CONTENIDO
Capítulo 1:
Los albores de Norteamérica
Capítulo 2:
El periodo colonial
Capítulo 3:
El camino de la independencia
Capítulo 4:
La formación de un gobierno nacional
Capítulo 5:
La expansión hacia el oeste y las diferencias regionales
Capítulo 6:
Conflictos sectoriales
Capítulo 7:
La Guerra Civil y la Reconstrucción
Capítulo 8:
Crecimiento y transformación
Capítulo 9:
Descontento y reforma
Capítulo 10:
Guerra, prosperidad y depresión
Capítulo 11:
El Nuevo Trato y la Segunda Guerra Mundial
Capítulo 12:
Estados Unidos en la posguerra
Capítulo 13:
Décadas de cambio: 1960-1980
Capítulo 14:
El nuevo conservadurismo y un nuevo orden mundial
Capítulo 15:
Un puente hacia el siglo XXI
Bibliografia
PERFILES ILUSTRADOS
El advenimiento de una nación
La transformación de una nación
Monumentos y sitios conmemorativos
Agitación y cambio
Una nación del siglo XXI

AGRADECIMIENTOS
 
Reseña de Historia de Estados Unidos es una publicación del Departamento de Estado de EE.UU. La primera edición (1949-50) fue elaborada bajo la dirección editorial de Francis Whitney, en un principio por la Oficina de Información Internacional del Departamento de Estado y más tarde por el Servicio Cultural e Informativo de Estados Unidos. Richard Hofstadter, profesor de historia en la Universidad Columbia, y Wood Gray, catedrático de historia de Estados Unidos en la Universidad George Washington, colaboraron como consultores académicos. D. Steven Endsley de Berkeley, California, preparó el material adicional. A través de los años, la obra ha sido actualizada y revisada en forma exhaustiva por varios especialistas, entre ellos Keith W. Olsen, profesor de historia de Estados Unidos en la Universidad de Maryland, y Nathan Glick, escritor y ex director de la revista Dialogue (Facetas) de USIA. Alan Winkler, catedrático de historia en la Universidad Miami (Ohio), escribió los capítulos de ediciones anteriores sobre la época posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Man of the People: A Life of Harry S. Truman y For the Survival of Democracy: Franklin Roosevelt and the World Crisis of the 1930s.    Esta nueva edición ha sido revisada y actualizada cabalmente por Alonzo L. Hamby, profesor distinguido de historia en la Universidad de Ohio. El profesor Hamby ha escrito mucho sobre la política y la sociedad estadounidenses. Algunos de sus libros son Man of the People: A Life of Harry S. Truman y For the Survival of Democracy: Franklin Roosevelt and the World Crisis of the 1930s. Vive y trabaja en Athens, Ohio.

Director Ejecutivo—
George Clack
Directora Administrativa—
Mildred Solá Neely
Dirección de Arte y Diseño—
Min-Chih Yao
Ilustración de portada—
Tom White
Investigación fotográfica—
Maggie Johnson Sliker
 


 
Capítulo 11:
El Nuevo Trato y la Segunda Guerra Mundial

Proyecto Salón Hogar
 


Los barcos de guerra West Virginia y Tennessee de Estados Unidos después del ataque japonés contra Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
(The National Archives)
"Nosotros debemos ser el gran arsenal de la democracia".
-- Presidente
Franklin D. Roosevelt, 1941

ROOSEVELT Y
EL NUEVO TRATO

En 1933, el nuevo presidente, Franklin D. Roosevelt, trajo un clima de confianza y optimismo que pronto convocó a la población en torno a la bandera de su programa, conocido como el Nuevo Trato. "A lo único que debemos temer es al temor mismo", dijo el presidente en su discurso inaugural ante la nación.

En cierto sentido, el Nuevo Trato sólo introdujo reformas sociales y económicas que muchos europeos conocían desde hacía más de una generación. Más aún, el Nuevo Trato representó la culminación de una tendencia de largo alcance hacia el abandono del capitalismo de "laissez-faire", la cual databa de la época de la regulación de los ferrocarriles en la década de 1880 y el torrente de leyes estatales y nacionales de reforma adoptadas en la era progresista de Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson.

Sin embargo lo que en verdad tuvo de novedoso el Nuevo Trato fue la celeridad con que logró lo que antes se hacía en varias generaciones. Muchas de sus reformas fueron planeadas con apresuramiento y se aplicaron mal; algunas contradecían a otras. Además nunca lograron restablecer la prosperidad. Sin embargo, sus actos dieron ayuda tangible a millones de estadounidenses, sentaron las bases de una nueva y poderosa coalición política y lograron que el ciudadano individual se interesara otra vez por el gobierno.

EL PRIMER NUEVO TRATO

Banca y finanzas. Cuando Roosevelt asumió la presidencia, la banca y el sistema de crédito del país estaban paralizados. Con pasmosa rapidez, los bancos de la nación fueron cerrados y luego sólo se reabrieron los que eran solventes. Nuevas agencias del gobierno ofrecieron generosos recursos de crédito a la industria y al agro. La Corporación Federal de Seguros de Depósito (FDIC) garantizó los depósitos de ahorro en los bancos hasta por 5.000 dólares. Se impusieron reglamentos federales estrictos a la venta de valores en la bolsa.

El desempleo. Roosevelt se enfrentó a un desempleo masivo sin precedente. En la fecha en que asumió el cargo estaban desocupados nada menos que 13 millones de estadounidenses, más de la cuarta parte de la fuerza de trabajo.

