CONTENIDO
Capítulo 1:
Los albores de Norteamérica
Capítulo 2:
El periodo colonial
Capítulo 3:
El camino de la independencia
Capítulo 4:
La formación de un gobierno nacional
Capítulo 5:
La expansión hacia el oeste y las diferencias regionales
Capítulo 6:
Conflictos sectoriales
Capítulo 7:
La Guerra Civil y la Reconstrucción
Capítulo 8:
Crecimiento y transformación
Capítulo 9:
Descontento y reforma
Capítulo 10:
Guerra, prosperidad y depresión
Capítulo 11:
El Nuevo Trato y la Segunda Guerra Mundial
Capítulo 12:
Estados Unidos en la posguerra
Capítulo 13:
Décadas de cambio: 1960-1980
Capítulo 14:
El nuevo conservadurismo y un nuevo orden mundial
Capítulo 15:
Un puente hacia el siglo XXI
Bibliografia
PERFILES ILUSTRADOS
El advenimiento de una nación
La transformación de una nación
Monumentos y sitios conmemorativos
Agitación y cambio
Una nación del siglo XXI

AGRADECIMIENTOS
 
Reseña de Historia de Estados Unidos es una publicación del Departamento de Estado de EE.UU. La primera edición (1949-50) fue elaborada bajo la dirección editorial de Francis Whitney, en un principio por la Oficina de Información Internacional del Departamento de Estado y más tarde por el Servicio Cultural e Informativo de Estados Unidos. Richard Hofstadter, profesor de historia en la Universidad Columbia, y Wood Gray, catedrático de historia de Estados Unidos en la Universidad George Washington, colaboraron como consultores académicos. D. Steven Endsley de Berkeley, California, preparó el material adicional. A través de los años, la obra ha sido actualizada y revisada en forma exhaustiva por varios especialistas, entre ellos Keith W. Olsen, profesor de historia de Estados Unidos en la Universidad de Maryland, y Nathan Glick, escritor y ex director de la revista Dialogue (Facetas) de USIA. Alan Winkler, catedrático de historia en la Universidad Miami (Ohio), escribió los capítulos de ediciones anteriores sobre la época posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Man of the People: A Life of Harry S. Truman y For the Survival of Democracy: Franklin Roosevelt and the World Crisis of the 1930s.    Esta nueva edición ha sido revisada y actualizada cabalmente por Alonzo L. Hamby, profesor distinguido de historia en la Universidad de Ohio. El profesor Hamby ha escrito mucho sobre la política y la sociedad estadounidenses. Algunos de sus libros son Man of the People: A Life of Harry S. Truman y For the Survival of Democracy: Franklin Roosevelt and the World Crisis of the 1930s. Vive y trabaja en Athens, Ohio.

Director Ejecutivo—
George Clack
Directora Administrativa—
Mildred Solá Neely
Dirección de Arte y Diseño—
Min-Chih Yao
Ilustración de portada—
Tom White
Investigación fotográfica—
Maggie Johnson Sliker
 


 
Capítulo 6:
Conflictos sectoriales

Proyecto Salón Hogar
 


Familia esclava recolectando algodón cerca de Savannah, Georgia a principios de la década de 1860.
(© Bettmann/CORBIS)
"Una casa dividida contra sí misma no puede prevalecer. Yo creo que este gobierno no podrá seguir siendo siempre mitad esclavo y mitad libre".
-- Candidato a senador
Abraham Lincoln, 1858

