Breve Introducción a la Psicología     Página     

Proyecto Salón Hogar

(1). ¿De que se trata? | (2). La maquina suave | (3). Vivimos y aprendemos  | (4). El recuerdo y el olvido
(5). La busqueda de un motivo | (6). La revelación de nuestros sentimientos | (7). Soy lo que soy
 (8). Descarrilandose | (9). Hacia un mundo mejor

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La máquina suave

El aire de nuestra respiración entra y sale, y el latido de nuestro corazón es constante aun cuando
estemos dormidos o despiertos, pensando en nosotros mismos o no. No tenemos que enseñar a
nuestras ojos a parpadear al ver una luz brillante o pensar en rascarnos la nariz cuando nos dé
comezón. Sin embargo, al conducir un auto, escribir un libro, o hacer un soufflé, todas nuestras
acciones relacionadas con esas cosas deben de estar bajo un control consciente y preciso. A
pesar de ello, nuestro trabajo puede resultar gracioso y eficiente o torpe y disparatado, sin que
podamos hacer mucho por cambiarlo. De todas maneras, podemos ser disculpados por pensar
qué tipos de actividad, tan diferentes, se realizan en nosotros.
Pero, en realidad, todas son manifestaciones diferentes del trabajo de un sistema integrado y único
-pasajes para instrumentos de cuerda o de aliento-madera en la intrincada armonía orquestada de
nuestros inmensos recursos fisiológicos.

El estado de nuestro ser

William Burroughs creó una frase clara y útil para describir al cuerpo humano: “La máquina suave”
(Burroughs, 1968). Pero, si fuéramos máquinas, lo seríamos de una ingeniosidad y una
complejidad asombrosas. La organización financiera, política y cultural, de bienestar, social, militar
e industrial, de un vasto y poderoso país-estado, parecería desempeñar sus funciones en una
forma ineficaz y elemental junto a los sistemas de control e información necesarios para mantener
el buen funcionamiento del cuerpo y de la mente de cualquiera de las personas de dicho país.

Aunque la psicología, como ciencia, no depende por completo de la fisiología, el entendimiento de
la conducta humana debe tomar en cuenta los sistemas de control de la “máquina suave”. Cada
una de estas ciencias da su propia explicación del comportamiento -psicológico y fisiológico. Pero
cada ciencia se beneficia de su familiaridad con la otra. Como se verá, algunos de los
descubrimientos y formulaciones de la fisiología, presentados en este capítulo, serán útiles para una
mejor comprensión de los análisis puramente psicológicos que se tratan a continuación.


¿El dios en la máquina?

El cerebro contiene 11 mil millones de células o más, llamadas neuronas, las cuales se encuentran
organizadas en redes interconectadas. Por supuesto, no todas funcionan al mismo tiempo -en
realidad existe un gran número de células cerebrales que parecen no usarse nunca. Nadie
aprovecha al máximo la capacidad de su cerebro y nadie ha explicado satisfactoriamente por qué
resulta tan complicado y por qué fuimos dotados de esta superabundancia de capacidad mental.
Quizá algún día aprendamos a usar esta gran reserva de lo que, después de todo, constituye
nuestro recurso más importante.

Sin embargo, el cerebro no es el único que controla o moldea nuestra conducta y experiencia. Las
neuronas recorren nuestra columna vertebral para formar el sistema autónomo, el cual controla
diversos complejos musculares y glándulas. Este sistema nervioso autónomo (SNA) nos mantiene
en buen forma, controla el latido de nuestro corazón y La temperatura de nuestra piel. En el
momento adecuado, también nos prepara para “luchar o escapar”, al mandar una señal de
descarga de adrenalina o para cualesquiera otros cambios desde nuestro estado “normal” o de
reposo. La forma de interacción mutua de tales sistemas es la que determina principalmente el
componente fisiológico del comportamiento.


¡Un “alto” es poner en acción!

Piense en una secuencia “simple”. Usted se encuentra conduciendo su auto por la ciudad, las luces
del semáforo cambian a rojo y usted se detiene. ¿Qué pasa realmente en esos segundos? Sus
ojos, mientras miran el camino que tienen enfrente, son atraídos por el patrón “luz roja”. El
estímulo eléctrico que viaja de la retina del ojo hacia el cerebro (donde se encuentra lo que
podríamos llamar el Centro de Control de la Visión) viene acompañado de cambios químicos. El
significado del estímulo -la luz roja- se comprueba, se analiza y se compara con otras experiencias
de “luz roja” archivadas en la memoria. Una luz roja puede significar algo más que “alto”. Pero, en
este caso, el cerebro reconoce una orden particular y familiar y establece un programa de
conducta aprendida.