Uno de los primeros pasos para ayudar a los desocupados fue el Cuerpo Civil de Conservación (CCC), un programa que benefició a los varones jóvenes de 18 a 25 años. En ese decenio casi dos millones de ellos participaron en el programa, trabajando en diversos proyectos de conservación: plantación de árboles para combatir la erosión del suelo y preservar los bosques nacionales; supresión de la contaminación en los ríos; creación de refugios para peces, animales de caza y aves; y conservación de los depósitos de carbón, petróleo, esquisto, gas, sodio y helio.

La Administración de Obras Públicas (PWA) proveyó de empleo a trabajadores de la construcción capacitados en gran variedad de proyectos, entre medianos y grandes en su mayoría. Entre sus múltiples logros, algunos de los más memorables fueron las Presas de Bonneville y Grand Coulee en el Noroeste Pacífico, un nuevo sistema de albañales en Chicago, el Puente Triborough en la ciudad de Nueva York y dos portaaviones (Yorktown y Enterprise) para la Marina de Guerra de Estados Unidos.

La Autoridad del Valle del Tennessee (TVA), que era tanto un programa de trabajo de alivio como un ejercicio de planificación pública, desarrolló la región empobrecida del río Tennessee mediante una serie de represas para control de inundaciones y generación hidroeléctrica. Al suministrar electricidad barata a la región la TVA alentó cierto progreso económico, pero se ganó la enemistad de las compañías eléctricas privadas. Los partidarios del Nuevo Trato elogiaron esto como un ejemplo de "democracia de raíz popular".

La Administración Federal para Alivio de Emergencias (FERA) funcionó de 1933 a 1935 y distribuyó ayuda directa a cientos de miles de personas, de ordinario en forma de pagos directos. A veces se hizo cargo de los salarios de los maestros de escuela y de otros trabajadores locales del servicio público. Desarrolló también muchos proyectos de obras públicas en pequeña escala, como la Administración de Obras Civiles (CWA) desde fines de 1933 hasta la primavera de 1934. Acusada de ser una "fábrica de empleos", los puestos que creó fueron desde excavador de zanjas y reparador de carreteras hasta maestro. Roosevelt y sus funcionarios clave se preocuparon por los costos, pero siguieron auspiciando programas contra el desempleo basados más en el alivio por medio del trabajo que en la beneficencia.

La agricultura. En la primavera de 1933, el sector agrícola de la economía estaba al borde del colapso. Por lo tanto, fue un laboratorio de pruebas para que los partidarios del Nuevo Trato ensayaran la idea de que una mayor reglamentación permitiría resolver muchos de los problemas del país. En 1933, el Congreso aprobó la Ley de Ajuste Agrícola (LAA) para brindar alivio económico a los granjeros. La LAA propuso elevar el precio de los cultivos mediante el pago de un subsidio a los agricultores para compensar los recortes voluntarios que hicieran en su producción. Los fondos para esos pagos se obtendrían aplicando un impuesto a las industrias que procesaban las cosechas. Sin embargo, cuando el proyecto se promulgó como ley, la temporada de cultivo ya estaba muy avanzada y la LAA pagó a los granjeros para que destruyeran con el arado sus cosechas abundantes. La reducción de las cosechas y los mayores subsidios proporcionados mediante la Corporación de Crédito para Productos, que compraba éstos para mantenerlos en el almacén, hicieron que la producción del agro disminuyera y los precios subieran.

Entre 1932 y 1935, el ingreso del agro aumentó más de 50%, pero eso sólo se debió en parte a los programas federales. En los mismos años en que se alentó a los agricultores a dejar ociosa una parte de sus tierras — en perjuicio de los inquilinos y aparceros — una grave sequía asoló los estados de las Grandes Llanuras. En la década de 1930, violentas tormentas de viento y polvo crearon lo que se llegó a conocer como "el Tazón del Polvo". Los cultivos fueron destruidos y las granjas se arruinaron.

En 1940, 2,5 millones de personas habían emigrado de los estados de las Llanuras, en lo que fue la migración más numerosa en la historia del país. Entre ellos, 200.000 se mudaron a California. Los migrantes no sólo eran granjeros, sino también profesionales, comerciantes al detalle y otros cuya subsistencia dependía de la buena salud de la comunidad agraria. Muchos terminaron compitiendo por empleos temporales, con salarios exiguos, en la recolección de cosechas.

Aún cuando la LAA tuvo éxito en general, fue suspendida en 1936 cuando el impuesto a los procesadores de alimentos fue declarado inconstitucional por la Corte Suprema. El Congreso aprobó rápidamente una ley para el alivio del agro por la cual se autorizó al gobierno a pagar a los granjeros que dejaran tierras ociosas para la conservación del suelo. En 1938, con una mayoría favorable al Nuevo Trato en la Corte Suprema, el Congreso reinstauró la AAA.

En 1940 casi 6 millones de agricultores recibían subsidio federal. Los programas del Nuevo Trato proveían también préstamos sobre cosechas excedentes, seguro sobre el trigo y un sistema de almacenamiento planificado para asegurar un abasto alimentario estable. La estabilidad económica del agricultor se consiguió en gran medida, aunque a un elevado costo y con un grado extraordinario de supervisión del gobierno.

Industria y trabajadores. La Administración de Recuperación Nacional (ANR), creada en 1933 con la Ley de Recuperación Industrial Nacional (LNRI), trató de poner fin a la feroz competencia por medio de códigos sobre prácticas competitivas justas para generar más empleos y, por ende, más compras. Aunque al principio la ANR fue bien recibida, pronto fue criticada por su reglamentación excesiva y no bastó para lograr la recuperación industrial. Fue declarada inconstitucional en 1935.