LAS DOS CARAS DE ESTADOS UNIDOS

Ningún visitante dejó un registro más perdurable de sus viajes a Estados Unidos y sus observaciones que el escritor y teórico político francés Alexis de Tocqueville, cuya obra Democracy in America (La democracia en América), que salió a la luz en 1835 sigue siendo uno de los análisis más incisivos y profundos de las prácticas sociales y políticas de este país. Tocqueville era un observador sagaz y no pudo ser acrítico ante Estados Unidos, pero su veredicto fue esencialmente positivo. "El gobierno de una democracia lleva el concepto de derechos políticos hasta el nivel del ciudadano más humilde", escribió, "del mismo modo que la diseminación de la riqueza pone la idea de propiedad al alcance de todos los hombres". Sin embargo, Tocqueville sólo fue el primero de la larga lista de pensadores que se preocuparon por la posibilidad de que esa primitiva igualdad no pudiera sobrevivir ante un creciente sistema fabril que amenazaba con crear divisiones entre los obreros industriales y una nueva elite de empresarios.

Otros viajeros se maravillaron del crecimiento y vitalidad del país, en el que se veían "por doquier las pruebas más inequívocas de prosperidad y rápido progreso en el agro y el comercio, y grandes obras públicas". Pero esas opiniones optimistas sobre el experimento estadounidense no eran universales en modo alguno. Uno de los escépticos fue el novelista inglés Charles Dickens, quien hizo su primera visita a Estados Unidos en 1841-42. "Esta no es la república que yo esperaba ver", escribió en una carta. "Todas las cosas de las que se ha ufanado — salvo la educación del pueblo y su atención a los niños pobres — están infinitamente por debajo del nivel en el que yo la había colocado"."

No sólo Dickens pensó así. En el siglo XIX y en toda su historia, Estados Unidos ha creado expectativas y pasiones que a menudo chocan con una realidad más mundana y compleja a la vez. Por sus dimensiones y diversidad, el joven país no permite generalizaciones fáciles e incita a la contradicción: Estados Unidos ha sido una sociedad amante de la libertad y al mismo tiempo esclavista, una nación de fronteras expansivas y primitivas, pero también de ciudades basadas en el comercio y la industrialización florecientes.

UNA TIERRA DE PROMESAS

En 1850 el territorio nacional se extendía por bosques, llanos y montañas. Dentro de sus vastísimos límites moraban 23 millones de personas en una Unión que abarcaba 31 estados. En el este floreció la industria; en el medio oeste y el sur prosperó la agricultura. A partir de 1849, las minas de oro de California derramaron su preciado metal en los cauces del comercio.

Los estados de Nueva Inglaterra y el Atlántico Medio eran los principales centros manufactureros, comerciales y financieros. Los principales productos de esas regiones eran: textiles, madera, ropa, maquinaria, cuero y artículos de lana. El comercio marítimo había llegado a su mayor auge y barcos con bandera de Estados Unidos surcaban los mares, llevando productos de todas las naciones.

El sur, del Atlántico al río Mississippi y más allá, tenía una economía centrada en la agricultura. El tabaco era importante en Virginia, Maryland y Carolina del Norte. El arroz era un cultivo abundante en Carolina del Sur y tanto el clima como el suelo de Louisiana propiciaban el cultivo de azúcar. Sin embargo, el algodón llegó a ser a la postre el producto dominante y el que identificaría al sur. En 1850, esa región del país cultivaba más del 80% del algodón del mundo y los esclavos producían todas esas cosechas.

El medio oeste prosperó con sus ilimitadas praderas y su población en rápido crecimiento. Europa y las regiones de Norteamérica que fueron colonizadas primero requerían trigo y productos de carne. La introducción de máquinas que ahorran mano de obra — sobre todo la cosechadora McCormick — hizo posible un aumento sin paralelo en la producción de cereales. Las cosechas de trigo aumentaron en el país, de unos 35 millones de hectolitros en 1850 a casi 61 millones en 1860, más de la mitad de los cuales se cultivaron en el medio oeste.

Un estímulo importante para la prosperidad del oeste fueron las grandes mejoras en los medios de transporte; de 1850 a 1857, la barrera de los montes Apalaches fue perforada por cinco líneas ferroviarias que unieron al medio oeste con el noreste. Esos enlaces forjaron los intereses económicos que sustentaron la alianza política de la Unión entre 1861 y 1865. El sur se retrasaba. No fue sino hasta fines de la década de 1850 cuando se pudo contar con una vía continua a través de las montañas para comunicar la parte baja del río Mississippi con la costa meridional del Atlántico.

