantos títulos simbólicos sin valor real alguno, como el de rey de Jerusalén o emperador latino de Constantinopla. Armenia, sometida a los mamelucos, había dejado de existir como reino.

También murió el conde Juan I de la Marche, primo del duque Luis II de Borbón. Fue sucedido por su hijo Jaime II. Su segundo hijo, Luis, había heredado de su madre el condado de Vendôme.

Juan I el Grande
Índice Benedicto XIII

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