La LNRI garantizó a los trabajadores el derecho a la negociación colectiva a través de sindicatos que representaba a cada uno de sus miembros, pero la ANR no logró superar la vigorosa oposición de las empresas al sindicalismo independiente. Después de la disolución de la ANR en 1935, el Congreso aprobó la Ley Nacional de Relaciones Laborales, la cual reafirmó aquella garantía y prohibió que los empleadores interfirieran injustamente con las actividades sindicales. Se creó también la Junta Nacional de Relaciones Laborales a cargo de supervisar la negociación colectiva, administrar las elecciones y garantizar a los trabajadores el derecho de elegir a la organización que los represente en sus tratos con los empleadores.

Los grandes progresos logrados en la organización laboral crearon en los trabajadores un creciente sentimiento de solidaridad de intereses y el poder de los sindicatos aumentó no sólo en la industria, sino también en la política. El Partido Demócrata de Roosevelt se benefició enormemente con esos sucesos.

EL SEGUNDO NUEVO TRATO

En sus primeros años, el Nuevo Trato patrocinó una serie notable de iniciativas de ley y logró incrementos apreciables en la producción y en los precios, pero no pudo remediar la Depresión. Cuando la sensación de una crisis inmediata disminuyó surgieron nuevas demandas. Los empresarios lamentaron el final del "laissez-faire" y se irritaron por la reglamentación de la LNRI. También hubo ataques virulentos, tanto de las izquierdas como de las derechas políticas, cuando soñadores, intrigantes y políticos propusieron panaceas económicas que lograban convocar auditorios numerosos.

Ante tales presiones, el presidente Roosevelt apoyó una nueva serie de medidas económicas y sociales. Destacaban entre éstas algunas disposiciones para combatir la pobreza, crear más empleos para los desocupados y proveer una red de seguridad social.

La Administración para el Progreso de Obras Públicas (APOP), la principal agencia de ayuda en lo que se conoció como el segundo Nuevo Trato, fue la mayor dependencia de obras públicas hasta esa fecha. Emprendió proyectos en pequeña escala en todo el país y construyó edificios, carreteras, aeropuertos y escuelas. Se dio empleo a actores, pintores, músicos y escritores por medio del Proyecto Federal para el Teatro, el Proyecto Federal para el Arte y el Proyecto Federal para Escritores. La Administración Nacional de la Juventud ofreció empleo de tiempo parcial a estudiantes, instituyó programas de capacitación y ayudó a jóvenes desocupados. La APOP nunca amparó a más de tres millones de desempleados al mismo tiempo, pero en 1943, cuando fue disuelta, había ayudado a 9 millones de personas en total.

La piedra angular del Nuevo Trato, según Roosevelt, fue la Ley de Seguridad Social de 1935. En ella se creó un sistema de pagos de bienestar administrados por el estado para pobres, desempleados y discapacitados, a partir de aportaciones estatales y federales equivalentes. Estableció también un sistema nacional de prestaciones para jubilados a partir de un "fondo fiduciario" creado con aportaciones del empleador y del empleado. La Seguridad Social es hoy uno de los programas nacionales más vastos que administra el gobierno de Estados Unidos.

Roosevelt añadió a esto la Ley Nacional de Relaciones del Trabajo, la "Ley del Impuesto sobre la Riqueza" que elevó la tributación para los ricos, la Ley de la Compañía Tenedora de Servicios Públicos para disolver los grandes conglomerados del servicio eléctrico, y una Ley Bancaria que amplió en buena medida el poder de la Junta de la Reserva Federal sobre los grandes bancos privados. Otro hecho notable fue la creación de la Administración de Electrificación Rural, que llevó la electricidad a zonas agrícolas de todo el país.

UNA NUEVA COALICIÓN

En la elección de 1936 Roosevelt obtuvo una victoria decisiva sobre su opositor republicano, Alf Landon de Kansas. Él gozó de popularidad personal y la economía pareció estar cerca de la recuperación. Ganó el 60% de los votos y todos los estados, menos dos. Surgió una nueva coalición amplia, aliada al Partido Demócrata y formada por trabajadores, sobre todo del campo, y por la mayoría de los grupos étnicos urbanos, afro-estadounidenses y el sur tradicionalmente demócrata. El Partido Republicano obtuvo el apoyo de empresarios y miembros de la clase media en ciudades pequeñas y suburbios. Esa alianza política, con algunas variantes y cambios, se mantuvo intacta varios decenios.

El segundo periodo de Roosevelt fue una época de consolidación. El presidente cometió dos errores políticos graves: un infructuoso y mal aconsejado intento de ampliar la Corte Suprema y un inútil esfuerzo por "purgar" a los conservadores sureños del Partido Demócrata que eran más obstinados cada día. Además, cuando suprimió los elevados gastos del gobierno, la economía se desplomó. Esos hechos hicieron surgir en el Congreso una coalición conservadora que no era receptiva a las nuevas iniciativas.

Fue patente que los estadounidenses deseaban que el gobierno asumiera una mayor responsabilidad por el bienestar de la gente ordinaria, a pesar de la incomodidad que les producía el gobierno grande en general. El Nuevo Trato sentó los cimientos del estado benefactor moderno en Estados Unidos. Roosevelt, que fue tal vez el presidente más imponente del siglo XX, había establecido un nuevo nivel en el liderazgo de masas.

Ningún otro dirigente estadounidense, ni entonces ni después, usó la radio con tanta eficacia. En un discurso trasmitido por radio en 1938, Roosevelt declaró: "La democracia ha desaparecido en otras grandes naciones, no porque el pueblo de éstas la haya rechazado, sino porque se cansó de carecer de empleo y de seguridad, de ver a sus hijos padecer hambre y de tener que permanecer pasivos e indefensos ante la confusión del gobierno y la debilidad de éste por su falta de liderazgo". Concluyó que los estadounidenses deseaban defender sus libertades a toda costa y entendieron que "la primera línea de defensa es la protección de la seguridad económica".