ESCLAVITUD Y REGIONALISMO

Un tema dominante exacerbó las diferencias regionales y económicas entre norte y sur: la esclavitud. Resentidos por las grandes fortunas que amasaban los empresarios norteños con la comercialización del algodón, muchos sureños atribuyeron el atraso de su región a la gran prosperidad del norte. Por otra parte, muchos norteños declararon que la esclavitud — esa "institución peculiar" que el sur consideraba esencial para su economía — era en buena parte la causa del relativo atraso financiero e industrial de esa región.

En fecha tan remota como la del Compromiso de Missouri de 1819 las divergencias seccionales se endurecían sin cesar en torno al tema de la esclavitud. En el norte, el sentimiento abolicionista era cada día más fuerte. Los sureños, en general, no sentían mucha culpa por la esclavitud y la defendían con vehemencia.

Aunque el censo de 1860 mostró que había casi cuatro millones de esclavos en una población total de 12,3 millones en los 15 estados esclavistas, sólo una minoría de los blancos del sur tenía esclavos. De 1,5 millones de familias blancas, 385.000 eran dueñas de esclavos. El 50% de estas últimas no tenían más de cinco esclavos. El 12% poseían 20 esclavos o más, el número que establecía el límite entre un agricultor y un hacendado. Tres cuartas partes de las familias blancas del sur, entre ellas las de "blancos pobres" que ocupaban el peldaño más bajo de la sociedad sureña, no tenían esclavos.

Es fácil entender el interés de los hacendados en preservar la esclavitud, pero también los agricultores y los blancos pobres la apoyaban por temor de que los negros liberados pudieran competir con ellos en el plano económico e impugnaran su nivel social más alto. Los blancos del sur defendían la esclavitud no sólo bajo el criterio de la necesidad económica, sino también por su apego visceral a la supremacía blanca.

En su lucha contra el peso de la opinión del norte, los líderes políticos del sur, las clases profesionales y la mayor parte del clero cesaron de excusarse por consentir la esclavitud y empezaron a defenderla. Los voceros sureños insistían, por ejemplo, en que la relación entre capital y trabajador era más humana en el sistema esclavista que con la escala de salarios vigente en el norte.

Antes de 1830 todavía era muy común el viejo sistema patriarcal de gobierno de las plantaciones, donde el amo vigilaba personalmente a sus esclavos. Sin embargo, con el inicio de la producción de algodón en gran escala en la parte baja del sur, el amo poco a poco dejó de vigilar por sí mismo a sus esclavos y contrató capataces profesionales cuya tarea consistía en extraer la mayor cantidad de trabajo posible de los esclavos. En esas circunstancias, la esclavitud podía convertirse en un sistema de brutalidad y coerción en el que las golpizas y la división de las familias por la venta de sus miembros como esclavos eran lo más común. No obstante, en otros entornos podía ser mucho más suave.

Sin embargo, a la postre, la crítica más acerba a la esclavitud no se refirió a la conducta de los amos y los capataces. Los abolicionistas señalaron que la esclavitud, con el trato sistemático de los trabajadores afro-estadounidenses como si fueran animales domésticos, violaba el derecho inalienable de toda persona a ser libre.

LOS ABOLICIONISTAS

En la política nacional, los sureños pedían la protección y ampliación de los intereses que el sistema de esclavitud vinculado con el algodón representaba. Pugnaban por la expansión territorial porque el despilfarro que constituía el cultivo de un solo producto, el algodón, agotaba rápidamente la tierra y agudizaba la necesidad de buscar nuevas áreas fértiles. Además, los nuevos territorios serían la base para crear más estados esclavistas y compensar el ingreso de nuevos estados libres. Los norteños contrarios a la esclavitud interpretaron la opinión de los sureños como una conspiración para propagar el esclavismo, y su oposición se tornó feroz en la década de 1830.