Quizá su primera reacción sea considerar (con gran rapidez) si puede o no adelantarse a la luz
roja, o si puede violar la ley y evitar chocar con otro vehículo. Esta apreciación y su resultado se
derivarán de experiencias anteriores como: el conocimiento del camino, su capacidad como
conductor, la potencia de su automóvil y sus puntos de vista sobre la forma de conducir y sobre la
ley.

Las percepciones del momento también se toman en cuenta: ¿hay peatones u oficiales policíacos
alrededor? ¿Qué tan cerca están los demás autos? ¿Está algún auto deportivo o alguna carroza
fúnebre esperando cruzar la calle? ¿Cómo se siente uno: tenso o relajado, triste o enfadado?
¿Lleva prisa o tiene tiempo de tomarlo con calma? ¿En verdad quiere arriesgarse? ¿Se enfrentaría
a una posible muerte o a que le quitaran su licencia de conducir? ¿Cómo reaccionarían los que le
rodean?

En este momento, la conclusión a todas sus interrogantes es que debe obedecer la señal. Su pie se
retira del acelerador y se coloca en el freno. Hasta ahora, todo el proceso ha sido continuo y
rápido. Miles de neuronas se “activaron”; los mensajes cruzaron rápidamente por su cabeza y su
cuerpo. En total, deben haber recorrido una distancia mayor a la que usted iba a recorrer. Su
cuerpo se ha puesto un poco tenso, sus manos se aferran al volante de la dirección con más
firmeza, los músculos de la parte inferior del tronco, las piernas y los pies se encuentran
preparados para asegurarse de emplear la cantidad de presión exacta.

En esta etapa comienzan a entrar en juego otros sentidos. Los ojos siguen enviando información al
cerebro, pero el sentido del equilibrio (el sentido vestibular) reporta la sensación de disminución de
la velocidad. Los músculos, a su vez, están “retroalimentando” la información. Se están tomando
decisiones. ¿Es necesario aumentar la presión que se ejerce en el freno o disminuirla un poco? ¿Es
ya tiempo de cambiar de velocidad? ¡Y pensar que conducir era sencillo!.

Se podría escribir todo un libro sobre la psicología y la fisiología de este hecho particular (o casi
de cualquier otro: ¡solamente imagínese lo que implica tocar el violín!) y luego otro volumen sobre
la decisión de “arriesgarse’’ e intentar ganarle a la luz roja.

Este segundo volumen pondría especial atención en el sistema nervioso autónomo y en el papel
que desempeña al hacer que las glándulas endocrinas segreguen adrenalina. El ritmo cardiaco
aumentaría, al igual que la frecuencia respiratoria; el estado general del cuerpo sufriría cambios
considerables o superficiales. Se podría experimentar miedo o ansiedad seguidos de alivio o
exaltación. El estado de “emergencia” trae consigo una considerable aceleración del proceso
fisiológico.

Con todo esto, el problema de la transmisión nerviosa -la forma en que los mensajes e impulsos
pueden recorrer todo el cuerpo- aun no ha sido tomado en consideración. Pero, el ejemplo nos da
una pequeña idea de los elaborados componentes que encierra una acción que tendemos a dar
por establecida: detener la marcha del automóvil. Debe reconocerse que por lo menos este grado
de actividad fisiológica existe en todo cuanto hacemos a diario y que el espectáculo ofrecido por
“la máquina suave” se convierte en algo irresistible y realmente milagroso.

Muchas personas suponen que la ciencia “disculpa” las maravillas y los misterios mediante
explicaciones. Sencillamente, esto no es así. Internarse en la ciencia es descubrir maravillas a la
vuelta de cada esquina.