LA GUERRA Y LA DIFÍCIL NEUTRALIDAD

Antes que el segundo periodo de Roosevelt cobrara ímpetu, su programa nacional se ensombreció por el proyecto expansionista de los regímenes totalitarios de Japón, Italia y Alemania. Japón invadió Manchuria en 1931, aplastó la resistencia china e instituyó el estado títere de Manchukuo. Italia, bajo Benito Mussolini, amplió sus fronteras en Libia y conquistó Etiopía en 1935. Alemania, bajo el líder nazi Adolf Hitler, militarizó su economía y volvió a ocupar Renania (desmilitarizada a raíz del Tratado de Versalles) en 1936. Hitler incorporó Austria al Reich alemán en 1938 y exigió que Checoslovaquia le cediera el territorio de los Sudetes de habla alemana. Para entonces la guerra parecía inminente.

Estados Unidos, decepcionado por el fracaso de la cruzada a favor de la democracia en la Primera Guerra Mundial, anunció que por ningún motivo podría aspirar a recibir su ayuda cualquiera de los países involucrados en el conflicto. La legislación de neutralidad, promulgada en forma fragmentaria entre 1935 y 1937, prohibió el comercio en armas con cualquiera de las naciones beligerantes, exigió que todas las demás mercancías se pagaran en efectivo y prohibió que los barcos mercantes con bandera estadounidense transportaran esos productos. El objetivo era impedir, casi a toda costa, la participación de Estados Unidos en una guerra extranjera.

El sentimiento aislacionista se acentuó en 1939, cuando los nazis conquistaron Polonia, y con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, aunque los estadounidenses estaban sin duda a favor de las víctimas de la agresión de Hitler y apoyaban a las democracias aliadas, Gran Bretaña y Francia. Roosevelt sólo podía esperar hasta que la opinión pública en torno a la participación estadounidense se modificara a causa de los acontecimientos.

Con la caída de Francia y el inicio de la guerra aérea contra Gran Bretaña a mediados de 1940 se intensificó el debate entre los norteamericanos que pugnaban por ayudar a las democracias y la facción antibélica conocida como los aislacionistas. Roosevelt hizo todo lo posible por inclinar la opinión pública a favor de la intervención. Estados Unidos se unió a Canadá en una Junta de Defensa Mutua y se aliaron con las repúblicas de América Latina para ampliar la protección colectiva a las naciones del hemisferio occidental.

Ante el agravamiento de la crisis, el Congreso votó a favor de asignar enormes sumas para el rearme y en septiembre de 1940 aprobó la primera ley de conscripción en tiempo de paz promulgada jamás en Estados Unidos. También en ese mes, Roosevelt concertó un audaz acuerdo ejecutivo con el primer ministro británico Winston Churchill. Estados Unidos entregó a la armada británica 50 destróyers "viejos" a cambio de bases aéreas y navales británicas en Terranova y en el Atlántico Norte.

En la campaña de elección presidencial de 1940 se demostró que los aislacionistas, a pesar de su elocuencia, eran una minoría. El opositor republicano de Roosevelt, Wendell Wilkie, se inclinó a favor de la intervención. Por lo tanto, la elección de noviembre fue otra aprobación mayoritaria para el presidente, con lo cual Roosevelt fue el primero y el último jefe del ejecutivo de Estados Unidos elegido para un tercer periodo.

A principios de 1941 Roosevelt logró que el Congreso aprobara el Programa de Préstamos y Alquiler, por el cual se autorizó al presidente para transferir armas y equipo a cualquier país (en especial a Gran Bretaña y luego a la Unión Soviética y China) considerado vital para la defensa de Estados Unidos. Al final de la guerra, el total de la ayuda otorgada por concepto de préstamo y alquiler ascendía a más de 50.000 millones de dólares.

Lo más notable fue que en agosto se reunió con el primer ministro Churchill frente a la costa de Terranova. Los dos líderes expidieron una "declaración conjunta de intenciones en la guerra" que llamaron la Carta del Atlántico. En notable semejanza con los Catorce Puntos de Woodrow Wilson, suscribieron los siguientes objetivos: no habría mayor expansión territorial; no se harían cambios de fronteras sin el consentimiento de los pueblos afectados; se garantizaría el derecho de todas las personas a elegir su propia forma de gobierno; se restauraría el autogobierno a quienes hubieran sido privados de él; la colaboración económica se ampliaría a todos los países; se liberaría a todos los pueblos de la guerra, el temor y las privaciones; se protegería la libertad en los mares; y se renunciaría al uso de la fuerza como instrumento de política internacional.

Ahora la neutralidad de Estados Unidos era sólo nominal.

JAPÓN, PEARL HARBOR Y LA GUERRA

Mientras la mayoría de los estadounidenses observaban con ansiedad el curso de la guerra en Europa, la tensión crecía en Asia. Aprovechando la ocasión para mejorar su posición estratégica, Japón anunció con audacia un "nuevo orden" en el cual ejercería su hegemonía sobre todo el Pacífico. En la lucha por sobrevivir frente a la Alemania nazi, Gran Bretaña no pudo resistir, abandonó su concesión en Shanghai y cerró por un tiempo la ruta de suministros chinos desde Birmania. En septiembre los japoneses se unieron formalmente al Eje Roma-Berlín. La reacción de Estados Unidos consistió en imponer un embargo a la exportación de chatarra a Japón.