Un movimiento anterior contra la esclavitud, que fue vástago de la Revolución de Estados Unidos, había ganado su última victoria en 1808 cuando el Congreso abolió el tráfico de esclavos con África. A partir de entonces, casi toda la oposición provino de los cuáqueros, quienes hicieron una protesta moderada e ineficaz, al tiempo que la máquina desmotadora de algodón y la expansión al oeste hasta la región del delta del Mississippi creaban una creciente demanda de esclavos.

El movimiento abolicionista surgido a principios de la década de 1830 era combativo, sin concesiones y exigía el cese inmediato de la esclavitud. Esa actitud tuvo un líder en William Lloyd Garrison, un joven de Massachusetts que combinaba el heroísmo de un mártir con el celo misionero de un demagogo. El 1 de enero de 1831, Garrison publicó el primer número de su periódico The Liberator, donde lanzó esta proclama: "Lucharé sin descanso por la liberación inmediata de nuestra población de esclavos... A ese respecto no estoy dispuesto a pensar, hablar o escribir con moderación... Lo digo muy en serio... no andaré con rodeos... no daré excusas... no retrocederé ni una sola pulgada Y HARÉ QUE ME ESCUCHEN".

Los sensacionales métodos de Garrison hicieron que los norteños se dieran cuenta de los males de una institución que, desde tiempo atrás, muchos habían llegado a juzgar imposible de cambiar. Él luchó por poner a la vista del público los aspectos más repulsivos de la esclavitud y fustigar a los dueños de esclavos como torturadores y traficantes de vidas humanas. A Garrison se unió otra voz poderosa, la de Frederick Douglass, un esclavo fugitivo que electrizó al público del norte. Theodore Dwight Weld y muchos otros abolicionistas lucharon con celo evangélico contra la esclavitud en los estados del viejo Territorio del Noroeste.

Una actividad del movimiento consistió en ayudar a los esclavos a huir hacia refugios seguros en el norte o a cruzar la frontera de Canadá. En la década de 1830 se estableció en todas las regiones del norte una firme y compleja red de rutas secretas conocida como el "tren clandestino". Se calcula que entre 1830 y 1860, sólo en el estado de Ohio se ayudó a no menos de 40.000 esclavos fugitivos a hallar la libertad. El número de sociedades locales antiesclavistas aumentó a un ritmo tal, que en 1838 ya eran unas 1.350 y tenían tal vez 250.000 miembros.

Pese a todo, la mayoría de los norteños se mantuvo al margen del movimiento abolicionista o se le opuso activamente. En 1837, por ejemplo, una turba atacó y mató al editor antiesclavista Elijah P. Lovejoy en Alton, Illinois. No obstante, la represión de la libertad de expresión en el sur permitió a los abolicionistas asociar el tema de la esclavitud con la causa de las libertades civiles de los blancos. En 1835, una multitud iracunda destruyó las publicaciones de los abolicionistas en la oficina de correos de Charleston, Carolina del Sur. Cuando el jefe de la oficina declaró que no realizaría la entrega de material antiesclavista, hubo acres debates en el Congreso. Los abolicionistas enviaron a éste un diluvio de peticiones exigiendo medidas contra la esclavitud. En 1836 la Cámara aplazó por votación la discusión de esas peticiones y así las anuló automáticamente. El ex presidente John Quincy Adams, elegido para la Cámara de Representantes en 1830, combatió ese veredicto mordaza, como solían llamarlo, como una violación a la Primera Enmienda y al fin logró su revocación en 1844.