Los misterios del organismo

Los psicofisiólogos, en sociedad con sus colegas especializados en las ciencias médicas, biológicas
y conductuales, ofrecen una descripción más coherente de nuestro cuadro interior, al centrar su
interés en el sistema nervioso central (SNC) y en el sistema nervioso autónomo (SNA). En este
siglo se ha realizado la exploración sistemática de los conductos nerviosos que entran o salen del
cerebro, así como el descubrimiento de los secretos del gran cable de comunicaciones que
desciende por la columna vertebral a través de anillos de vértebras hacia redes aún más pequeñas
de interconexión. Sólo en las últimas décadas, los psicofisiólogos empezaron a aclarar los misterios
de la estructura de la célula nerviosa y de la vasta red neuronal que se extiende por todo nuestro
cuerpo. Han registrado impulsos nerviosos aislados y seguido los mensajes químicos que pueden
acelerar la información, a través de un sinnúmero de células, en el cuerpo humano promedio.


Un análisis más detallado sobre las neuronas

El cerebro humano contiene entre 10 y 12 mil millones de células básicas llamadas neuronas,
vitales para las funciones directamente responsables de nuestro comportamiento y experiencia.
Aunque existen neuronas altamente especializadas, todas constan de tres partes: el cuerpo
celular, del cual salen unas fibras cortas llamadas dendritas y una fibra nerviosa más larga llamada
axón.

La neurona es, en esencia, un sistema para transmitir información en forma de impulsos nerviosos.
Una o varias dendritas recogen dichos impulsos; luego, el cuerpo celular los pasa a lo largo del
axón, para ser transmitidos más adelante a las dendritas de otras células nerviosas y finalmente a
los “relevos” activadores de músculos o glándulas específicos.

Las neuronas siguen su camino en un solo sentido. Los impulsos únicamente se inician en la
dendrita y de ahí son llevados al final del axón. El axón es tan pequeño que mide una micra (un
milésimo de milímetro) de diámetro y su longitud varia de 1 mm hasta 2 metros.


Cómo se transmite el impulso nervioso

Ahora creemos saber que el proceso es electroquímico por naturaleza. Una burda analogía de la
acción de los nervios sería una mecha encendida: si se le aplica una flama por uno de sus
extremos, el fuego correrá gradualmente hasta el otro extremo. Pero, un axón no se consume por
el paso del fuego: se puede volver a usar una y otra vez, además de que lleva la excitación, de un
extremo al otro, infinitamente más rápido que cualquier mecha.

Las neuronas obedecen a la ley del “todo o nada”, o se activan o no lo hacen. Pero la cantidad
de energía necesaria para provocar una respuesta depende del tamaño de la neurona y la propia
condición física, además de otros factores -el cansancio, la falta de oxígeno o las drogas pueden
inhibir a la neurona y reducir su capacidad de respuesta. Una vez activada, por la acción de
partículas cargadas eléctricamente llamadas iones, transmite su mensaje.

Ahora debemos preguntar qué inicia el proceso completo en una neurona determinada: en primer
lugar, ¿qué la hace responder? La misma respuesta se aplica a todas las neuronas, sean éstas
largas, pequeñas, sensitivas (llevan los impulsos de los sentidos a los sistemas nerviosos) o
motoras (llevan los impulsos del sistema nervioso a los músculos). Cada axón se coloca muy
cerca, pero nunca toca a la dendrita de otra neurona. Al espacio entre el extremo del axón y la
dendrita de la siguiente neurona, en la línea de transmisión, se le conoce como espacio sináptico o
sinapsis.

Aunque la sinapsis separa el extremo final de una neurona del extremo inicial de otra constituye, al
mismo tiempo, la conexión entre ambos, y el impulso nervioso debe atravesarlos. Cuando la
transmisión sináptica se presenta, el campo eléctrico que se generó por la activación de una
neurona debe de ser lo suficientemente poderoso para extenderse por toda una sinapsis y
provocar una reacción en la siguiente neurona. El campo eléctrico mismo también parece tener un
componente químico: es como si el impulso activara partículas químicas diminutas a través del
espacio. A pesar de la gran cantidad de investigaciones realizadas en este campo, en los últimos
veinte años, aun no existe una explicación completa de la manera como ocurre esto.


Las rutas de descubrimiento

Todavía existen muchas cosas en espera de ser descubiertas por los fisiólogos, y algunas
preguntas sencillas aún no han encontrado una respuesta satisfactoria. Por ejemplo, se conoce
mucho sobre la química de las fibras nerviosas y sobre la dinámica de los impulsos nerviosos, pero
no se ha explicado cómo es que los estímulos físicos del mundo exterior (ondas luminosas,
cambios en la temperatura) se pueden convertir en impulsos nerviosos. Un misterio aún mayor es
la forma como un impulso determinado atraviesa sólo un camino, dentro del infinito número de
caminos posibles, en el sistema nervioso.