En julio de 1941, los japoneses ocuparon el sur de Indochina (Vietnam del Sur), anunciando su posible avance hacia el sur en busca de petróleo, estaño y caucho en la Malasia británica y las Antillas Holandesas. En respuesta, Estados Unidos congeló las propiedades japonesas y declaró un embargo sobre el producto que Japón necesitaba más que cualquier otro: el petróleo.

El general Hideki Tojo asumió el cargo de primer ministro de Japón en octubre de ese año. A mediados de noviembre, Tojo envió un representante especial a Estados Unidos para conferenciar con el secretario de Estado Cordell Hull. Entre otras cosas, Japón exigió que EE.UU. liberara las propiedades japonesas y suspendiera su expansión naval en el Pacífico. Hull respondió con la propuesta de que los japoneses se retiraran de todos los territorios conquistados. Con el rápido rechazo japonés, el 1 de diciembre, las conversaciones quedaron estancadas.

En la mañana del 7 de diciembre, aviones transportados por un barco japonés lanzaron un devastador ataque sorpresivo contra la flota de EE.UU. en el Pacífico, en Pearl Harbor, Hawai. Veintiún barcos fueron destruidos o temporalmente inhabilitados, 323 aviones resultaron destruidos o dañados y 2.388 soldados, marineros y civiles murieron. Sin embargo, los portaaviones que tendrían un papel tan decisivo en la guerra naval siguiente en el Pacífico no estaban fondeados en Pearl Harbor sino en alta mar.

La opinión estadounidense, aún dividida a causa de la guerra en Europa, se unificó de la noche a la mañana ante lo que el presidente Roosevelt llamó "un día que vivirá en la infamia". El Congreso le declaró la guerra a Japón el 8 de diciembre y al cabo de tres días, Alemania e Italia le declararon la guerra a Estados Unidos.

MOVILIZACIÓN PARA LA GUERRA TOTAL

El país pronto se dispuso a movilizar a su gente y toda su capacidad industrial. En los tres años y medio siguientes, la industria de la defensa alcanzó metas de producción asombrosas: 30.000 aviones, 5.000 barcos de carga, 60.000 lanchas de desembarco y 86.000 tanques. Las trabajadoras, cuyo ejemplo fue "Rosie la Remachadora", tuvieron un papel más importante que nunca antes en la producción industrial. El número total de miembros de las fuerzas armadas de Estados Unidos al final de la guerra era de más de 12 millones. Todas las actividades de la nación — agricultura, manufacturas, minería, comercio, trabajo, inversiones, comunicaciones y hasta la educación y la cultura — quedaron sometidas a nuevas y mayores formas de control.

A raíz de lo ocurrido en Pearl Harbor y por temor al espionaje asiático, los estadounidenses incurrieron también en lo que después se reconocería como un acto de intolerancia: el confinamiento de los estadounidenses de origen japonés. En febrero de 1942, casi 120.000 de esas personas que vivían en California fueron sacadas de sus casas y confinadas en 10 miserables campos de concentración temporal, cercados con alambre de púas, para ser llevadas después a "centros de reubicación" en las afueras de ciudades aisladas del suroeste.

Casi el 63% de esos residentes de origen japonés eran ciudadanos estadounidenses nacidos en EE.UU. Pocos de ellos simpatizaban con Japón y jamás hubo evidencia alguna de espionaje. Otros se integraron como voluntarios al Ejército de EE.UU. y lucharon con distinción y valor en dos unidades de infantería en el frente italiano. Algunos sirvieron como intérpretes y traductores en el Pacífico.

En 1983 el gobierno de Estados Unidos reconoció la injusticia y pagó una indemnización limitada a los estadounidenses de origen japonés de aquella época que todavía vivían.

LA GUERRA EN EL NORTE DE ÁFRICA Y EN EUROPA

Poco después del ingreso de Estados Unidos a la guerra, este país, Gran Bretaña y la Unión Soviética (en guerra con Alemania desde el 22 de junio de 1941) decidieron que su esfuerzo militar principal se debía concentrar en Europa.

En todo el año de 1942, las fuerzas británicas y alemanas libraron batallas sin solución a través de Libia y Egipto por el control del Canal de Suez. Sin embargo, fuerzas británicas comandadas por el general Sir Bernard Montgomery atacaron a los alemanes desde El Alamein el 23 de octubre. Equipados con mil tanques, muchos de ellos fabricados en Estados Unidos, derrotaron al ejército del general Erwin Rommel en una extenuante campaña de dos semanas. El 7 de noviembre, fuerzas armadas estadounidenses y británicas desembarcaron en el norte del África francesa. Atrapados entre fuerzas que avanzaban del este y el oeste, los alemanes tuvieron que retroceder y, después de una feroz resistencia, se rindieron en mayo de 1943.

El año 1942 fue también el momento decisivo para el Frente Oriental. La Unión Soviética, que había sufrido enormes pérdidas, contuvo la invasión nazi a las puertas de Leningrado y Moscú. En el invierno de 1942-43, el Ejército Rojo derrotó a los alemanes en Stalingrado (Volgogrado) e inició la larga ofensiva que habría de llevarlos hasta Berlín en 1945.

Fuerzas británicas y estadounidenses invadieron Sicilia en julio de 1943 y controlaron la isla en un mes. En esa época, Benito Mussolini cayó del poder en Italia. Sus sucesores iniciaron negociaciones con los aliados y se rindieron de inmediato a raíz de la invasión de la parte continental de Italia en septiembre. Sin embargo, el ejército alemán ya para entonces había asumido el control de la península. La lucha contra las fuerzas nazis en Italia fue cruel y prolongada. A medida que los Aliados avanzaban lentamente hacia el norte, construyeron aeropuertos a partir de los cuales hicieron devastadoras incursiones aéreas contra ferrocarriles, fábricas y emplazamientos de armas en el sur de Alemania y Europa central, e incluso contra las instalaciones de petróleo en Ploesti, Rumania.