TEXAS Y LA GUERRA CONTRA MÉXICO

En toda la década de 1820, muchos estadounidenses se establecieron en el vasto territorio de Texas, a menudo con concesiones otorgadas por el gobierno de México. Sin embargo su elevado número pronto alarmó a las autoridades y en 1830 se prohibió que la inmigración continuara. El general Antonio López de Santa Anna implantó una dictadura en México en 1834 y al año siguiente se rebelaron los tejanos. Santa Anna derrotó a los rebeldes estadounidenses en el famosos sitio de El Álamo a principios de 1836, pero los tejanos encabezados por Sam Houston destruyeron al ejército mexicano y capturaron a Santa Anna al mes siguiente en la Batalla de San Jacinto, con lo cual se aseguró la independencia de Texas.

En 1845, el presidente James K. Polk, elegido por estrecho margen sobre una plataforma de expansión al oeste, incorporó la República de Texas a la Unión. Esta jugada de Polk fue el primer gambito de una estrategia más vasta. Texas afirmaba que su frontera con México era el río Grande y México decía que la frontera estaba mucho más al norte, en el río Nueces. Entre tanto, los colonizadores llegaron como avalancha a los territorios de Nuevo México y California. Muchos estadounidenses aseguraban que su país tenía el "destino manifiesto" de expandirse hacia el oeste hasta el océano Pacífico.

Después de una escaramuza con tropas mexicanas en las riberas del río Grande, Estados Unidos declaró la guerra en 1846. Sus fuerzas ocuparon el escasamente poblado territorio de Nuevo México y luego apoyaron la insurrección de los colonizadores en California. Una fuerza estadounidense comandada por Zachary Taylor invadió México y obtuvo victorias en Monterrey y Buena Vista, mas no logró llevar a los mexicanos a la mesa de negociaciones. En marzo de 1847, un ejército de EE.UU. bajo el mando de Winfield Scott desembarcó cerca de Veracruz, en la costa oriental de México, y en una serie de combates se abrió paso hasta la ciudad de México. Estados Unidos impuso el Tratado de Guadalupe Hidalgo por el cual México cedió lo que habrían de ser la región suroeste estadounidense y California por 15 millones de dólares.

La guerra fue un campo de entrenamiento para los oficiales estadounidenses que más tarde combatirían en la Guerra Civil, en uno u otro bando. También provocó divisiones políticas. En un enfrentamiento simultáneo con Gran Bretaña, Polk había logrado que ésta reconociera la soberanía estadounidense en el Pacífico Noroeste hasta el paralelo 49. No obstante, las fuerzas antiesclavistas, sobre todo entre los whigs, objetaron la expansión de Polk como una conjura a favor de la esclavitud.

Al final de la Guerra con México, Estados Unidos había ganado un vasto territorio de 1,36 millones de kilómetros cuadrados que abarcaba los actuales estados de Nuevo México, Nevada, California, Utah, casi todo Arizona y parte de Colorado y Wyoming. En la nación hubo también un reavivamiento de la cuestión más explosiva de la política estadounidense de la época: ¿serían esclavistas o libres los nuevos territorios?

EL COMPROMISO DE 1850

Antes de 1845 parecía probable que la esclavitud no saliera de las regiones donde ya existía. En el Compromiso de Missouri de 1820 se le fijaron límites y no tenía oportunidad de rebasarlos. Los nuevos territorios hicieron que una nueva expansión de la esclavitud fuera una posibilidad real.

Muchos norteños creían que si no se le permitía propagarse, la esclavitud acabaría por decaer y morir. Como es natural, Texas ingresó a la Unión como estado esclavista porque ya permitía la esclavitud. En cambio, los territorios de California, Nuevo México y Utah no permitían la esclavitud. Desde el principio hubo fuertes diferencias de opinión acerca de si debían permitirla.