Si retrocedemos un poco, en nuestro riguroso enfoque sobre el mecanismo nervioso, podemos
encontrar preguntas aún más amplias, como sería, por ejemplo: ¿cómo explica -el sistema que
hemos estudiado- procesos tan íntimos como la selección de un compañero, el aprendizaje de un
segundo idioma o la redacción de un libro?


¿Todo se halla en el cerebro?

Los psicofisiólogos toman al cerebro como una “enciclopedia” donde se encuentran la mayoría de
las respuestas sobre nuestro comportamiento. Es lo que nos hace característicamente humanos (a
diferencia de los animales -aunque muchos aseguran que nuestra conducta es muy similar a la
suya). Se trata de una estructura, muy elaborada, de una versatilidad y una complejidad
asombrosas.

El cerebro, en sí, tiene un peso aproximado de 1.5kg y se encuentra dividido simétricamente en
dos hemisferios, el izquierdo y el derecho. Aún no se sabe la razón, pero el lado izquierdo del
cerebro controla el lado derecho del cuerpo y viceversa. Los hemisferios se hallan conectados por
un conjunto de nervios que actúan como canales de comunicación entre las diferentes regiones del
cerebro.

La estructura del cerebro

El cerebelo controla todas las actividades normales del cuerpo, tales como el latido del corazón, la
respiración, la coordinación muscular, la postura, el equilibrio, etc., así como el sistema de
comunicación entre los órganos sensoriales y las extremidades. El mesencéfalo o cerebro medio
analiza toda la información visual y la manera como se relaciona con nuestra posición corporal.
Asimismo, lleva a un organismo en reposo a responder a los estímulos amenazadores del
ambiente. El prosencéfalo o cerebro anterior es responsable de nuestra actividad sexual,
nuestras emociones, necesidades e impulsos. El funcionamiento mental, tal como el de los
procesos del pensamiento, la percepción y el habla también se encuentran ligados a esta área del
cerebro.

Se ha delineado claramente la estructura del cerebro y se han descrito cuidadosamente sus
funciones. No obstante, algunas investigaciones fascinantes, sobre lo que sucede en nuestro
comportamiento cuando se desconectan quirúrgicamente las dos partes del cerebro, no sólo
destacan la complejidad de nuestra llamada “materia gris”, sino que subrayan el viejo refrán de que
“cuanto más se descubre, menos se sabe”.


Cerebros divididos-mentes dobles

Es un hecho ya establecido que los animales y nosotros los humanos poseemos un cerebro
dividido, o, dicho de otra manera, una mente doble. Es casi como si el cuerpo mismo estuviera
habitado por dos cerebros independientes, cada uno capaz de realizar sus diferentes funciones por
separado. Aún cuando hayamos aprendido a dibujar con la mano derecha, también podemos
hacerlo (con menor destreza) con la izquierda. No necesitamos iniciar nuevamente el proceso de
aprendizaje del dibujo al usar la mano contraria. En realidad, los niños suelen cambiar los lápices
de una mano a otra cuando aprenden a dibujar. Esto implica que la información almacenada en un
hemisferio también lo está en el otro.

Si se desconectan los hemisferios entre sí, perderíamos la capacidad de integrar las sensaciones
provenientes de las partes opuestas del cuerpo. Tampoco podríamos coordinar los movimientos
de nuestros miembros en ambos lados. Es bien sabido que si a una persona con un cerebro
dividido quirúrgicamente (difícil de encontrar) se le toca la pierna derecha, no será capaz de
señalar ese lugar con la mano izquierda. Sólo puede señalar con la mano del mismo lado. Se debe
de concluir que cada hemisferio puede realizar dichas funciones por separado, pero que no
informa al lado contrario sobre lo que puede hacer.

Otro fenómeno curioso, aunque inexplicable, es que, aun cuando cada uno de los hemisferios
divididos experimente emociones “normales”, dichas emociones pueden diferir simultáneamente en
cada hemisferio. Hace muchos años, un psicólogo llamado Holden informó de un hombre con el
cerebro dividido que, estando en extremo enojado con su esposa, la agarraba con la mano
izquierda, sacudiéndola violentamente, notando que su mano derecha intervenía en un intento por
evitar que continuara (Holden, 1973).