Al cabo de muchos debates en torno a la estrategia, los Aliados decidieron abrir un frente a fines de 1943 para obligar a los alemanes a desviar un número mucho mayor de sus fuerzas de la Unión Soviética.

El general de EE.UU. Dwight D. Eisenhower fue nombrado comandante supremo de todas las fuerzas aliadas en Europa. El 6 de junio de 1944, después de enormes preparativos, los primeros contingentes de un ejército de invasión estadounidense, británico y canadiense, protegidos por una fuerza aérea muy superior, desembarcaron en cinco playas de Normandía. Con la cabeza de playa establecida tras fuertes combates, llegaron más tropas e hicieron retroceder a los alemanes en una serie de sangrientas batallas. París fue liberado el 25 de agosto.

La ofensiva aliada se estancó en ese otoño y luego sufrió un revés en el este de Bélgica durante el invierno, pero en marzo estadounidenses y británicos ya habían cruzado el Rin y el avance de los rusos desde el este era irresistible. Alemania presentó su rendición incondicional el 7 de mayo.

LA GUERRA EN EL PACÍFICO

Las fuerzas de Estados Unidos tuvieron que rendirse en las Filipinas a principios de 1942, pero los norteamericanos lanzaron un ataque concentrado en los meses siguientes. El general James "Jimmy" Doolittle dirigió a los bombarderos del Ejército de EE.UU. en una incursión contra Tokio en abril, la cual tuvo poca importancia militar real, pero dio a los estadounidenses un enorme estímulo psicológico.

En mayo, en la Batalla del Mar de Coral — el primer combate naval de la historia en el que toda la lucha estuvo a cargo de aviones transportados en portaaviones —, una flota invasora naval japonesa enviada para atacar el sur de Nueva Guinea y Australia fue repelida por una fuerza de tarea estadounidense en reñido combate. Pocas semanas después, la Batalla naval de Midway, en el centro del Pacífico, fue la primera derrota importante de la armada japonesa, que perdió cuatro portaaviones. Midway acabó con el avance de Japón en el Pacífico central y fue el momento decisivo.

Otras batallas contribuyeron también al éxito de los Aliados. La batalla terrestre y marítima de seis meses por la isla de Guadalcanal (de agosto de 1942 a febrero de 1943) fue la primera victoria terrestre importante de Estados Unidos en el Pacífico. Durante casi los dos años siguientes, tropas estadounidenses y australianas se abrieron paso hacia el norte, desde el Pacífico sur y hacia el oeste desde el centro del Pacífico, para capturar las islas Solomon, las Gilbert, las Marshall y las Marianas en una serie de asaltos anfibios.

LA POLÍTICA DE LA GUERRA

Los esfuerzos militares de los Aliados se complementaron con una serie de reuniones internacionales importantes para discutir los objetivos políticos de la guerra. En una conferencia anglo-estadounidense realizada en enero de 1943 en Casablanca, Marruecos, se decidió que no sería posible concertar la paz con el Eje y sus satélites en los Balcanes si no era en términos de una "rendición incondicional". La finalidad de ese requisito, exigido por Roosevelt, era tratar de garantizar a los pueblos de todas las naciones en conflicto que no se llevarían a cabo negociaciones de paz por separado con los representantes del fascismo o del nazismo y que los objetivos idealistas de la guerra no se verían comprometidos. Por supuesto, los propagandistas del Eje se basaron en esto para decir que los Aliados habían desatado una guerra de exterminio.

En noviembre de 1943, Roosevelt y Churchill se reunieron con el líder nacionalista chino Chiang Kai-shek en El Cairo para decidir qué condiciones se impondrían a Japón, entre ellas la renuncia a las conquistas de sus agresiones pretéritas. Poco después, en Teherán, Roosevelt, Churchill y el líder soviético Joseph Stalin concertaron acuerdos básicos sobre la ocupación de Alemania en la posguerra y el establecimiento de una nueva organización internacional: las Naciones Unidas.

En febrero de 1945, los tres líderes Aliados se reunieron de nuevo en Yalta (hoy en Ucrania), cuando la victoria ya parecía segura. Allí, en forma secreta, la Unión Soviética accedió a participar en la guerra contra Japón tres meses después de la rendición de Alemania. A cambio de eso, la URSS obtendría el control efectivo de Manchuria y recibiría también las islas Kuriles de Japón, además de la mitad meridional de la isla de Sakhalin. La frontera oriental de Polonia quedó demarcada en plan provisional por la línea Curzon de 1919, lo cual cedió a la URSS la mitad de su territorio de antes de la guerra. Las discusiones sobre las indemnizaciones que Alemania debía pagar — según lo exigía Stalin, con la oposición de Roosevelt y Churchill — quedaron inconclusas. Se concertaron acuerdos específicos para la ocupación de Alemania por los Aliados y para el juicio y castigo de los criminales de guerra. En Yalta se acordó también que las grandes potencias del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas propuesta debían tener derecho de veto en los asuntos que afectaran su seguridad.

A dos meses de su regreso de Yalta, Franklin D. Roosevelt murió a causa de una hemorragia cerebral cuando estaba de vacaciones en Georgia. Pocos personajes de la historia estadounidense han sido honrados con un duelo tan profundo y la población del país sintió por un tiempo que había sufrido una pérdida irreparable. El vicepresidente Harry Truman, ex senador por Missouri, fue su sucesor.