Los sureños instaban a que todas las tierras adquiridas de México quedaran abiertas a los dueños de esclavos. Los norteños abolicionistas exigían que todas las nuevas regiones se cerraran a la esclavitud. Un grupo de moderados sugirió que la línea del Compromiso de Missouri se ampliara hasta el Pacífico, quedando los estados libres en el norte y los esclavistas en el sur. Otro grupo propuso que la cuestión se dejara en manos de la "soberanía popular"; es decir, que el gobierno permitiera que los colonizadores entraran al nuevo territorio con esclavos o sin ellos según sus deseos. Cuando llegara el momento de organizar la región en estados, la población misma decidiría la cuestión.

A pesar de la vitalidad del movimiento abolicionista, la mayor parte de los norteños no estaban dispuestos a impugnar la existencia de la esclavitud en el sur. Sin embargo, muchos de ellos eran contrarios a la expansión de ese sistema. En 1848 casi 300.000 hombres votaron por los candidatos de un nuevo Partido de la Tierra Libre, el cual sostenía que la mejor política era "limitar, circunscribir y desalentar la esclavitud". Pese a todo, la soberanía popular tuvo un grado notable de atractivo en la secuela inmediata de la guerra contra México.

El descubrimiento de oro en California en enero de 1848 precipitó la llegada en masa de más de 80.000 colonizadores, tan sólo en el año 1849. El Congreso tuvo que determinar pronto la situación jurídica de esa nueva región para instituir en ella un gobierno organizado. El venerable senador por Kentucky, Henry Clay, que ya en dos ocasiones había logrado concertar acuerdos de avenimiento en casos de crisis, propuso un plan complicado y muy bien equilibrado. Su antiguo rival de Massachusetts, Daniel Webster, lo apoyó. El senador demócrata por Illinois, Stephen A. Douglas, el más destacado defensor de la soberanía popular, realizó gran parte del trabajo de defender el plan en las sesiones del Congreso.

El Compromiso de 1850 contenía las siguientes disposiciones: (1) California fue admitida en la Unión como estado libre; (2) el resto de la cesión de México se dividió en los dos territorios de Nuevo México y Utah y se organizó sin mencionar la esclavitud; (3) la reclamación de Texas sobre parte de Nuevo México se satisfizo con el pago de 10 millones de dólares; (4) se aprobó nueva legislación (la Ley de Esclavos Fugitivos) para capturar a los esclavos evadidos y devolverlos a sus amos; y (5) la compra-venta de esclavos (mas no la esclavitud) fue abolida en el Distrito de Columbia.

El país lanzó un suspiro de alivio. En los tres años siguientes, el compromiso pareció resolver casi todas las diferencias. Empero, la nueva Ley de Esclavos Fugitivos fue de inmediato una fuente de tensiones y ofendió profundamente a muchos norteños que se negaron a participar en la captura de esclavos. Algunos obstruyeron su cumplimiento en forma activa y violenta. El Tren Clandestino llegó a ser más eficiente y audaz que nunca.

UNA NACIÓN DIVIDIDA

En la década de 1850, la cuestión de la esclavitud cortó los vínculos políticos que habían mantenido cohesionado a Estados Unidos. Ella mermó a los dos grandes partidos políticos, los whigs y los demócratas pues destruyó al primero y dividió en forma irrevocable al segundo. Eso engendró presidentes débiles cuya falta de decisión reflejaba la de sus partidos. A la postre desacreditó hasta a la Corte Suprema.

El fervor moral del sentimiento abolicionista creció sin cesar. En 1852 Harriet Beecher Stowe publicó Uncle Tom's Cabin (La cabaña del tío Tom), una novela inspirada por la aprobación de la Ley de Esclavos Fugitivos. Más de 300.000 ejemplares fueron vendidos en el primer año. La obra despertó el entusiasmo general por la causa antiesclavista porque supo apelar a las emociones humanas básicas: la indignación ante la injusticia, y la compasión por la gente indefensa que es víctima de explotación despiadada.