Obteniendo los mensajes a través de las redes

El cerebro no es un órgano aislado, sino que constituye la parte principal y dominante del sistema
nervioso. Como es sabido, el sistema nervioso íntegra y coordina a las neuronas, permitiendo que
las diferentes partes y sistemas del cuerpo se “comuniquen” entre sí. Este importante sistema se
halla formado por dos estructuras diferentes pero íntimamente ligadas.

El sistema nervioso central (SNC) se encuentra alojado en el cráneo y la médula espinal. Su
función principal es la de asegurar que todas las partes del cuerpo trabajen en conjunto: organiza e
integra a la persona como un todo y es sede de la conciencia. El sistema nervioso periférico está
formado por fibras nerviosas que conectan el SNC con diversos receptores (sensibles al ambiente
externo) y efectores (músculos y glándulas que aseguran una adaptación física adecuada al
ambiente exterior). El sistema periférico se subdivide en dos secciones más: el sistema somático y
el sistema autónomo -que a su vez se subdivide en dos sistemas funcionales muy importantes, el
simpático y el parasimpático.

Dichos sistemas se localizan en diferentes puntos a lo largo del tallo cerebral y la médula espinal. El
sistema simpático se encuentra ubicado en medio de ésta (entre el cuello y la médula espinal) en
tanto que el parasimpático une por arriba y por abajo las fibras nerviosas parasimpáticas (de ahí
para, que significa “junto a”).

El simpático se puede comparar a un general, en el campo de batalla, formando a sus tropas en un
caso de emergencia. Opera cuando la vida se ve amenazada o cuando se experimentan emociones
intensas como la ira, el enojo, la angustia, el miedo o incluso cuando se realiza un esfuerzo físico
exagerado. En otras palabras, prepara al organismo para la acción -aumenta el ritmo cardiaco,
estimula la secreción de adrenalina, supervisa la irrigación sanguínea a los músculos, evita que el
hígado asimile el azúcar que los músculos necesitan, etc.

Por su parte, el sistema parasimpático es como el intendente del ejército, el cual mantiene a las
tropas en forma, atendiendo a sus necesidades vitales. Es responsable de la conversación de la
energía corporal, la digestión, la eliminación de los productos de desecho, la protección de
nuestros sistemas sensoriales y el mantenimiento general del equilibrio del organismo en su
totalidad.


El freno y el equilibrio

El mantenimiento de un equilibrio en todas estas actividades se logra por la forma de cooperación
antagónica que existe entre los sistemas simpático y parasimpático -trabajan uno contra el otro. Si
el primero comienza a estimular al organismo a una mayor actividad, el segundo lo detiene o al
menos obstaculiza el efecto total a fin de evitar que el organismo tenga una reacción
“desenfrenada”, al hacer funcionar desordenadamente a todos sus sistemas. La respuesta sexual
masculina ilustra claramente lo anterior. Un hombre excitado sexualmente experimenta primero una
erección (función parasimpática) seguida por una eyaculación (función simpática) para frenar el
proceso de la excitación.


La retroalimentación

Los fisiólogos occidentales suponían, hasta hace poco, que las funciones corporales, controladas
por el sistema nervioso autónomo, estaban más allá del control consciente. Por ejemplo, al ritmo
cardiaco y a la presión sanguínea se les considera variables, pero sólo como resultado de los
cambios en el ambiente, interno o externo, y no como un producto de nuestra voluntad consciente.
Estas afirmaciones tienen cierta validez para fines prácticos y, en realidad, ambos tipos de función,
la “voluntaria” y la “involuntaria”, se relacionan con los diferentes tipos de músculos funcionales:
“estriados’’ o “lisos”. Pero esto no siempre es cierto.

Este capítulo se inició con la idea de que, aun cuando estamos conscientes de muchos de nuestros
actos, otros ocurren sin ningún control consciente, como al rascarnos la cabeza cuando tenemos
problemas, al mismo tiempo que hacemos muecas. Permanecemos totalmente inconscientes de
tales detalles de nuestra conducta hasta que alguien nos los hace notar. Sin embargo, una vez
prevenidos, podemos darnos cuenta de que estamos a punto de rascarnos la cabeza y de hacer
muecas, y evitarlo. La conciencia precede al control. Este es el lema de un fenómeno explorado
en forma relativamente reciente, al cual se le conoce como biorretroalimentación, procedimiento
que nos permite verificar e incluso cambiar los procesos fisiológicos llamados “involuntarios”