LA GUERRA, LA VICTORIA Y LA BOMBA

Las batallas finales en el Pacífico figuraron entre las más sangrientas de la guerra. En junio de 1944, la Batalla del Mar de Filipinas destruyó en realidad la fuerza aérea naval de Japón y obligó a dimitir a Tojo, el primer ministro de ese país. El general Douglas MacArthur — que había salido con renuencia de las Filipinas dos años antes para no ser capturado por los japoneses — regresó a las islas en octubre. La Batalla del Golfo de Leyte, el mayor combate naval que haya existido, fue la derrota decisiva de la armada japonesa. En febrero de 1945, las fuerzas de Estados Unidos ya habían tomado Manila.

Entonces EE.UU. fijó la mirada en la estratégica isla de Iwo Jima, una de las islas Bonin, casi a medio camino entre las islas Marianas y Japón. Los japoneses, entrenados para morir peleando por el emperador, usaron en forma suicida las cavernas naturales y el terreno rocoso. Las fuerzas de EE.UU. tomaron la isla a mediados de marzo, pero la operación costó la vida de 6.000 de sus infantes de marina y de casi todos los defensores nipones. Entonces Estados Unidos lanzó extensivos ataques aéreos contra barcos y aeropuertos japoneses y una oleada tras otra de ataques con bombas incendiarias contra ciudades de Japón.

Los estadounidenses encontraron una resistencia aún más fiera en Okinawa (del 1 de abril al 21 de junio de 1945). Como pocos de los defensores se rendían, el ejército y la marina estadounidenses se vieron forzados a emprender una guerra de aniquilación. Una tras otra, las oleadas de aviones suicidas kamikazes atacaron a la flota aliada frente a la costa, causándole más daños que en el Golfo de Leyte. Japón perdió entre 90.000 y 100.000 soldados y murieron tal vez otros tantos civiles en Okinawa. Las pérdidas de EE.UU. fueron de más de 11.000 muertos y casi 34.000 heridos. La mayoría de los estadounidenses interpretaron esos combates como una visión anticipada de lo que habría ocurrido en una invasión planeada de Japón.

Los jefes de gobierno de Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética se reunieron en Potsdam, un suburbio en las afueras de Berlín, del 17 de julio al 2 de agosto de 1945, para discutir las operaciones contra Japón, la concertación de la paz en Europa y la política en torno al futuro de Alemania. Tal vez como presagio del próximo final de la alianza, no tuvieron problemas ni en temas vagos de principios ni en las cuestiones prácticas de una ocupación militar, pero no llegaron a acuerdo alguno en muchos asuntos tangibles como las indemnizaciones.

La víspera de la inauguración de la Conferencia de Potsdam, los científicos nucleares estadounidenses que trabajaban en secreto en el Proyecto Manhattan hicieron estallar una bomba atómica cerca de Alamogordo, Nuevo México. El ensayo fue la culminación de tres años de investigación intensiva en laboratorios diseminados por todo Estados Unidos. En la Declaración de Potsdam, emitida el 26 de julio, Estados Unidos y Gran Bretaña prometieron que si Japón se rendía no sería destruido ni esclavizado, pero si continuaba la guerra sería sometido a la "destrucción rápida y total". Pensando que la bomba atómica podría usarse para obtener una rendición más rápida de Japón, y con menos bajas que con una invasión del continente, el presidente Truman dispuso que la bomba sería lanzada si los japoneses no se rendían para el 3 de agosto.

El 6 de agosto un avión de EE.UU., el Enola Gay, arrojó una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima. Una segunda bomba atómica fue lanzada el 9 de agosto, esta vez sobre Nagasaki. Las bombas destruyeron grandes secciones de ambas ciudades, con pérdidas masivas de vidas. El 8 de agosto, la URSS declaró la guerra al Japón y atacó a sus fuerzas en Manchuria. El 14 de agosto Japón accedió a las condiciones impuestas en Potsdam. La rendición formal de Japón tuvo lugar el 2 de septiembre de 1945. Los estadounidenses se sintieron aliviados al saber que la bomba apresuró el final de la guerra. Más tarde se llegaría a comprender a fondo cuáles son las implicaciones de la terrible destructividad de las armas nucleares.

Menos de un mes después, el 24 de octubre, las Naciones Unidas fueron instituidas a raíz de que los representantes de 50 países se reunieron en San Francisco, California. En la constitución que ellos redactaron se describía una organización mundial donde las diferencias entre las naciones podrían discutirse pacíficamente y la lucha contra el hambre y la enfermedad sería la causa común. En contraste con su rechazo a la afiliación de Estados Unidos a la Liga de las Naciones después de la Primera Guerra Mundial, el Senado de EE.UU. ratificó sin dilación la Carta de la ONU por votación de 89 contra 2. Con eso se confirmó que el espíritu del aislacionismo había dejado de ser el rasgo dominante de la política exterior de este país.

Los juicios penales de los líderes nazis comenzaron en noviembre de 1945 en Nuremberg, Alemania, según lo dispuesto en Potsdam. Ante un grupo de distinguidos juristas de Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos, los nazis fueron acusados no sólo de planear y consumar una guerra de agresión, sino también de violar las leyes de la guerra y de la humanidad en el genocidio sistemático de judíos y otros pueblos de Europa conocido como el Holocausto. Los juicios se prolongaron más de 10 meses y todos los acusados, menos tres, fueron declarados culpables. Fueron juzgados 22 acusados y 12 de ellos fueron sentenciados a muerte. Otros juicios similares se llevarían a cabo contra los dirigentes japoneses de la guerra.