En 1854 se renovó el viejo tema de la esclavitud en los territorios y la pugna se hizo más encarnizada. La región que hoy abarca Kansas y Nebraska se colonizaba de prisa y eso aumentó la presión para que se instituyeran gobiernos territoriales y, a la postre, estatales.

Conforme a lo acordado en el Compromiso de Missouri en 1820, toda la región estaba vedada para la esclavitud. Los dueños de esclavos que dominaban Missouri se opusieron a que Kansas se convirtiera en territorio libre, pues entonces su estado tendría tres vecinos abolicionistas (Illinois, Iowa y Kansas) y podría ser obligado a abolir también la esclavitud. Su delegación en el Congreso, con el apoyo de los sureños, se opuso a todos los intentos de organizar la región.

En ese momento, Stephen A. Douglas enfureció a todos los partidarios de las tierras libres. Él afirmó que el Compromiso de 1850, en el cual se dejó que Utah y Nuevo México decidieran por sí mismos la cuestión de la esclavitud, había sustituido al Compromiso de Missouri. Su plan proponía la creación de dos territorios, Kansas y Nebraska; permitía que los colonizadores se llevaran allá a sus esclavos y que, a la postre, decidieran si deseaban ingresar a la Unión como estados libres o esclavistas.

Los opositores de Douglas lo acusaron de buscar el favor del sur para ganar la presidencia en 1856. El movimiento de las tierras libres, que parecía estar en decadencia, resurgió con más ímpetu que nunca. Sin embargo el plan de Douglas, plasmado en la Ley Kansas-Nebraska, fue aprobado por el Congreso y enviado al presidente Franklin Pierce en mayo de 1854 para que lo firmara. Los entusiastas sureños lo festejaron con fuego de cañones. Pero más tarde, cuando Douglas fue a Chicago para hablar en su propia defensa, los barcos anclados en el puerto izaron sus banderas a media asta, las campanas de las iglesias tañeron durante una hora y una multitud de 10.000 exaltados gritó con tal fuerza, que el orador no logró hacerse oír.

Los resultados inmediatos de la infortunada decisión de Douglas fueron trascendentales. El Partido Whig, que había jugado a ambas cartas en torno a la expansión de la esclavitud, se hundió para siempre y surgió en su lugar una nueva y poderosa institución, el Partido Republicano, cuya demanda principal fue la exclusión de la esclavitud en todos los territorios. En 1856 dicho partido nombró candidato a la presidencia a John Fremont, cuyas exploraciones al oeste lejano le habían ganado renombre. Fremont perdió la elección, pero el nuevo partido se impuso en gran parte del norte. Algunos líderes abolicionistas, como Salmon P. Chase y William Seward, tuvieron más influencia que nunca. Junto con ellos surgió un abogado de Illinois alto y flaco: Abraham Lincoln.

Entre tanto, el arribo a Kansas de familias dueñas de esclavos y abolicionistas del sur provocó un conflicto armado. Pronto el territorio empezó a ser llamado "el sangriento Kansas". La Corte Suprema empeoró las cosas con su infausto veredicto en el caso Dred Scott de 1857.

Scott era un esclavo de Missouri que unos 20 años antes había sido llevado por su amo a vivir en Illinois y el territorio de Wisconsin; en ambos lugares, la esclavitud fue abolida. A su regreso a Missouri y descontento con su vida allí, Scott interpuso una demanda judicial para pedir su liberación, aduciendo que había sido residente de tierra libre. La mayoría en Corte Suprema — dominada por sureños — opinó que Scott no podía recurrir a ella porque no era ciudadano; que las leyes de un estado libre (Illinois) no tenían efecto sobre su situación personal porque era residente de un estado esclavista (Missouri); y que los amos de esclavos tenían derecho de llevar su "propiedad" a cualquier lugar dentro de los territorios federales. Así, el Congreso no podía restringir la expansión de la esclavitud. Esta última afirmación invalidó los compromisos anteriores acerca de la esclavitud e hizo imposible la creación de otros nuevos.