Sondeando los secretos del cuerpo

En los experimentos sobre biorretroalimentación es donde se detectan, se amplían y se muestran,
al participante y/o al investigador, los pequeños cambios que ocurren en el cerebro, o en el
cuerpo. La tecnología de las computadoras permite a las personas ponerse “en contacto” con su
mundo interior -con los cambios en su frecuencia cardiaca, su presión sanguínea, así como las
variaciones en su temperatura y los patrones de sus ondas cerebrales. Estos procesos biológicos,
a menudo indetectables por quien los experimenta, permiten al participante retroalimentarse o
conocerse. En general, se establece una “meta” -tal como: “altere su presión sanguínea, por favor”
- y, al seguirla, la persona puede apreciar su progreso hacia la meta determinada. Las
investigaciones han demostrado que la presión sanguínea puede disminuir hasta un 15%, la
temperatura de la piel puede llegar hasta 13º C y el ritmo cardiaco a 35 latidos por minuto. De
este modo, los misteriosos procesos del cuerpo, los cuales, por supuesto, siempre han estado
disponibles como datos de trabajo en el cerebro oculto, ahora se pueden traer a la luz de la
conciencia, a los sentidos mismos con los que percibimos el mundo exterior.


Los vínculos con el mundo

Tradicionalmente, se ha hablado de cinco sentidos: la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto.
Los psicólogos agregan otros dos a la lista: el movimiento corporal y el equilibrio. Los sentidos
mismos no están formados por un solo elemento, sino por combinaciones de elementos cuya
mayoría nos son familiares -el gusto (basado en los sabores amargo, dulce, ácido y salado) o el
tacto (cuyos elementos son el frío, el calor, la presión y el dolor) son un ejemplo. Toda
experiencia, a través de estos sentidos, proviene de las diferentes combinaciones de tales
componentes.

Nuestros sentidos se hallan en una interacción constante: sólo piense en lo que implica la
preparación de una simple comida -probar la sopa, oler el pastel quemado, usar la mano libre para
bajar la flama del sartén en el cual vigilamos y oímos que hiervan los frijoles, ¡todo al mismo
tiempo!. Si esto no lo convence tendrá una demostración más sencilla de la interacción de los
sentidos cuando pruebe si el soufflé ya está cocido: ¿percibe si está a punto de quemarse, en el
mismo instante que lo pica con un palillo, para ver si la parte de arriba se coció demasiado?

Los ciegos “ven” el mundo que los rodea por medio de sus sentidos. Usan el tacto para “leer” el
lenguaje Braille y “ven” a través de las transitadas calles de la ciudad mediante un bien
desarrollado sentido de movimiento y equilibrio. Su manera de recorrer su camino aun no es muy
clara, aunque se puede obtener una interesante clave a partir de los murciélagos. Estos viven en
una total oscuridad y carecen de la vista. Al volar, emiten un curioso sonido que se refleja en los
objetos del ambiente -como el eco. A este tipo de retroalimentación se le conoce como
información de sonar y tiene sus equivalentes tecnológicos en los ecómetros empleados para
medir la profundidad de los mares, en el equipo de detección submarina, así como una cierta
semejanza análoga con el radar.

En un experimento muy interesante, diseñado para probar si esta capacidad también se presentaba
en los humanos, W. Kellog (1962), descubrió que los invidentes eran capaces de diferenciar,
mejor que un vidente vendado, las texturas de diferentes telas que cubrían cierto número de
objetos. Pidió a todos los sujetos que emitieran ruidos que produjeran ecos a partir del medio
circundante. Al hacer esto, los invidentes los llevaron a cabo mucho mejor que sus compañeros
videntes.


¿Cómo trabajan los sentidos?