EL ASCENSO DE LOS SINDICATOS INDUSTRIALES

Si bien es cierto que los años de la década de 1920 fueron de relativa prosperidad en Estados Unidos, los trabajadores de industrias como la siderúrgica, la automotriz, la del caucho y la textil, se beneficiaron menos que en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Las condiciones de trabajo en muchas de esas industrias sí mejoraron. En la década de 1920, algunas compañías empezaron a instituir el "capitalismo del bienestar" y para granjearse la lealtad de los trabajadores les ofrecieron pensiones, planes de participación en las ganancias, opción de compra de acciones y planes de salud. Sin embargo, el ambiente de trabajo en los talleres era a menudo ríspido y autoritario.

En los años 20, las industrias de producción en masa redoblaron sus esfuerzos para impedir el crecimiento de los sindicatos que habían tenido cierto éxito durante la Primera Guerra Mundial bajo la cúpula de la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL por sus siglas en inglés). Recurrieron a espías, gente armada para romper las huelgas y al cese de los trabajadores sospechosos de simpatizar con el sindicalismo. A los sindicatos independientes se les acusó a menudo de ser comunistas. Al mismo tiempo, muchas empresas formaron sus propias organizaciones sindicales sumisas, conocidas con frecuencia como "sindicatos de la compañía".

Tradicionalmente las legislaturas de los estados, de acuerdo con la opinión de la clase media del país, apoyaron el concepto del "taller abierto" por el cual se impedía que un sindicato fuera el representante exclusivo de todos los trabajadores. Con esto a las empresas les resultó más fácil negar a los sindicatos el derecho a la negociación colectiva y contar con el apoyo de los tribunales para impedir la sindicalización.

Entre 1920 y 1929, el número de trabajadores sindicalizados en Estados Unidos cayó de unos cinco millones a tres y medio millones. El numeroso personal semicalificado o no calificado siguió estando desorganizado en las industrias.

La Gran Depresión trajo consigo un desempleo general. En 1933 había más de 12 millones de estadounidenses sin empleo. En la industria automotriz, por ejemplo, la fuerza de trabajo se redujo a la mitad entre 1929 y 1933. Al mismo tiempo los salarios perdieron dos tercios de su valor.

Sin embargo la elección de Franklin Roosevelt habría de cambiar para siempre la situación de los trabajadores industriales. El primer indicio de que a Roosevelt le interesaba el bienestar de los trabajadores fue que designó como su secretario del Trabajo a Frances Perkins, una destacada defensora del bienestar social. (Perkins fue también la primera mujer que ocupó un cargo con rango de gabinete.) Con la Ley Nacional para la Recuperación Industrial de largo alcance se intentó elevar el salario industrial, reducir las horas de la semana laboral y suprimir el trabajo infantil. Lo más importante fue que esa ley reconoció el derecho de los empleados "a organizarse y negociar colectivamente a través de representantes de su propia elección".

John L. Lewis, el aguerrido y elocuente jefe del Sindicato de Trabajadores de la Minería (UMW) entendió mejor que ningún otro líder sindical lo que el Nuevo Trato significaba para los trabajadores. Poniendo de relieve el apoyo de Roosevelt, Lewis organizó una importante campaña de sindicalización y logró elevar el número de miembros del UMW de 150.000 a más de 500.000 en menos de un año.

Lewis ansiaba que la AFL, de cuyo consejo ejecutivo era miembro, pusiera en marcha una campaña similar para las industrias de producción en masa. Sin embargo la AFL, con su enfoque histórico en los trabajadores más calificados, no estaba dispuesta a acceder. Al cabo de una enconada pugna interna, Lewis y unos cuantos miembros se separaron de la AFL y fundaron el Comité de Organización Industrial (CIO) que más tarde sería el Congreso de Organizaciones Industriales. Con la aprobación de la Ley Nacional de Relaciones del Trabajo (NLRA) en 1935 y la actitud amistosa de la Junta Nacional de Relaciones de Trabajo, el poder y la autoridad del gobierno federal respaldaron a la CIO.

Sus primeros objetivos fueron la industria automotriz y la del acero, famosas por su oposición a los sindicatos. A fines de 1936 estalló una serie de paros espontáneos organizados por el incipiente Sindicato de Trabajadores de la Industria del Automóvil, bajo la dirección de Walter Reuther, en las plantas de General Motors en Cleveland, Ohio y en Flint, Michigan.

El gobernador de Michigan se negó a desalojar a los huelguistas porque los veía con simpatía y a principios de 1937 se encontró una solución. En septiembre de ese año, el Sindicato de Trabajadores de la Industria del Automóvil ya tenía contratos con 400 empresas de ese sector, con lo cual se garantizó a los trabajadores un salario mínimo de 75 centavos por hora y una semana laboral de 40 horas.

En sus primeros seis meses de vida, el Comité Organizador de los Trabajadores del Acero (SWOC), encabezado por el lugarteniente de Lewis, Philip Murray, logró reunir 125.000 miembros. La principal compañía siderúrgica estadounidense, la U.S. Steel, comprendió que los tiempos habían cambiado y llegó también a un acuerdo en 1937. Ese mismo año, la Corte Suprema reconoció la constitucionalidad de la NLRA. Más tarde otras firmas más pequeñas, que por tradición habían sido aún más hostiles a los sindicatos que las grandes corporaciones, claudicaron. Las demás industrias — las del caucho, el petróleo, la electrónica y los textiles — siguieron una a una su ejemplo.

El ascenso de las grandes organizaciones de trabajadores tuvo dos efectos importantes a largo plazo: se convirtió en el núcleo organizacional del Partido Demócrata nacional y obtuvo beneficios materiales para sus miembros, que casi llegaron a borrar las diferencias económicas entre la clase obrera y la clase media en Estados Unidos.

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