La decisión del caso Dred Scott causó un feroz resentimiento en todo el norte. Nunca antes se había condenado con tanta acritud a la Corte Suprema. La decisión fue una gran victoria para los demócratas del sur, pues dio jerarquía judicial a su justificación para llevar la esclavitud a todos los territorios.

LINCOLN, DOUGLAS Y BROWN

Por largo tiempo, Abraham Lincoln había visto la esclavitud como un mal. Ya en 1854, en un discurso muy conocido, dijo que todas las leyes del país debían basarse en el principio de que la esclavitud tenía que ser reprimida y, a la postre, abolida. Él afirmó también que el principio de la soberanía popular era falso porque la esclavitud en los territorios del oeste no sólo incumbía a los habitantes de la localidad, sino a todo el país.

En 1858 Lincoln contendió con Stephen A. Douglas en la elección del representante de Illinois en el Senado de la república. En el primer párrafo del discurso inaugural de su campaña, el 17 de junio, Lincoln marcó la tónica de la historia estadounidense para los siete años siguientes:

Una casa dividida contra sí misma no puede prevalecer. Yo creo que este gobierno no podrá seguir siendo siempre mitad esclavo y mitad libre. No espero que la Unión se disuelva — no deseo que la casa se derrumbe —, pero espero que deje de estar dividida.

Lincoln y Douglas sostuvieron una serie de siete debates en los meses siguientes de 1858. El senador Douglas, conocido como el "Pequeño Gigante", tenía un prestigio envidiable como orador, pero halló un digno rival en Lincoln, quien impugnó con elocuencia el concepto de soberanía popular de aquél. Al final Douglas ganó la elección por escaso margen, pero Lincoln se acreditó como figura nacional.

Para entonces, la situación se estaba saliendo de control. En la noche del 16 de octubre de 1859, John Brown, un abolicionista fanático que tres años antes había capturado y asesinado a cinco colonizadores esclavistas en Kansas, encabezó una pandilla de seguidores y atacó el arsenal federal en Harper's Ferry (en lo que hoy es Virginia Occidental). El objetivo de Brown era usar en una gran revuelta de esclavos las armas obtenidas allí. A los dos días de lucha, Brown y sus leales sobrevivientes fueron capturados por una fuerza de infantes de marina de EE.UU. comandada por el coronel Robert E. Lee.

La tentativa de Brown confirmó los peores temores de muchos sureños. Por otra parte, los activistas contrarios a la esclavitud honraron a Brown como el mártir de una causa justa. Brown fue juzgado en Virginia por conspiración, traición y homicidio. Murió en la horca el 2 de diciembre de 1859. Aunque al principio la mayoría de los norteños lo condenaban, un número cada vez mayor de ellos llegó a aceptar su opinión de que él había sido un instrumento en las manos de Dios.

LA ELECCIÓN DE 1860

En 1860 el Partido Republicano nombró a Abraham Lincoln candidato a la presidencia. La plataforma republicana sostenía que la esclavitud no debía propagarse más, prometió un arancel que protegería la industria y se comprometió a poner en vigor una ley para otorgar gratuitamente tierras a los colonizadores que ayudaran a abrir el oeste. Los demócratas del sur, que en la secuela del caso Dred Scott no estaban dispuestos a aceptar la soberanía popular de Douglas, se separaron del partido y propusieron como candidato a la presidencia al vicepresidente John C. Breckenridge de Kentucky. Stephen A. Douglas fue el candidato de los demócratas del norte. Los whigs más empedernidos de los estados fronterizos se organizaron como el Partido de la Unión Constitucional y nombraron candidato a John C. Bell de Tennessee.

Lincoln y Douglas contendieron en el norte, Breckenridge y Bell en el sur. Lincoln ganó sólo el 39% del voto popular, pero obtuvo una clara mayoría de 180 votos electorales, con lo cual se impuso en los 18 estados libres.