Nuestros sentidos poseen una propiedad común llamada umbral. Un sonido debe ser lo
suficientemente fuerte para atravesar el “umbral de nuestros oídos” antes de que en realidad lo
oigamos. Por debajo de cierto nivel de intensidad no oímos nada. (Esta acción se parece al
funcionamiento de las neuronas -necesita haber una cantidad importante de energía para que
puedan activarse). De no ser esto así, nuestra vida sería una tormenta de estímulos confusos, pero
sin importancia, pidiendo captar nuestra atención: existiría el peligro de no poder diferenciar entre
lo importante y lo secundario. Por tal motivo, aparentemente somos capaces de adaptar nuestros
umbrales a las necesidades del ambiente. Es probable que al leer estas palabras usted no se dé
cuenta del leve ruido que el sistema de aire acondicionado puede estar produciendo, ni sienta la
presión de la correa de su reloj sobre su piel. Pero, si alguien apaga el aire acondicionado, es
hasta ese momento (o un poco después) cuando usted oirá y registrará la diferencia. Digamos
que esta capacidad podría ser muy importante en situaciones amenazadoras. Si el ambiente
cambia, el silencio se percibe, pero la adaptación es rápida si el hecho carece de importancia.


Lo absurdo

Suele decirse, de alguien cuya conducta es extraña, que “ha perdido el sentido”. Parte de esto es
verdad, como descubriera Donald Hebb en un experimento ahora tradicional (Hebb, 1955). A
unos estudiantes voluntarios se les pagó para que permanecieran acostados tranquilamente en una
cama, dentro de un laboratorio, y por experimentar la menor cantidad posible de sensaciones.
Cada voluntario tenía que hacer esto usando una máscara, guantes y mangas largas y estando
envuelto en algodón. Se mantuvo constante un mismo sonido (el del aire acondicionado) y se les
permitía comer e ir al baño sólo cuando era necesario. De otra forma, debían permanecer quietos
durante las 24 horas de cada día.

Los hallazgos de Hebb fueron fascinantes. Al principio, a los estudiantes les agradó el experimento
-¡eso de que te paguen por gozar de un merecido descanso! Sin embargo, el sueño pronto se
convirtió en vigilia, surgió el aburrimiento y más tarde los voluntarios entraron en una fase de
vívidas alucinaciones. Algunos oían cosas, otros las veían yo otros aseguraban sentirlas. En
realidad ninguna de estas “cosas” existía. Era como si los voluntarios hubieran tenido que inventar
algo para no volverse locos.

Como sugiere el experimento de Hebb, cuando se nos priva de la experiencia sensorial
proveniente del medio que nos rodea, nuestros reguladores internos empiezan a funcionar. Los
estímulos internos son muy importantes, pues ofrecen diferentes reacciones a una misma situación
externa. ¿Cuántas veces no hemos tomado un suéter sólo porque alguien se levanta y abre la
ventana, porque tiene mucho calor? Los estímulos internos se encuentran íntimamente ligados a
nuestras reservas de intereses, actitudes y motivos, los cuales acompañan e incluso dan forma a
nuestra conducta en las situaciones comunes.

La disposición mental es un fenómeno que destaca bien este punto: a menudo vemos u oímos
únicamente lo que esperamos ver u oír en una situación determinada. En términos generales, las
madres tienen una disposición mental para oír el llanto nocturno de sus bebés; ellas esperan su
presencia y al menor ruido se despiertan. No obstante, estas mismas madres bien pueden seguir
durmiendo a pesar del estrépito de su reloj despertador. La disposición mental a menudo se
vuelve un hábito -como cuando el crujir de una cortina, a altas horas de la noche, suele
confundirse con la entrada de un ladrón.

Ver no necesariamente es creer

Percibimos cosas inexistentes, distorsionamos los fenómenos observados y, lo cual es más
sorprendente, todos somos culpables de las ilusiones -o sea, de ver las cosas de manera diferente
de la que en realidad son. Todos podemos creer estar en lo correcto, pero en realidad estar
completamente errados. A continuación se ofrecen algunos ejemplos de la manera como la
mayoría de nosotros explica algunas ilusiones visuales excepcionales. Debe decirse que los
psicólogos han aprendido mucho de tales anomalías siendo, la esencia de éstas, muy
reconfortante. Vemos, sentimos e interpretamos el mundo circundante de una manera bien
ordenada y altamente organizada.


Las distorsiones visuales y las ilusiones
Aquí tenemos algunas ilusiones y distorsiones visuales con las cuales muchos de nosotros nos
hemos encontrado alguna vez. Demuestran cómo los ojos y el cerebro, o ambos, suelen agregar
partículas y fragmentos de información a lo que en realidad se está viendo. La mayor parte de
estos trucos” se explican con facilidad, pero algunos siguen siendo desconcertantes. ¿Usted
distorsiona las figuras o son ellas las que se distorsionan ante usted? Trate de descubrir lo que
sucede.